La frase de sólo 2 palabras que puede tranquilizar a un niño en segundos, según un neuropsicólogo infantil
El acto de tranquilizar a un niño no depende únicamente del tono de voz o del contexto, sino de la calidad de la conexión emocional que se establece. Según el neuropsicólogo español Álvaro Bilbao, el cerebro infantil es especialmente sensible a las señales de aceptación y comprensión.
En momentos de estrés o frustración, los niños reaccionan de forma intensa porque aún no han desarrollado las herramientas necesarias para regular sus emociones. Bilbao explica que los adultos tienen un papel esencial como reguladores externos de la calma. Aunque no basta con pedir que un niño «se tranquilice», hay una frase de dos palabras que parece mágica si se usa bien.
¿Cuál es la frase que puede tranquilizar a un niño en segundos?
De acuerdo con lo que Bilbao señala en uno de los artículos de su web oficial, hay una expresión sencilla que tiene un efecto inmediato sobre el sistema emocional del niño: «Te comprendo». Detrás de esas dos palabras se esconde un potente mensaje de validación.
Al pronunciarlas con autenticidad, el adulto comunica al niño que su emoción es reconocida y aceptada, sin juicio. Este reconocimiento actúa como una señal de seguridad para el cerebro, que interpreta la situación como menos amenazante.
Los estudios en psicología infantil demuestran que la validación emocional reduce la activación del sistema nervioso. Cuando un niño percibe que su enfado o tristeza son comprendidos, su respiración se estabiliza y su cuerpo comienza a relajarse.
El mensaje no elimina la emoción, pero la hace más tolerable. En palabras del propio Bilbao, «tener a nuestro lado una persona que acepta nuestras emociones de forma incondicional ayuda a desarrollar resiliencia».
Cómo utilizar el lenguaje para tranquilizar a un niño
El poder de esta frase depende del contexto, del tono y de la intención. No basta con decir «Te comprendo» de manera automática; debe transmitirse desde una presencia genuina. Para que funcione, el adulto necesita mostrarse disponible y atento. Algunas pautas prácticas para aplicarla son:
- Bajarse al nivel del niño, estableciendo contacto visual.
- Hablar con voz suave y pausada, evitando interrupciones.
- Nombrar la emoción observada, por ejemplo: «Veo que estás enfadado».
- Permanecer cerca, sin presionar, ofreciendo acompañamiento físico y emocional.
En esos instantes, lo importante no es ofrecer soluciones ni pedir explicaciones. Primero se acompaña la emoción; después, cuando el niño ya está más tranquilo, puede abordarse el motivo del malestar.
Ejemplos de otras frases que ayudan a calmar a los niños
Además de «Te comprendo», otras expresiones con una función similar pueden contribuir a tranquilizar a un niño:
- «Estoy aquí contigo».
- «Veo que esto te ha dolido».
- «Entiendo por qué te sientes así».
- «Sé que esto no es fácil para ti».
- «Podemos quedarnos juntos un rato».
Todas comparten tres elementos: reconocimiento del sentimiento, ofrecimiento de presencia y garantía de seguridad. Según diversos recursos educativos, este tipo de lenguaje tiene un impacto directo en la regulación emocional y en la construcción del vínculo afectivo.
¿Por qué funciona esta estrategia?
El cerebro infantil, especialmente en los primeros años, responde de forma automática ante el estrés. El sistema límbico (encargado de las emociones) se activa y domina la conducta. Sin una intervención calmada del adulto, esa activación puede intensificarse.
Al pronunciar una frase como «Te comprendo», se envía al niño una señal de que no hay peligro. Esa seguridad disminuye la producción de cortisol y favorece la liberación de oxitocina, la hormona asociada al bienestar y la conexión social.
Además, este tipo de comunicación fortalece la resiliencia, es decir, la capacidad de afrontar situaciones difíciles sin quebrarse emocionalmente. Los niños que se sienten comprendidos aprenden, con el tiempo, a reproducir ese mismo patrón interno: reconocen lo que sienten y se dan permiso para regularlo.
Cuándo y cuándo no utilizar la frase
Esta herramienta es especialmente útil cuando el niño comienza a alterarse o muestra signos de frustración. También en momentos de tristeza, miedo o decepción. Sin embargo, no se trata de una fórmula mágica. Si la frase se usa de forma vacía o con impaciencia, puede perder efecto.
Tampoco debe emplearse como excusa para evitar poner límites. En situaciones en las que el comportamiento es peligroso, es posible mantener la empatía sin renunciar a la corrección: «Entiendo que estás enfadado, pero no podemos golpear».
Repetir este tipo de mensajes con constancia refuerza la confianza y consolida el aprendizaje emocional. No es una técnica rápida, sino una práctica de presencia. A largo plazo, ayuda a que el niño integre una imagen interna de calma y apoyo.
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