Psicología

¿Qué hacer cuando los niños son tercos o cabezotas?

Establecer reglas claras y mantener un diálogo constante son algunas de las cosas que los padres pueden hacer frente a niños tercos o cabezotas.

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Pautas para evitar la terquedad en los niños
Blanca Espada

Todos los niños son maravillosos y cariñosos, pero pueden darse situaciones en las que el niño o niña se muestre bastante terco en su comportamiento; algo que se puede producir en una etapa determinada de la infancia aunque por suerte y aplicando las pautas necesarias, se puede superar sin problema. Veamos entonces qué hacer cuando los niños son tercos o cabezotas.

¿Qué hacer cuando los niños son tercos o cabezotas?

La terquedad en los niños es algo que suele aparecer entre los dos y los tres años no solo por la necesidad de reafirmarse al comenzar a reconocerse como un ser individual sino también y de alguna manera, para poner a prueba a los padres.

Al principio y dado que el niño es pequeño y que esas muestras de terquedad incluso nos pueden hacer gracia, es normal que los padres no se pregunten qué hacer con niños tercos o cabezotas, pero si esta actitud se convierte en un hábito es necesario tomar las pautas necesarias para evitarlo a toda costa.

El hecho de ceder siempre es todo un riesgo dado que puede hacer que el niño refuerce su terquedad (obteniendo siempre lo que quiere, lógicamente el niño no cambiará su actitud) y que el problema vaya a más a medida que va creciendo.

Veamos entonces qué pautas podemos aplicar o qué hacer cuando los niños son tercos o cabezotas.

  • Primero, aclaremos una cosa: la terquedad de un niño refleja una característica positiva de él, a saber, su determinación , su confianza en sí mismo, saber lo que quiere. Teniendo por tanto esto en cuenta, es decir, que podemos considerar estos comportamientos quizás agotadores como una fortaleza, debemos encontrar un equilibrio con él, una forma de educarlo que no degrade su determinación, aplastándola y por tanto arriesgándonos a anularla, pero eso no trae lo mismo que lo haga volverse egoísta, enfocado solo en sí mismo o demasiado terco.
  • Por tanto, lo primero que hay que hacer es empezar a mirar a nuestro hijo «testarudo», exaltando lo que es , es decir , decidido y seguro; o fuerte, confiado, enérgico y entusiasta. Mirar más positivamente también nos hará más positivos, y él lo percibirá poco a poco. Después de eso, al tomar las precauciones adecuadas y las actitudes adecuadas, él también comprenderá cuál es la mejor manera de comportarse, calibrando su determinación.
  • Por otro lado, es importante también tratar de comprender de dónde proviene esta terquedad, esta determinación que le conduce a ser tan cabezota. Si ese algo es «superfluo», es decir, secundario, entonces no hay problema; si, por otro lado, las solicitudes surgen de necesidades más profundas de vinculación, intimidad o seguridad, entonces primero hay que trabajar en eso.
  • Dicho esto, como se hemos mencionado anteriormente, los niños pequeños suelen ser tercos y no escuchar, especialmente para poner a prueba los límites de sus padres. Es por eso que a veces decir «no» es útil y oportuno.
  • Todo esto, siempre, con amabilidad y a través del diálogo: por eso deberemos también evitar decir demasiados «no» solo por decirlos, así que tenemos que ponernos delante del niño para explicarles nuestros límites, nuestras reglas, involucrándolo y haciéndole entender por qué debe respetarlas, en lugar de lanzar un «no» de una manera mera y sencilla.
  • Sin embargo, una vez definidos estos límites (sobre todo si antes no existían y, por tanto, el niño podía hacer todo) podrían provocar llantos y gritos. Es normal, porque a través de esta actitud el niño manifiesta su frustración, su incomodidad con algo, su incomprensión. Así que aceptemos estas lágrimas por un momento y no tratemos de apagarlas exigiendo que no llore o distrayendo al niño con otra cosa. Es mejor ofrecerle consuelo, mediante el diálogo y así él también entenderá que la vida no siempre es simple o como queremos, pero que después de reflexionar podemos seguir, buscando otro camino.

El diálogo con los niños tercos

Este diálogo es precisamente la mejor solución . Siempre se recomienda, pero especialmente con estos niños tercos y testarudos. ¿Por qué? Porque los niños, en general y especialmente en este caso, a menudo necesitan sentirse involucrados, pero sobre todo sentirse independientes, sentir que sus elecciones son personales y no dictadas por sus padres.

Por eso el diálogo es importante: cuando ponemos límites, hablamos con el niño, le pedimos una solución, actuamos junto a él, pidiendo más que imponiendo órdenes . Poco a poco, el niño entenderá que su pensamiento es importante, pero sobre todo que es independiente (no importa cuánto: todo siempre está calibrado según la edad, claro), y que sus padres le escuchan. Por tanto, es importante y de alguna manera desistirá de esa terquedad que en realidad, también le pone a prueba a él.

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