La vuelta a Mallorca de fiesta en fiesta: Valldemossa y Deià

Hagamos un mapa imaginario para seguir el circuito de la gente bien durante los veranos alocados que vivimos en Mallorca, que se desata en cuanto llegan los meses julio y agosto. Se lo empiezo a contar hoy, que todavía es mayo, para que no les pille desprevenidos. Los anfitriones ciertamente en estas fechas ya deben estar cerrando las suyas para no pisarse unos con otros, aunque hay una fórmula que no falla, que no es otra que guardarse las fechas de un año para el otro.
Hay varias categorías de fiestas, las informales, que son todo menos eso, pues detrás de la supuesta informalidad suele haber una organización prusiana. Es el método que suele utilizar Natasha Zupan que convoca en su casa de Valldemossa en la que suele ser una de las noches más inolvidables del año. En casa de la pintora uno puede encontrar invitados variopintos, pero siempre de lo más cool. Natasha suele preparar unos platos ligeros y coloridos y elegir los mejores vinos y por supuesto las mejores cristalerías de colores, de Gordiola. Platos de cerámica de Pòrtol y cubertería de plata antigua y siempre servilletas de llengües.
A pesar de que su casa no es de grandes dimensiones, cuenta con todo el espacio necesario para que uno vaya acomodándose en el salón, sobre el sofá plateado, o en la escalera que accede al piso superior donde están los dormitorios, o bien en el patio, donde la buganvilla sirve de cojín al gato de la casa que lo observa todo encaramado en ella.
No muy lejos de allí, en la Cartuja, las fiesta tienen un tono parecido. La artista Clara Carvajal dispone de una celda preciosa y de un patio ajardinado en el que distribuye mesas de seis vestidas también a la mallorquina para agasajar a sus invitados, generalmente amigos de toda la vida a los que devuelve invitaciones. Esta es otra de las máximas del verano mallorquín, si te invitan debes invitar.
Cerca de Son Marroig su hermano Juan Carvajal, conde de Fontanar y su esposa, Adela Quijano, poseen una casa preciosa encaramada a las rocas y con magníficas vistas al mar que tanto amó el archiduque Luis Salvador de Austria. La forma de recibir de los Fontanar, que son discretísimos, quizás sea de las más elegantes y relajadas que vivimos cada verano. No hay grandes aglomeraciones, todos nos conocemos, sabemos que nos espera una velada tranquila de charlas y buenas viandas. Son siempre sorprendentes a la hora de elegir sus menús. Se nota que les gusta la cocina y se nota también que les encanta la repostería.
Se cena también en mesa aunque antes y después, tanto las copas del aperitivo como las de la tertulia post cena se sirven de pie en la terraza que da al mar. Sin embargo, la cena propiamente dicha se disfruta en el patio de entrada de la casa. Les estoy contando las distribuciones porque tienen su importancia en esa zona de la Serra de Tramuntana donde el agua es milagrosa. Se lo aseguro, el agua sabe diferente, quizás porque en cada casa se conoce una receta distinta para aromatizarla. Qué importantes son los detalles en ese mundo de altas cunas donde todo se aprende en la infancia y con el tiempo se mejora.
En estas casas de las que les hablo todos vestimos como es debido, sin embargo, la inteligencia de los anfitriones hace que nos sintamos descalzos, libres de las ataduras que suponen los demasiado encorsetados, que por cierto en verano no tienen ningún sentido. Y mucho menos desde que hace estos calores tan espantosos.
Siempre echaremos de menos las cenas insuperables que nos regalaba Manolo March en Son Galcerán, pero esa es otra historia. He empezado por ese lugar mágico que va de Valldemossa a Deià, pero seguiré avanzando en los próximos días hasta dar la vuelta a la isla, o a las Islas, que también tienen qué decir. Por cierto, hay que estar en forma para aguantar el ritmo que se nos impondrá en las próximas semanas.