Valencia y Sant Llorenç, dos desastres parecidos y evitables

Valencia y Sant Llorenç
  • MIGUEL ÁNGEL MERIGÓY PEDRO CANTARERO

La falta de alerta temprana, la medida del caudal inadecuada y la maleza produjeron la tragedia en la última DANA en Valencia, fallos muy similares a los sufridos por los habitantes de Sant Llorenç en Mallorca. En el caso de las inundaciones, la alerta temprana es fundamental para que la gente este preparada, no como en el caso de Valencia o Sant Llorenç, porque la alerta les llegó con el agua al cuello, cuando podría haber saltado mucho antes.

La meteorología ha mejorado muchísimo con los satélites, que pueden detectar las alertas amarillas, naranjas y rojas, pero las tragedias se producen porque las alertas son insuficientes sobre el terreno. Los satélites meteorológicos que suministran datos a AEMET pertenecen principalmente a EUMETSAT (Organización Europea para la Explotación de los Satélites Meteorológicos.

EUMESTSAT es una organización intergubernamental creada en 1983, de la que forman parte 30 Estados europeos, incluyendo España a través de AEMET. Es decir que nuestra Agencia Española de Meteorología lo que hace es replicar la información recopilada a través de los satélites meteorológicos europeos. Asimila luego los datos y simula la Evolución Atmosférica para concluir en un Análisis y Predicción.

Evidentemente, todo es un marco teórico que no puede precisar con exactitud el comportamiento de la DANA en un lugar concreto. Los únicos sistemas de alerta sobre el terreno son los medidores de caudal de las Confederaciones Hidrográficas (CH) de la Administración central. Los medidores de caudal de las CH sirven para medir el caudal de los ríos con
agua y son muy útiles para prevenir crecidas de los ríos a muchos kilómetros de distancia.

En el caso de los ríos sin agua la mayor parte del año, los torrentes, ramblas y barrancos, los medidores de caudal de las CH no sirven nada más que para crear confusión, al no reflejar la realidad y sólo se convierten en testigos de las tragedias en vez de ayudar a evitarlas. No sirven porque están ubicados al principio de las zonas canalizadas de los torrentes a su paso por los pueblos y ciudades, no en su curso alto, es decir están colocados cómodamente cerca donde se puede llegar fácilmente con el coche.

Cuando se produce una repentina crecida al romperse un tapón artificial o rotura de presa, como ocurrió en Valencia y Sant Llorenç o la presa de Tous, la tromba de agua del torrente pasa por las zonas canalizadas y por desborde, por todas las calles del pueblo, de forma que la medición del caudal es errónea, al ser varias veces superior a la medición de la CH, que sólo mide el agua que pasa por las zonas canalizadas.

Por otra parte, cuando se produce la medición, ya ha llegado el agua al cuello, como en Paiporta o Sant Llorenç. El medidor de caudal no sirve ni siquiera para su función estadística, ya que el caudal medido es la mitad o la cuarta parte del caudal real. En Valencia, el caudal real hubiese sido de 4.000 m3 por segundo y en Sant Llorenç, de 1.000, como mínimo.

Un ejemplo más de que las medidas del caudal eran inadecuadas lo tenemos en el hecho de que la CH dijo que el caudal estaba disminuyendo y la verdadera razón es que no corría el agua porque se estaban acumulando millones de toneladas en los embalses artificiales, provocados por el taponamiento de la corriente, a causa de la vegetación y las cañas arrastradas en el curso alto, tapones situados más arriba de los medidores de caudal, que cuando reventaron produjeron la catástrofe.

Al día siguiente se produjeron otras dos subidas instantáneas de caudal, al romperse otras dos presas artificiales, y los medidores de caudal, deficientemente instalados, habían sido ya arrastrados por la primera riada, produciendo un apagón informativo importante.

En Sant Llorenç tampoco existió una adecuada medida del caudal. A lo largo de las horas se manifestó un descenso del caudal, cuando en realidad sucedía que el agua no discurría libremente porque se estaba embalsando más arriba, a causa de los tapones del torrente (pasos insuficientes y vegetación). Cuando se rompieron los tapones, el caudal pasó de 23 metros cúbicos por segundo a 514 o 1.000, si contamos con el agua que pasó por en medio del pueblo.

En Valencia, si el agua hubiese corrido libremente y no se hubiesen formado varios embalses por taponamiento, es imposible que el caudal de la Rambla del Poyo pasase de 28 m3 por segundo a 1.680, según la CHJ, con un máximo de 2.280 en poco tiempo, o 4.000 m3 por segundo si le añadimos el agua que pasó por en medio del pueblo como consecuencia de la rotura de los tapones. Había millones de toneladas de agua que se habían acumulado en los embalses artificiales.

Lo más importante es evitar que el agua se embalse, puesto que las tragedias no se producen por la cantidad de lluvia, que, si tiene paso libre y un cauce limpio, lo único que puede producir son desbordamientos con pocas consecuencias. La tragedia se produce cuando se crean a lo largo de los cauces naturales del agua tapones y embalses artificiales formados por la vegetación existente en el cauce y los impedimentos en forma de pasos entre riberas.

La nula vigilancia del torrente por parte de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) propició el hecho de que mientras estaban vigilando el embalse de Forata, el descuido del Barranco del Poyo hizo que no se diesen cuenta de que se formaban varios tapones y embalses artificiales con todavía más agua que en la propia presa de Forata. Cuando reventaron estos tapones, se produjo la tragedia, con más agua que en las crecidas del Ebro.

GARDAYA

Gardaya es una provincia de Argelia, en medio del desierto del Sáhara, donde llueve una vez cada dos o tres años, con lluvias torrenciales, provocadas por Gotas Frías o DANAs. Existe una inmensa superficie de palmerales, que producen los famosos dátiles argelinos. Estos palmerales están plantados en terrazas separadas unas de las otras por pequeños diques construidos con barro y palmas secas de medio metro de altura.

En Gardaya cuando se preveía que iba a llover, cientos de vecinos se organizaban en dos grupos, uno que vigilaba el torrente y otro que se ocupaba de los palmerales. El primer grupo se apostaba a lo largo del torrente hasta la cima de la montaña. Esta cadena iba transmitiendo la información de la situación del caudal del torrente desde la cima de la montaña hasta el palmeral.

Con esta información, el segundo grupo en los palmerales inundaba las primeras terrazas y abría compuertas para inundar las siguientes, y así sucesivamente hasta que todas las terrazas estaban inundadas, aprovechando hasta la última gota de agua y evitando desbordamientos. La única diferencia entre los torrentes de Gardaya y España es que en el desierto no hay cañas ni vegetación, ni pasos entre riberas, susceptibles de crear embalses artificiales, al taponarse los ojos de los puentes con la mezcla de barro, cañas y maleza (propiciada por el abandono de los torrentes) transportados por el agua.

En cambio aquí, la CHJ, responsable de la cuenca, pretende que el agua corra por una plantación de cañas de tres metros de alto, cuando lo único que hizo es arrancarlas para taponar el siguiente obstáculo. Los viejos payeses mallorquines nos explicaron que el agua no corre en los torrentes por el exceso de vegetación, porque están llenos de cañas, maleza y suciedad, lo que hace que los cauces sean cada vez menos profundos en el curso alto y más dificultosos para la libre corriente del agua debido a la dictadura verde, que no deja que se limpien, porque hay que dejar actuar a la naturaleza.

Algunos pueblos de Valencia fueron multados por limpiar los torrentes sin permiso de la CHJ, que tardaba muchísimo en permitirlo. El sistema de Gardaya puede salvar vidas, al detectar con tiempo que el agua no corre y que el torrente se está taponando y se está formando un embalse.

CONCLUSIONES Y SOLUCIONES

A causa del cambio climático y debido al aumento de la temperatura, estos fenómenos, que han existido siempre, se van a convertir en cotidianos en el futuro, de forma que al no poder evitarlos, hay que centrarse en evitar las catástrofes. En España se conocen perfectamente las zonas inundables, ya que se han producido allí a lo largo de la historia. Los torrentes, ramblas y barrancos no se han cuidado y limpiado y se han llenado de cañas y vegetación, árboles incluso.

El proceso de tapón y embalsamiento de agua en los torrentes no es un fenómeno instantáneo, suele durar horas, de forma que si estos puntos están vigilados como en Gardaya, ahora utilizando tecnología, los equipos de bomberos o especialistas pueden destaparlos antes de que colapsen, como pasó en Sant Llorenç y Valencia, además de permitir dar la señal de alerta con varias horas de antelación.

Lo que ha faltado, como en Gardaya, es alguien o algo vigilando el torrente y avisando si el agua circulaba o se estaba embalsando debido a los tapones. Parece que las soluciones se dan mirando el ordenador, cuando lo que hay que hacer es mirar el torrente. En las DANAs de Cataluña y Andalucía no pasó nada porque no se taponó ningún torrente, ni en Valencia con la segunda DANA, porque los tapones ya se habían roto con la primera y el agua podría correr, y no porque ningún político sea más listo que el otro.

Lo que nos enseña el método Gardaya es que las zonas inundables y propensas a catástrofes debido a las DANAs tienen que estar vigiladas, reemplazando la cadena de personas de Gardaya por múltiples medidores de caudal y videocámaras en donde se crea que se pueden formar tapones, que cuando colapsan producen las avalanchas y las catástrofes.

Hay que mantener, también los cauces de agua limpios de vegetación y crear en los ayuntamientos la figura de vigilante de torrentes, función que puede corresponder a la policía municipal. En el caso de la última DANA, nadie tenía la información correcta porque no existía y la información que daba la CHJ lo único que hacía era confundir. En los casos de Valencia y Sant Llorenç nadie se percató de que se estaban formando uno o varios embalses artificiales, que al colapsar provocaron la avalancha y la tragedia.

Además de los puntos de observación enumerados anteriormente, ya existen antecedentes de sitios done se han dado cuenta del verdadero problema. En las ramblas de Murcia se colocan en los puentes unas palas con brazo para sacar las cañas del agua para evitar los embalsamientos y la posterior rotura del puente.

En Suiza, en el Cantón del Valois, donde se encuentra el monte Cervino, al final del lago Lemán existen unas plantaciones que producen los famosos albaricoques del Valais. En este valle, que está atravesado por el río Ródano, todos los años se hace un drenaje con máquinas pesadas para que el río no se desborde en la época del deshielo. En España parece que sobran ecologistas y faltan ingenieros.

Las comisiones de investigación, con informes de expertos nacionales e internacionales son fundamentales, primero para depurar responsabilidades  políticas y penales y en segundo lugar para conocer exactamente de lo que sucedió, sus causas y soluciones.

En Sant Llorenç, con 13 víctimas mortales y numerosos heridos, no hubo comisión de investigación por parte del gobierno de Armengol, que estaba en un acto mientras sucedía la tragedia. En el actual gobierno de Sánchez, a pesar de las 225 víctimas, ya tenemos un precedente con la anunciada y, al final, inexistente Comisión de Expertos del COVID. No parece que se prevea ninguna.

Miguel Ángel Merigó es Ingeniero EPFL Suiza
Pedro Cantarero es miembro Grupo de Trabajo sobre el Cambio Climático del Congreso de los Diputados

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