EL CUADERNO DE PEDRO PAN

El Teatre Principal de Palma se apunta a la función única

En el primer semestre de 2022 habrá ofrecido un total de dieciséis puestas en escena representadas en función única

Me quedo con 'Hidden', una admirable reflexión sobre la identidad, partiendo del lenguaje de la danza contemporánea

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teatre principal palma
Representación de la obra 'Final de partida' de Samuel Beckett.

En el primer semestre de 2022 el Teatre Principal de Palma habrá ofrecido un total de dieciséis puestas en escena representadas en función única, en la mayoría de los casos auténticas joyas del teatro, pero también de la danza contemporánea. Mientras escribo estas líneas falta por ver Tito Andrónico (el sábado 14 de mayo), producción por encargo del Festival de Teatro de Almagro, y el clásico de Samuel Beckett, Final de partida (el domingo 22 de mayo), bajo dirección de Sergi Belbel. Por citar solamente dos ejemplos de sumo interés para el aficionado, porque además nos aguarda todavía lo contemplado en la agenda de junio.

En cualquier caso, la función única nos viene de antiguo si recordamos las ediciones del Festival Internacional de Teatro de Palma y la Temporada de Ballet de Mallorca, aquí con alguna excepción, entre las que destacó la presencia de la compañía de Maurice Béjart: dos noches memorables.

Lo normal era programar un mínimo de tres o cuatro funciones, tal y como ocurre en los escenarios del teatro independiente, también en el Auditórium de Palma, pero el Principal responde a otras motivaciones. Hasta la fecha la función única venía a ser un anticipo, pero en esta ocasión parece responder a una política de colaboraciones que en principio solo se puede permitir un centro público y con limitadas excepciones, que habitualmente tienen lugar en el Teatre Sans y el Teatre del Mar.

El factor insularidad ha condicionado en muchas ocasiones la viabilidad de acceder a determinadas escenografías aunque en la actualidad las buenas relaciones especialmente con compañías de titularidad pública han acabado por romper una inercia que nos afectaba como espectadores ávidos de notables iniciativas en las artes escénicas.

En los primeros meses de este año es de subrayar las producciones avaladas por el Centro Dramático Nacional y Teatre Nacional de Catalunya, además de propuestas personales como las de Pep Tosar (Federico García), Laura Girotto (Le quattro estagioni), Dagoll Dagom (Bye Bye Monstre) y por último, Silvia Munt como directora (Les irresponsables).

Entre los grandes momentos vividos sobre las tablas del Teatre Principal de Palma son especialmente dignos de mención el documento social expuesto en El cuaderno de Pitágoras; lo mismo cabe decir de Mare de sucre, con la particularidad de incorporar un cuadro de intérpretes que daba especial significación y relevancia a discapacitados, y sin olvidar ese camaleónico despliegue de recursos actorales en la endiablada tragicomedia contada y cantada por Pablo Chaves y Fernando Delgado-Hierro: Los Remedios.

Si tuviera que elegir una obra en concreto, sin menospreciar al resto, me quedo entonces con Hidden porque partiendo del lenguaje de la danza contemporánea nos acerca una admirable reflexión sobre la identidad.

Aunque al escribir estas líneas mi mayor curiosidad apunta al 22 de mayo, fecha reservada para una única función de Final de partida, una de las dos piezas emblemáticas (la otra es Esperando a Godot) del teatro del absurdo firmadas por el novelista, poeta y dramaturgo irlandés Samuel Beckett.

Durante mis años universitarios fui un lector incondicional de su narrativa más notable. Molloy, Malone muere, El innombrable… y no tengo ni idea de qué me impulsó a descubrir su obra, nada más oír en un telediario de 1969 que le habían concedido el Nobel de Literatura. Sí recuerdo haber acudido de inmediato a la Biblioteca Municipal de Cort y pedir algo suyo. Me leí de un tirón, allí mismo, un librillo que contenía Esperando a Godot y Final de partida, sin tener un mínimo conocimiento de que en su trabajo «retrata la tragicomedia de la condición humana en un mundo sin Dios, sin ley y sin sentido», apunta la Enciclopedia de la Literatura del siglo XX.

Tengo curiosidad por ver cómo afronta esta obra un director consagrado y poliédrico como Sergi Belbel, que reúne en su currículo montajes escénicos sobre textos de Shakespeare, Calderón, Molière, Goldoni, Koltés, Mamet y De Filippo, además de Beckett. Entre 2006 y 2013 Sergi Belbel dirigió el Teatre Nacional de Catalunya y desarrolla su labor pedagógica en el Institut del Teatre de Barcelona. Veamos qué tal se le da el teatro del absurdo.

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