Pollença vibra con el Festival de Música de Can Costa

Concierto de clausura del Festival de Música de Can Costa, uno de los grandes logros culturales de los que no hace tantos años mi pueblo natal era líder indiscutible en esa parte creacional que hace del ser humano más humano, en su búsqueda de evolución como ser creador. Pollença fue tan romántica como París o Valldemossa pero solo supieron verlo y disfrutarlo unos pocos privilegiados.
Sus herederos han emigrado a territorios más fecundos, dejando su arte en cualquier espacio vivido. Sin embargo hay otros herederos de lugares históricos que se han comprometido con su historia familiar, linaje y posesiones imposibles de mantener si no hay también un compromiso del poder del dinero. Hoy pocos entienden esa heroicidad que es la de seguir luchando para mantener lo que queda de unas islas que llegaron a crear joyas arquitectónicas donde además nacieron joyas de nuestra cultura, como es el caso que les voy a hacer crónica elegante porque no se merece menos.
Defender lo nostro, nuestra cultura, el ser illenc y sentirse orgullosos de lo que hemos ido construyendo en este barco mallorquín, ibicenco o menorquín que nos ha conducido al incomprensible y vulgar primer cuarto del siglo XXI. Nos vamos de excursión cultural a Pollença, y si me dejan les llevaré a un paraíso que ha sabido reinventar un ser extraordinario, el heredero de una joya que Dios quiera no acabe nunca en manos de los políticos que son capaces de aniquilar la belleza en un plis plas y a cambio de nada. Raixa es un muy buen ejemplo.
Con la casa natal del insigne poeta Mossèn Miguel Costa y Llobera, se le titulaba desde muy joven pues demostró su maestría con las letras desde bien pronto. Su familia era propietaria de Formentor pero su casa natal o pairal estaba en la calle Mayor de mi pueblo, calle que lleva su nombre con mucha clase pues casi no se usa para no ensalzar a uno de los nuestros que llegó a ser de los otros también.
La ruina que provocó un cambio de era para la que muchas familias no estaban preparadas causó la necesidad de la venta de este caserón elegante pero sobrio, mallorquín pero como lo que nace de una tradición auténtica es igual en cualquier parte del mundo. Las casas de los influyentes son diferentes porque crecen y se desarrollan en manos también diferentes, el milagro es que nos dejen disfrutarlas con la excusa que sea y que nos dejen vivirlas aunque sea sólo a ratos. Inolvidables por cierto.
En fin, que la mejor casa de Pollença cayó en manos de la familia Bou, que la ha sabido conservar y mantener sin que perdiera su esencia, y con un señorío que no prendia ser ni Costa ni Llobera, Conozco bien a la familia Bou y les puedo asegurar que pertenecen a otra raza de mallorquines empeñados en vivir naturalmente vidas que en verdad han sido extraordinarias.
Can Costa, la casa natal del poeta Miquel Costa i Llobera, hoy es habitada por Joan y por su madre, una señora que ha dedicado su vida a esta casa que nos pertenece un poco a todos los que amamos la obra del gran poeta de Lo pi de Formentor.
Casa que cerró este sábado su temporada cultural con un concierto inolvidable que puso el broche final al Festival de Música de Can Costa. Con un aforo completo de 42 personas, el máximo permitido, la velada se convirtió en un auténtico sold out, confirmando el interés y la expectación que ha despertado este ciclo en Pollença.
La jornada comenzó con el discurso de clausura de Joan Mateu Bou, que tuvo lugar antes del concierto, celebrado en la sala de la planta noble. En sus palabras, Joan agradeció la presencia de los asistentes, el compromiso del equipo organizador y la colaboración de entidades y patrocinadores como en Real Club Nautico de Puerto Pollensa que han hecho posible esta temporada. Su intervención marcó un inicio solemne y emotivo para una noche que quedaría grabada en la memoria de todos los presentes.
El protagonismo musical recayó en el Trio Boix & Auró, integrado por Josep Tatay (fagot histórico), Sílvia Insa (clarinete histórico) y Rafel Caldentey (clarinete histórico). Los músicos ofrecieron un programa de Harmoniemusik con obras de Reitter, Devienne y Pleyel, interpretadas con instrumentos originales de época, lo que permitió al público disfrutar de un viaje sonoro fiel a la tradición centreeuropea del siglo XVIII.
Un detalle especialmente significativo fue la presencia de la luthier responsable de ensamblar los instrumentos, quien acudió al concierto y compartió con el público el orgullo de ver sus piezas cobrar vida en manos de intérpretes de primer nivel. Este hecho añadió un valor único a la experiencia, reforzando la conexión entre artesanía, música e historia.
La velada siguió con un maridaje de vinos de Can Axartell y la gastronomía del chef Santi Taura, que aportaron el contrapunto perfecto al concierto, creando una atmósfera íntima y deliciosa en un entorno tan singular como Can Costa.
El balance final de la temporada no pudo ser más positivo: seis conciertos de gran calidad, artistas de prestigio y un espacio cargado de historia que ha sabido unir música, patrimonio y territorio. La clausura del Festival de Música de Can Costa fue, sin duda, una noche magnífica que consolidó este proyecto cultural como una cita imprescindible en Pollença y en sus veranos de siempre distinguidos culturalmente y por supuesto socialmente. Enhorabona, Mateu.
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