CRÍTICA MUSICAL

Miguel Ríos en Palma, una despedida emocionada

El cantante llenó el Auditórium con un público entregado en su gira 'Un largo tiempo'

No fue en absoluto un concierto de grandes éxitos, sino un acústico en toda regla

Miguel Ríos
El cantante Miguel Ríos, en el concierto.

Desde su despedida de los escenarios, con la gira Bye Bye Ríos el año 2010, han quedado atrás los grandes espacios como su hábitat natural para vivir el rock and roll. Emerge entonces el teatro, como espejo en el que ver reflejado su carisma mientras dialoga con sus incondicionales. Ha ocurrido y ocurre con la gira de Un largo tiempo para dar a conocer los contenidos de su primer disco tras doce años sin grabar algo nuevo. En el Auditórium de Palma, el 13 de febrero, llegó nuestro turno con estas primeras palabras de Miguel Ríos: “Gracias por traerme a este pequeño templo de la cultura”. 

De golpe nos regresaban a la memoria los míticos nombres que desfilaron por su escenario en el medio siglo de historia del primer teatro de la isla.

Su agenda de conciertos también le hace un hueco a celebrar los 40 años de Rock & Ríos (1982), probablemente el trabajo más importante de su ciclo vital embarcado en el R&R. Pero aquí, en Palma, lo que se anunciaba era la gira Un largo tiempo acompañado por su banda actual, Black Betty Trío, si bien al final era un cuarteto, recuperándose así los Black Betty Boys de su último concierto en España el año 2017. 

Editado este disco en mayo de 2021, a partir de julio arrancaba esta gira que nos enfrenta a un Miguel Ríos que no ha perdido su carisma, completamente vigente su capacidad de conectar con el público.

Entre las particulares de esta velada se contaban algunos acercamientos a momentos memorables como la canción melódica italiana de finales de los años 50 y comienzos de la década de los 60 que Miguel Ríos homenajeaba con piezas tan concluyentes como Maruzzella de Renato Carosone

A sala llena y completamente entregada tocaba hacer inventario y en este sentido me recordó en algunos aspectos el concierto de El Dúo Dinámico en su gira 60 aniversario, que recaló en Palma en noviembre de 2019, a pocas semanas de estallar la pandemia. También a sala llena y entregada, sólo que aquella vez con dos jóvenes octogenarios y ésta, un joven de 77 años. Era obligado entonces hacer inventario y la principal diferencia entre estas dos citas es que en 2019 fue el escaparate de los grandes éxitos.

Miguel Ríos, en cambio, optó por un concierto de rabiosa actualidad pero ajustado a las circunstancias. Para empezar, el acompañamiento, con las guitarras, el piano y el violín propios de los Black Betty, reforzados ahora con el banjo, la Steel guitar y el bottle neck, tanto como decir un viaje a los orígenes y con fuerte sabor a blues y nostalgia. Y para que se dieran todos los ingredientes, el concierto había sido aplazado por un positivo en covid.

No fue en absoluto un concierto de grandes éxitos, sino un acústico en toda regla y, si bien no faltaron algunas referencias como Bienvenidos y El blues del autobús –en dueto con Jaime Anglada-, gran parte del contenido hacía referencia a Memphis-Granada, Por San Juan, Para que yo me llame Ángel González, el blues de la tercera edad y así sucesivamente. 

Solamente en los bises quedó patente el legado, comenzando con El Río, después un breve paréntesis con Moriré antes que las flores y cerrando de manera apoteósica con Santa Lucía y el Himno a la alegría, el público puesto ya en pie. Quienes le habíamos disfrutado en plazas de toros y campos de fútbol, esta vez éramos plenamente conscientes de que el valor supremo de aquellos instantes era el abrazo simbólico con el amigo de toda la vida, con quien crecimos en nuestra adolescencia y reconocemos mucho más cercano en este momento de nuestras vidas. Si el Dúo Dinámico era el reencuentro con los chicos de la mili en Botón de ancla, ahora lo que de verdad contaba era compartir sentimientos con el defensor de las causas sociales. Pero en ambos casos había coincidencias, a la hora de hacerle un guiño al pasado desde la edad de la sabiduría. Una despedida emocionada.

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