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Collages, fotografías y otros elementos naturales habitan el taller de Natasha Zupan en Valldemossa

Su obra se implanta en el camino abierto por el coreano Byung-Chul Han en 'La salvación de lo bello'

natasha zupan
Obras que se pueden ver en el taller de Zupan en Valldemossa.

Una buena parte de la obra que tiene previsto mostrar en abril en su galería de referencia, la Gallery d’Orsay de Boston, había partido ya hacia su destino cuando visité el taller, así que no pude verla. Pero, no obstante ello, era tal la profusión de trabajo acumulado allí, que no me importó, porque creo que la idea general de su trabajo la pude interiorizar con lo que había desplegado en paredes, estantes, suelo….

Natasha Zupan, nacida en Georgia (EEUU), criada en Valldemossa y con licenciatura posterior en Bellas Artes por Yale, lleva una carrera incansable en busca de la llave que abre al mundo el árbol cada vez más extraño de la belleza. Propósito a contracorriente de los tiempos que vivimos, en los que el malditismo, el feísmo, el arte político o social que se tiende a las faldas del adoctrinamiento, o el atajo del naïf han arrinconado como si fuese asunto, como poco, de los antiguos griegos, es decir, algo ya superado.

natasha zupan
Natasha Zupan junto a una de sus obras.

Pero nada más lejos de la realidad, pues incluso el filósofo de moda, y también de cabecera para Natasha, el coreano Byung-Chul Han, desarrolla esta tesis en uno de sus libros más aclamados, La salvación de lo bello. Tras la irrupción de la pantalla plana digital (un espejo narcisista de la nada en el que la sobreinformación ha hundido muchas mentes), el frío del acero y el cristal, incluso el hábito de la depilación exhaustiva de los cuerpos preparados para un placer que más parece una obligación que algo que apetezca, la persecución de la belleza, con su barroquismo de soluciones plásticas si es preciso, ha quedado reducida a una actitud residual que no conecta con el nihilismo imperante -y galopante-.

Natasha Zupan no se deja llevar por esta marea escatológica que parece anunciar el fin de los tiempos y que, por otra parte, tanto se emparenta con los postulados en la sombra del transhumanismo que pugna por devorar los últimos rescoldos de nuestra civilización. Su obra se sumerge en la tradición más pura de lo que se ha entendido hasta hace poco como Bellas Artes (no en balde éste todavía es su nombre en la academia). El hallazgo de la forma bella que no sólo se manifiesta ante la contemplación visual -una pintura al uso- sino que, en su caso, se ofrece también al tacto como una realidad candente del mundo, es el leit motiv que impulsa su trabajo.

natasha zupan
Otra de las obras de la artista americana.

El collage ha sido desde hace décadas una herramienta habitual y en él integra fotografías propias, elementos textiles antiguos (antes vestidos de mujeres y ahora telas trabajadas por aquellas que no tuvieron oportunidad de expresarse más que en ese bordado esquinado), superficies trabajadas con pan de oro, capas de óleo que alcanzan grosor matérico, en fin, un trabajo que, como decía, asciende hacia nuestras manos para que lo toquemos y acariciemos como lo hacemos con una superficie rocosa de la Sierra de Tramuntana al amanecer, cuando el rocío todavía exuda pero en las entrañas de la roca palpita un calor que viene del centro de la Tierra.

Durante el confinamiento de la pandemia, Natasha Zupan quedó varada en una isla del océano Pacífico perteneciente a Panamá. Una isla virgen donde permaneció tres largos meses, en los que integró en sus collages, además de sus elementos habituales, diferentes carcasas de insectos enormes de la zona, mariposas y luciérnagas, además de otros materiales vegetales, hojas y flores secas. A ese trabajo se han ido añadiendo después otros realizados en largas estancias en Tanzania, en una cordillera a 1.500 metros de altitud, inmersa en un bosque de treinta millones de antigüedad y en el que la conexión con la naturaleza ha llegado a cotas de enorme intensidad.

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Collages, fotografías y otros elementos naturales pueblan su taller.

He visto esas piezas, las que todavía no han viajado hacia Boston donde son más demandadas, y son de una belleza sobrecogedora. Es realmente meritorio que a las alturas de nuestro tiempo todavía puedan hallarse nuevas vías de acercamiento a lo bueno y lo bello en la naturaleza, algo en verdad difícil dado lo trillado en el transcurso de los siglos y sobre todo teniendo en cuenta la oposición generalizada de buena parte de la llamada contemporaneidad.

Natasha Zupan ha estado presente en la Bienal de Venecia de este año, con obras planteadas dentro del tema Mujer y surrealismo, que se ha desplegado en el Centro Cultural Europeo, en el Palazzo Bembo de la ciudad italiana. Así que esperemos que, al margen de estas muestras para nosotros lejanas (Boston y Venecia), pronto podamos disfrutar de una exposición individual suya en la isla.

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