crítica

El Castillo de Bellver ensombrece, la música brilla ante la oscuridad

Noche preciosa y cargada de simbolismo con la soprano china Ziyi Dai y el tenor estadounidense Andrew Owens, a pesar del apagón decretado a las 22.00 horas

‘Estius Simfònics’ regresa al Castillo de Bellver

castillo bellver
La soprano china Ziyi Dai y el tenor estadounidense Andrew Owens en el Castillo de Bellver.

Si no he perdido la cuenta en la presente temporada la Orquestra Simfònica Illes Balears (OSIB) lleva como siete galas líricas, todas ellas de gran nivel. En el tramo final del ciclo Estius Simfònics en el Castillo de Bellver era la vez de la soprano china Ziyi Dai y el tenor estadounidense Andrew Owens, ambos de reciente incorporación en la ficha artística de la Ópera de Zurich.

Hasta aquí el lado bonito de las cosas, incluyendo un atractivo repertorio en el que entrelazaban sus manos la ópera, la zarzuela y algún toque singular. En la parte negativa, aunque extremadamente simbólica, el apagón a las 22.00 horas decretado por el Gobierno español de extrema izquierda y cumplida la orden con beata sumisión de sus iguales en el Ayuntamiento de Palma.

El recital comenzaba a las 21.30 y mientras duraba la primera parte ¡luces fuera! Con el consiguiente apagón de este monumento medieval. Así que a las 22.30 comenzaba el descanso a oscuras en las murallas del castillo. Es lo que tiene llegar al poder la extrema izquierda, y además bolivariana.
¿Qué les costaba respetar la excepcionalidad de un encuentro musical en un punto histórico y monumental de la ciudad? ¿Tan grave era apagar las luces un par de horas después debido a lo singular del momento? Lo positivo, la luna llena señoreando en el cielo e iluminando las aguas de la bahía.

Como no hay mal que por bien no venga, al menos el castillo ensombrecido permitía a la música brillar ante la oscuridad y la confusión del presente. La orquesta, prácticamente exhausta después de una temporada tan densa, a pesar de ello nos regaló esos momentos preciosos como las oberturas de El barbero de Sevilla y Nabucco, además de los preludios de El tambor de granaderos y La revoltosa. Diré, que cada vez me importa más el recital lírico, por su cualidad de poner en valor las singularidades de la ópera y la zarzuela; además con la creciente presencia de voces internacionales que no tienen por qué compartir nuestro temperamento. A los pancatalanes, esto tiene que joderles un montón, que también es motivo de satisfacción.

Tampoco era descartable la belleza del duelo musical entre una china y un estadounidense en estos tiempos de nueva guerra fría entre China y EEUU. De manera que la velada trascendía incluso sus iniciales intenciones. Y esta vez China ganaba la mano a EEUU, porque Ziyi Dai fue la gran revelación. Sin menosprecio alguno, por supuesto, a la calidez de la voz de Owens, que tan exquisita se complementaba en momentos sublimes como en La viuda alegre, La bohème, Elisir d’amore o Todas las mañanitas. Uniéndose a momentos estelares de la soprano como Glitter and be gay o Melodía sentimental, ambos momentos singulares firmados por Leonard Bernstein y Héctor Villa-Lobos. Noche preciosa, en definitiva, cargada de simbolismo.

Los italianos Rossini, Puccini, Verdi, Cardillo y Donizetti, uniéndose a los españoles Chapí, Vert, Soutullo, Penella y Moreno Torroba; el brasileño Villa-Lobos; el austrohúngaro Lehar y el estadounidense Bernstein que ahí estaban unidos sobre el escenario en gesto atemporal a modo de dar el grito universal de concordia en contraste con el apagón intransigente de Bellver.

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