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EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Antes Los 40 y ahora los Premios Max: solo buscan que les paguemos la fiesta

La razón del malestar de cinco asociaciones es sencilla: la penosa situación del sector y el insulto que se produce con una inversión de 200.000 euros públicos para un acto privado

Cinco asociaciones de artes escénicas de Baleares deciden no participar en la gala de los Premios Max

El Teatro Principal de Mahón acogerá el 6 de junio la gala de los Premios Max

El 2 de junio se anunciaron los finalistas de los XXV Premios Max de las artes escénicas, cuya gala se celebra el 6 de junio en el Teatre Principal de Mahón. La cosa no parece haber gustado a cinco asociaciones de Baleares vinculadas con las artes escénicas, tal que Apcib, Apdib, Aaapib, Illescena, que no me acuerdo de la quinta. Son colectivos que reúnen a los circenses, a los danzantes, a los intérpretes y a las empresas baleares productoras de las artes escénicas. Ahora me acuerdo del quinto colectivo, porque reúne a los dramaturgos. Todas ellas han decidido no participar, ni en actividades que tengan que ver con este paripé y por supuesto tampoco en la gala.

La razón es bien sencilla: la penosa situación del sector y el insulto que se produce con una inversión de 200.000 euros públicos para un acto privado, puesto que lo promueve la SGAE, una sociedad efectivamente privada.
¡Sabían ustedes que tiempo atrás la SGAE ofreció a la propiedad familiar del Auditórium de Palma 5.000 millones de pesetas por su compra? ¿Saben que si la isla fuese un Lander alemán el Auditórium de Palma recibiría una cantidad similar, con la única condición de programar alta calidad? Este es un hecho incontestable, aunque no somos alemanes, mal que les pese a los teutones que siempre han deseado hacerse con la isla.

La propiedad dijo no, gracias. Está demasiado próximo el legado de Marc Ferragut, hijo ilustre de Inca. En cuanto a las ayudas públicas, baste decir que para el Ayuntamiento de Palma el Auditórium es una gran superficie y además en primera línea, así que a pagar un IBI escalofriante. Ni ayudas ni exenciones, pese a que hablamos del primer teatro del archipiélago, todo él auténtico templo de la cultura con medio siglo de historia a sus espaldas.

Argumentan los disidentes su negativa «dada la penosa situación del sector agravada por la gestión política», que se traduce en la desaparición de los circuitos TalentIB, financiación «ridícula» de FiraIB! , «retraso de todos los procedimientos», incluso mal financiado el Institut d’Indústries Culturals (ICIB). Un desamor, vamos. El Govern, alarmado, decide reunirse con estas asociaciones y la respuesta que recibe, «tenemos la sensación de que van entendiendo que la idea de estos premios, con el historial de desprecio a las islas, no es del todo acertada». ¿Qué se esperaban?

Los premios de ámbito nacional, sea cual sea su especialidad, siempre han sentido menosprecio por la periferia y solamente han utilizado su pedestal, para que les paguen generosamente la fiesta. Nada más. Absolutamente.

Recuerdo a finales de los años 90, cuando tuvo lugar en Palma el ciclo de música culta, El Mundo Sinfónico que durante dos ediciones nos procuró veladas de auténtico ensueño. Llegados a ese punto, nos convocaron a una rueda de prensa para anunciar que necesitaban 5.000 millones de pesetas o lo que es igual 30 millones de euros en moneda actual para seguir adelante. De lo contrario emigraban a otra parte que en definitiva fue ninguna, puesto que tanto en Bilbao, Sevilla, Barcelona y Madrid, como en Palma, apenas había voluntad de poner tanta pasta sobre el tapete.

Debo decir que nunca había recibido tantos correos como ahora para dejar constancia de los XXV Premios Max, lo que evidencia el despliegue a lo grande de sus agendas para garantizar la máxima difusión. Me he limitado a no contestar a ninguno de ellos, incluyendo los que me invitaban a pedir una acreditación para la gala. Los Premios Max, como los Fotogramas o los Onda, son un compadreo entre Barcelona y Madrid con raras excepciones. Así ha sido siempre y eso no va a cambiar. La gala de los XXV Premios Max va a ser retransmitida por La 2 de TVE, como ya ocurriera con la gala de Los 40 en el Palma Arena. Solo buscan que les paguemos la fiesta con el argumento típico: ¡es una promoción importante para la isla!

Entiendo el estupor de las asociaciones baleares, de la misma manera que la benevolencia del Govern para dialogar debido a que la interlocución cuenta con Catalina Solivellas, directora general de Cultura. Pero nada cambiará si el Govern no entiende lo trascendente que es apoyar a las artes escénicas en suelo balear. También diré, que esos 30 millones de euros sugeridos por los interesados promotores de El Mundo Sinfónico no eran descabellados, si hubieran provocado que tomásemos conciencia de la importancia de ser lo suficientemente ambiciosos como para promover un acontecimiento capaz de convertir Baleares en centro de atención a escala planetaria, como así sucede con el Festival de Edimburgo. ¿Alguien es capaz de imaginarlo?

En el pasado, dejamos pasar el Festival Internacional de Teatro de Palma y también la Temporada de Ballet de Mallorca. Y así no hay manera.