Patinazo del director de Cultura de Aragón: «El Parque Primo de Rivera…, perdón, es la edad»
El Parque Primo de Rivera en Zaragoza cambió de nombre en 2010 por Parque José Antonio Labordeta
El director general de Cultura confunde a Miguel Primo de Rivera con su hijo, José Antonio
El director general de Cultura de Aragón y ex miembro del Partido Comunista, Pedro Olloqui, llama José Antonio Primo de Rivera al Parque Grande José Antonio Labordeta, en Zaragoza, confundiendo al dictador Miguel con su hijo, fundador de la Falange y fusilado al comienzo de la guerra civil por el bando Republicano.
Muchos aún creerán, como el actual director de Cultura de Aragón, Pedro Olloqui, que el anterior nombre del Parque Grande (como lo conoce la mayoría de los zaragozanos), es un homenaje del franquismo al fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, fusilado por el bando republicano en la guerra civil a los 33 años. Sin embargo, el Parque Primo de Rivera se refería a su padre, Miguel Primo de Rivera, quien lo inauguró oficialmente en 1929.
De ahí tal vez que cuando el director de Cultura de Aragón, Pedro Olloqui, se haya referido por un lapsus linguae al Parque Grande José Antonio Labordeta (como se conoce hoy), por Parque Primo de Rivera, les haya cambiado la cara a todos los que se encontraban con él, como si el director de Cultura hubiese pronunciado un anatema.
Una confusión de la que ha sido víctima él mismo por partida doble, puesto que al tratar de aclarar el motivo de su confusión, lo ha arreglado aún más refiriéndose a él como «Parque José Antonio Primo de Rivera».
Primo de Rivera: Miguel y José Antonio
Un lapsus el de Labordeta por Primo de Rivera que ha intentado justificar, minutos más adelante, en la rueda de prensa celebrada este miércoles en la presentación de la Feria del Libro de Zaragoza, por cuestión de «edad».
Olloqui ha quitado hierro al asunto con naturalidad, tras el silencio que se ha hecho y las caras de asombro entre el resto de personas que han participado en la presentación, como la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, Sara Fernández; el de izquierdas de Chunta, José Manuel Latorre, actual diputado delegado de Archivos y Bibliotecas de la Diputación de Zaragoza, así como el presidente de Comisión Permanente del Libro de Zaragoza (COPELI), Rafael Yuste.
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Como decimos, el director general de Cultura se ha salido por la tangente con espontaneidad, y ha despertado una carcajada colectiva ante el desliz, teniendo en cuenta que Olloqui además militó anteriormente en Izquierda Unida (IU) y en el Partido Comunista, y cuyo nombramiento por el popular Jorge Azcón sorprendió a muchos, dado que además el Gobierno de Aragón, lo iban a integrar el bipartito PP y Vox.
«José Manuel (refiriéndose al diputado delegado de Archivos y Bibliotecas de la Diputación Provincial de Zaragoza, de Chunta) se ha alarmado mucho cuando he dicho Parque José Antonio Primo de Rivera, y yo también, porque revela que tengo una edad casi milenaria», ha expresado. «Me vais a disculpar y no me lo tengáis en cuenta, me pasa con otras calles», ha añadido.
El Parque Grande (Zaragoza)
Como decimos, este parque equivalente al Retiro de Madrid, o al Parque de María Luisa de Sevilla, fue inaugurado en Zaragoza en el penúltimo año del Directorio Civil presidido por Miguel Primo de Rivera. Un periodo bastante desconocido de la historia reciente de España, en el que, en el transcurso de su dictadura, se produjo un importante crecimiento económico, invirtiéndose como nunca antes se había hecho en nuestro país en obras públicas, escuelas e infraestructuras.
De ahí, que llegado el momento, en la inauguración oficial, se bautizase como Parque Primo de Rivera, a este colosal parque que fue hasta 2008 el más grande de la ciudad. Un nombre que cambió en 2010, para rendir homenaje al cantautor y político José Antonio Labordeta, un día después de su fallecimiento el 19 de septiembre de 2010, siendo alcalde el socialista Juan Alberto Belloch.
Por lo que hay que advertir, en estos años de histeria colectiva sobre la redenominación de los espacios públicos, que en el momento del cambio de nombre no se hizo por imperativo de ninguna Ley de Memoria Histórica o Democrática (en ese momento el último concepto no existía todavía ni en el imaginario colectivo).
Máxime además cuando ni al padre ni al hijo les afecta (aunque vulgarmente la izquierda quiera dar a entender que sí) ninguna de las dos leyes, puesto que además Miguel Primo de Rivera falleció en 1930, es decir, incluso antes de la proclamación de la II República, y a José Antonio, su primogénito, lo fusilaron los republicanos en un patio de la prisión de Alicante, al comienzo de la guerra civil, el 20 de noviembre de 1936, representando, por tanto, una de las 33.000 víctimas junto a las que se encontraba hasta hace un año sepultado en el Valle de los Caídos, hoy resignificado como Cuelgamuros.