ARAGÓN

La ganadería extensiva familiar aragonesa en peligro por los ataques de oso: «No podemos sobrevivir»

El oso de los Pirineos no es autóctono, es esloveno y fue introducido por Francia y Cataluña

Los ganaderos deben cuidar las veinticuatro horas al día a su rebaño por la amenaza del oso

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Rebaño en el valle de Hecho (Huesca).
Paula Ciordia

La proliferación del oso en el Pirineo ha cambiado radicalmente el día a día de los ganaderos transhumantes. Lejos quedan aquellos veranos en los que el pastor dejaba al ganado en los puertos y se podía permitir varios meses más tranquilos disfrutando de la familia, atendiendo al rebaño varias horas al día. Ahora, estos héroes modernos que habitan las sierras desafiando las comodidades urbanitas, deben acompañar sin descanso a su rebaño si quieren protegerlo de los ataques de los poderosos plantigrados que habitan los valles pirenaicos más occidentales.

«Mi ganado este año no ha sufrido ataques. A cambio, debo estar 24 horas, siete días a la semana, 5 meses al año, durmiendo en un refugio de seis metros cuadrados, en un colchón viejo y una chimenea rota. Los que nos hemos criado en este ambiente, lo podemos llevar, pero cualquier otra persona no lo soporta», explica Luis, un joven ganadero de ovino del valle de Hecho, que con seis años acompañaba ya a su padre en las faenas del campo y ve cómo el modo de vida de antaño se ha transformado drásticamente por la presencia cada vez más notoria de los osos en estas montañas.

«El oso supone una amenaza a nuestra forma de vida y una desmotivación a incorporarse a este oficio. Así no podemos sobrevivir», explica.

El oso en el Pirineo

Desde el sindicato de Asaja en Aragón sigue alertando pasados los años de la incompatibilidad de especies como el oso con la ganadería extensiva en el Pirineo. Esta especie fue reintroducida desde Francia a finales de los años noventa del pasado siglo, tras la persecución humana continuada a este imponente y bello animal, que llevó prácticamente a su extinción.

«El oso que tenemos en el Pirineo no es autóctono, es de origen esloveno, y es mucho más agresivo. Nuestro oso se extinguió precisamente por la caza. Empezó el Gobierno francés con la introducción y siguió Cataluña. En estos valles, a los ganaderos les está acarreando importantes pérdidas económicas, hasta el punto de plantearse continuar», señala.

En lo que llevamos de verano, en Aragón, los ataques de los osos se han intensificado en el valle de Ansó y Hecho. Se calcula que en los valles occidentales oscenses de Ansó, Hecho, Aragüés del Puerto y Jasa, Aísa y Borau, hay unas cinco ejemplares de oso entre adultos y pequeños. Según Asaja, en esta zona, aunque las bajas reales no se sabrán hasta que se certifiquen las muertes, los ganaderos las cifran ya en unas veinte.

Sin embargo, como nos explican los ganaderos, el problema no es sólo las bajas en los rebaños que produce. La verdadera víctima es una manera de vivir milenaria, libre y sin control digital, que está en riesgo de extinción «por unas políticas desacertadas y desconcertantes», critican desde la Asocación Aragón es Ganadería y Agricultura (AEGA), surgida al calor del estallido de las tractoradas de este febrero, en protesta al Pacto Verde de Bruselas y la Agenda 2030.

Medidas

«Además no son las muertes, sino el estrés que les produce a los animales, los abortos y los retrasos en el celo. Las bajas reales son muy difíciles de contabilizar, porque no siempre podemos encontrar el cadáver, puesto que algunos animales se esconden y no aparecen», señala el secretario general de ASAJA, Ramón Solanilla, a OKDIARIO.

Desde este sindicato, piden que sean «sacados del territorio» los ejemplares más «problemáticos» e incluso proponen una medida más drástica: «Que se elimine esta variedad genética en futuras generaciones».

En un comunicado emitido esta semana, el sindicato exigía además la mejora de protocolos de convivencia con la ganadería extensiva. En éste se preguntaban «qué futuro tiene la reintroducción del oso en el Pirineo si esto supone la desaparición de la ganadería extensiva».

Además, exigen al Gobierno de Aragón que faciliten a los ganaderos la información de dónde están los osos, para que puedan estar estar alerta de su presencia: «No somos furtivos, somos ganaderos. Esta información no quieren dárnosla por si los matamos, pero nosotros lo que queremos es saber dónde está para proteger a nuestro ganado. Necesitamos una colaboración directa entre agentes de la patrulla-oso y ganaderos».

Ganadero vs. oso en el Pirineo

El mundo bucólico de los serranos recreados por Cervantes languidece. Parafraseando la canción de Malos tiempos para la lírica, podríamos decir que tampoco son buenos momentos para la ganadería extensiva. «Vivimos momentos muy difíciles», coinciden los ganaderos trashumantes sumidos en un hartazgo general por un trabajo extremadamente sacrificado que desempeñan a contra corriente, y casi en solitario.

La impotencia que sufren algunos ganaderos en esta zona les lleva a ni tan siquiera a compartir su testimonio. Se sienten incomprendidos. Solanilla trata de concienciar a la sociedad de que «la ganadería extensiva ha sido y sigue siendo un garante de la biodiversidad. El pastor ha modelado las sierras». «Todo lo contrario de lo que están hablando los grupos ecologistas», defiende.

Pirineo oso
Rebaño en el Valle de Hecho.

Luis, el ganadero del valle del Hecho, añade que es «la gente del valle la que damos la vida por nuestro animales. A mí me mató un oso una oveja a 300 metros. ¿Quién está dispuesto de estos ecologistas de salón a dar su vida por sus animales?». Su testimonio recuerda al de las personas que viven de la tauromaquia. Ambos sufren los ataques sin piedad de grupos ecologistas que los criminaliza.

En el valle de Hecho son unas nueve familias las que viven de la ganadería extensiva. En el valle de Ansó otras diez. «Mujeres, hijos, somos veinte familias sólo en esta zona. En los últimos años, nos hemos incorporado siete jóvenes. Hemos apostado por esto, ¿y ahora? Esta situación nos está poniendo al límite, no podemos conciliar como antes. Y nuestras familias sienten miedo de que nos quedemos en solos en el refugio por si nos mata un oso», explica.

Por otro lado, desde Asaja plantean un problema emergente por el aumento de los osos en esta zona: «Son valles con atractivo turístico. Tener a estos animales así es un peligro». Un hecho que esta misma semana ha saltado a la palestra en Cantabria. La mayor presencia de estos preciosos y poderosos seres salvajes, ha hecho que la comunidad esté trabajando en actualizar con la Fundación Oso Pardo su plan de conservación, para lograr la «coexistencia» en zonas que también están experimentando un aumento en el turismo.

¿Un impulso a la despoblación?

En el otro extremo del Pirineo aragonés la realidad es aparentemente algo diferente. Okdiario conversa con Ramón, un ganadero de la zona del Turbón, que convivió durante años con una osa hasta que en 2020, en una cacería, un cazador la mató por supervivencia, al no advertir que era un plantígrado y cuando la avistó no tuvo capacidad de reacción más allá que dispararla para salvar su vida.

Ramón nos cuenta que ahora está a punto de jubilarse, pero que «nunca habría dejado de tener el ganado por la osa». «Yo entiendo a otros ganaderos que están en un puerto con la amenaza de más osos y que además no tienen siempre a un pastor con el ganado», explica. «Mi caso fue diferente y mi experiencia con la osa no fue traumática», relata.

«Para mí el problema mayor son los perros asilvestrados, que son como lobos. El oso mata por hambre, coge una presa. Sin embargo, el lobo ataca al rebaño entero», señala.

«El problema de la ganadería extensiva, y el final que se avista de este oficio milenario, no tiene que ver con el oso únicamente. El oso es uno de los problemas. Hay además un exceso de burocracia», nos cuenta.

Luis, el pastor del valle Hecho, lanza una reflexión: «Parece que nos quieran impulsar hacia la despoblación, presionándonos a que estemos cansados, desmotivados. Si la Administración y los ecologistas quieren que haya osos, que dispongan de medidas suficientes para que su presencia no nos afecte ni económica ni familiarmente. Nuestra labor en verano paradójicamente no es de pastoreo, sino de proteger al ganado día y noche frente al oso. Es absurdo y paradójico».

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