Entrevista

Un malagueño en la NASA: «Ya no basta con enviar robots a la Luna, ahora con la IA tomarán decisiones»

Federico Lozano, doctorando de la UMA, trabaja en el Laboratorio de Propulsión a Reacción con una beca de excelencia

Su objetivo: optimizar las comunicaciones de robots espaciales con inteligencia artificial

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David García de Lomana

Federico Lozano (Málaga, 1998) lleva ya dos meses en el Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL) del Instituto Tecnológico de California (Caltech), pero sigue yendo cada día con el «gusanillo» de pisar territorio NASA. Doctorando de la Universidad de Málaga (UMA), logró dos becas para trabajar en la optimización de las comunicaciones de rovers lunares con inteligencia artificial.

Llamó a las puertas del MIT y la NASA aun pensando que no obtendría respuesta, pero «si tienes financiación y los proyectos encajan, ellos están encantados de recibirte». Ahora quiere «abrir la veda» para que la agencia estadounidense siga pescando talento en la UMA.

Está a casi 10.000 kilómetros de casa, pero apunta aún más lejos. Junto a las huellas que dejarán en la Luna los próximos robots espaciales estarán las de este ingeniero de Teleco y las de los más de 5.500 empleados y 600 becarios que cada año pasan por el JPL. El objetivo es que estos astromóviles interpreten el entorno y decidan por sí mismos, sin órdenes humanas.

PREGUNTA.- ¿Siempre fue su sueño trabajar en la NASA?

RESPUESTA.- Desde chico me gustó mucho el espacio y la tecnología. Estudié Teleco, que combina muy bien ambas cosas. Quería dedicarme al espacio, pero nunca pensé en llegar a la NASA. Lo veía muy lejano. Pero vas aprendiendo más cosas, vas avanzando… y al final se puede. Si tienes un proyecto que les guste, consigues financiación y lo intentas, es posible.

Federico Lozano, en el Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL) de la NASA.

P.- Su labor en el JPL se centra en la optimización de las comunicaciones de rovers lunares con inteligencia artificial. ¿Qué importancia tiene esto en la exploración espacial?

R.- Aquí se trabaja mucho con rovers [vehículos robóticos de exploración espacial]. La misión CADRE tiene previsto enviar tres rovers a la Luna, seguramente en 2026. En el espacio, las comunicaciones son muy complejas de optimizar. Aunque tengas nodos de comunicación, éstos se van moviendo, los enlaces entre ellos son inestables y varían en el tiempo. En la Tierra todo eso es más sencillo. En el espacio se aplican técnicas más innovadoras de optimización, como las basadas en inteligencia artificial, para resolver problemas que, de forma determinista, serían mucho más difíciles de abordar. Además, a la NASA le interesa mucho la autonomía vinculada a la IA. Por ejemplo, el rover que tienen en Marte, el Perseverance. Imagínate tener que enviarle un comando cada vez que quieres que se mueva. Ese comando es muy lento: puede tardar siete, diez, quince minutos en llegar, dependiendo de la posición de Marte respecto a la Tierra. O pongamos un caso más extremo: la Voyager, que está fuera del sistema solar. Para comunicarte con ella puedes tardar horas. En este caso la Voyager ya es muy antigua, pero lo que interesa es que una nave tome decisiones autónomas, que decida por sí misma. Y lo mismo ocurre con los rovers. Cuando los envías a la Luna no quieres controlarlos desde la Tierra con un mando de la Play. Lo que quieres es que exploren y, en función de lo que observen, tomen decisiones de manera autónoma para que no tengas que estar pendiente, porque a lo mejor en ese momento la Tierra está rotada de cierta forma y no tienes visibilidad de la Luna. La idea de introducir IA, o en nuestro caso reinforcement learning, implica que puedan aprender de su entorno y actuar sin supervisión.

Nave Voyager. (NASA)

P.- ¿Qué papel cree que va a tener la IA en la exploración espacial a medio-largo plazo? ¿Somos conscientes del avance que va a suponer en todos los ámbitos?

R.- Es una pregunta bastante complicada. Hay muchos tipos de inteligencia artificial. Ahora lo más famoso son los LLM [large language model o modelo de lenguaje a gran escala], tipo ChatGPT. Es lo que más se usa en el día a día. Pero hay muchos más tipos de inteligencia artificial. Por ejemplo, la computer vision [visión artificial], que analiza e interpreta imágenes, o el reinforcement learning [aprendizaje optimizado], que es en lo que yo trabajo, para aprender del entorno y tomar decisiones por ti mismo. A medio-largo plazo, creo que la IA se usará sobre todo para la autonomía y la optimización del proceso de exploración espacial. Si quieres explorar alguna luna de Júpiter, la idea sería enviar una flota de rovers o robots que puedan hacerlo de forma autónoma. Y que, entre ellos, usen inteligencia artificial para analizar patrones del entorno y adaptarse. La IA se puede usar para tantas cosas…

P.- Además del Perseverance, el JPL tiene proyectos icónicos como el Curiosity, que aún sigue en Marte, o el helicóptero Ingenuity. ¿Qué próximos desafíos se plantean?

R.- La misión CADRE es una demostración de tecnología: enviamos estos rovers a la Luna, trabajan de forma autónoma y funcionan. En principio no tiene un objetivo científico, pero si en el futuro se quiere explorar una región específica de la Luna, el objetivo es enviar una flota de rovers que lo hagan para no necesitar humanos. Enviar personas implica garantizar sus condiciones de vida y traerlas de vuelta. Un rover no. Lo envías, y si le pasa algo pierdes dinero, pero no una vida.

‘Selfie’ del Curiosity en Marte.

P.- ¿Cuánto tarda en llegar un rover a Marte?

R.- A la Luna son seis o siete días. Llegar a Marte son varios meses [el Curiosity tardó ocho]. También depende de la posición de Marte respecto a la Tierra. Cada dos años, aproximadamente, la Tierra y Marte se alinean y se acercan, porque sus órbitas alrededor del Sol son distintas. Ésa es la ventana temporal en la que interesa enviar una misión.

P.- ¿No interesa entonces traer los rovers de vuelta a la Tierra?

R.- No, aunque ahora hay una misión, la Mars Sample Return, que busca recoger muestras de suelo marciano, ponerlas en órbita y traerlas de vuelta a la Tierra. Pero los rovers en sí son gigantes, pesan cientos de kilos. De hecho, algunos se alimentan con energía nuclear.

P.- ¿Servirán estas muestras para evidenciar la existencia de agua en Marte?

R.- Hay hielo en Marte. Ahora se está buscando materia orgánica para ver si hay algún indicio de vida en el pasado.

Casquete polar en el polo sur de Marte durante el verano. (Mars Global Surveyor)

P.- ¿Qué grado de secretismo existe en la NASA? ¿Hay recelos con la Agencia Espacial Europea (ESA)?

R.- Antes de venir aquí firmamos muchos acuerdos de confidencialidad. Te puedo contar a grandes rasgos lo que hago, pero obviando ciertos detalles. La política es no sacar a la luz más información de la necesaria. Quieren protegerse de noticias internas, como que se ha estrellado no sé qué en no sé dónde, y de información sensible. Pero con la ESA trabajan bastante. La misión Mars Sample Return, por ejemplo, es una colaboración con ellos. Se llevan bien.

P.- ¿Cómo está siendo su día a día en el JPL?

R.- Bien. Aquí hay muchos interns, gente que viene temporalmente a hacer una estancia de doctorado, unas prácticas, la tesis del máster… Se forma una burbuja bastante chula, con gente que viene con muchas ganas, mucha ilusión y muchos planes. También se hacen viajes interesantes. En cuanto al día a día… a mí me encanta venir. No suelo teletrabajar mucho. Estoy haciendo el doctorado, que normalmente es una investigación bastante personal, a veces incluso solitaria, pero aquí tenemos reuniones semanales donde discutimos las cosas. Y siempre que vengo siento ese gusanillo de estar aquí. A veces lo interiorizamos mucho, pero luego lo piensas y dices: «joder, qué chulo».

Siempre que vengo a trabajar siento ese gusanillo de estar en la NASA

P.- ¿Qué es lo que más le ha sorprendido del JPL?

R.- No esperaba que hubiera tantos interns. Me sorprendió, pero me gusta, porque cogen a mucha gente friki e inquieta de todo el mundo y la meten en el mismo sitio. Se crea una burbuja que me gusta. También me ha sorprendido la accesibilidad de la gente. Hay mucha cultura de ayudar al compañero. Si le escribes a alguien con una duda, lo más probable es que te responda y se siente contigo a tomar un café para preguntarte qué problema has tenido. Hace poco, con los incendios en Los Ángeles, muchos empleados de la NASA perdieron sus casas, y enseguida surgieron iniciativas para donar ropa y objetos de primera necesidad. Es un ambiente muy personal. Podrías pensar que lo mejor es no molestar, pero es al revés: están encantados de colaborar.

Instalaciones del JPL de la NASA.

P.- ¿Cómo ha sido el proceso de selección para optar a esta beca?

R.- Yo he venido con dos becas, porque con una sola no me daba. Por un lado tengo la FPI, que es una beca para hacer el doctorado en España. Es una convocatoria pública y puede aplicar cualquiera. La eché y a mi director tesis le encajó mi perfil, así que me contrató para hacer el doctorado. La otra beca que tengo es la de la Imfahe. Aquí hay dos fases de selección: primero escogen a los candidatos –de la Universidad de Málaga éramos 15– y luego se eligen los destinatarios de la beca. De Málaga me la han dado a mí y de Andalucía hay otras dos personas de Sevilla. Combinando estas dos becas, la Imfahe y la FPI, que también incluye una bolsa de viajes, he podido venir aquí cuatro meses.

P.- ¿Con una sola beca no se puede ir allí?

R.- Te piden unos fondos mínimos. Para poder venir cuatro meses necesitaba las dos becas. La Imfahe creo que son 5.000 dólares. Y la FPI unos 6.000 euros. Si hubiese venido un par de meses, seguramente con la FPI habría llegado. Pero si quieres venir más tiempo necesitas más, y también a ellos les interesa que vengas más tiempo.

P.- ¿Cuando le dieron la beca cómo se enteró? ¿Qué estaba haciendo?

R.- Fue bastante curioso: me escribieron y me dijeron que querían tener una reunión para hablar conmigo. Hicimos una llamada de WhatsApp y, de repente, me dicen: «Queremos anunciarte que te hemos dado la beca». Nos fueron grabando uno a uno y luego en una especie de gala final pusieron las reacciones de todo el mundo.

P.- Y una vez lo anuncian, ¿cuál es el siguiente paso?

R.- Ellos te dan la financiación y tú decides en qué invertir esa beca. Una vez tienes el dinero, es más fácil llamar a la puerta de la NASA. Cuando solicité la beca tenía que indicar un centro al que me gustaría ir, y la verdad es que no puse la NASA, puse el MIT [Instituto Tecnológico de Massachusetts]. Pero con ellos fue complicado: estaban muy ocupados y no contestaban mucho. Entonces, imagínate: tienes el dinero y te puedes ir, pero no sabes a dónde. Y empiezas a pensar: idealmente, ¿a dónde me iría? Yo pensaba en el MIT o la NASA. Creía que la NASA no me iba a contestar, pero dije: «Bueno, por intentarlo que no quede». Empecé a hablar con gente por LinkedIn y di con un contacto que se interesó mucho por lo que hacía. Si tienes financiación y los proyectos encajan, ellos están encantados de recibirte. Y así empezó. Pero fue un proceso bastante largo. Luego tienes que buscar un equipo cuyos intereses estén alineados con los tuyos, y que te acepte en su grupo de investigación. Porque aunque tú vengas con tus fondos, no es gratis: te dejan el equipo y te dedican su tiempo, así que son muy selectivos.

P.- ¿Cuánto tiempo lleva en el JPL? ¿Hay más españoles por allí?

R.- Llevo dos meses y me quedan otros dos. Estoy justo en la mitad. Ahora mismo somos cuatro españoles: un chico de Mallorca, una chica de Pamplona, otra de Madrid y yo, pero no estamos en el mismo departamento ni en el mismo proyecto. Todos somos ingenieros, aunque aquí también hay físicos. Eso en cuanto a los interns, porque también hay algún español trabajando aquí como fijo.

Centro de Control Misión Charles Elachi del JPL.

P.- Académicamente, ¿cómo es el contraste de pasar de la UMA a Estados Unidos y codearse con la élite de su sector?

R.- Depende. Obviamente, a nivel de conocimiento aquí hay cracks, pero en la UMA también hay expertos y gente muy buena. No te lo diría si no fuese así. Lo que cambia no es tanto el nivel académico, sino la parte de implementación y seguridad. Aquí hay alguien desarrollando un software que va a operar en un rover que irá a la Luna. Me parece muy loco. También tienen el presupuesto: pueden permitirse el lujo de hacer una demostración de tecnología para comprobar si lo que han hecho funciona. Es una cuestión de ser práctico, de construir las cosas de verdad. En ese sentido, es de los mejores sitios del mundo. En Málaga haces un software para un rover lunar, pero evidentemente no lo vas a lanzar.

En la UMA también hay expertos, pero aquí hay implementación y presupuesto

P.- ¿Y el contraste entre vivir en Málaga y el área metropolitana de Los Ángeles?

R.- La vida aquí es diferente. Y más cara. Lo que más me ha chocado es que aquí prácticamente no existe el concepto de pasear. En Málaga puedes ir andando al bar, a la playa… aquí las distancias son enormes. El área metropolitana de Los Ángeles tiene unos 15 millones de habitantes. Si no tienes coche, estás perdido.

Federico Lozano, con los astronautas del Artemis II.

P.- ¿Viven en una residencia? ¿Les ponen casa?

R.- Yo encontré una casa. De hecho, los caseros sólo se la alquilan a gente que esté en la NASA o en el Caltech, así que tenemos un ambiente bastante bueno. Vivo con un compañero que trabaja también en la NASA y venimos juntos todos los días.

P.- Si pudiera trabajar en una misión espacial en el futuro, ¿cuál elegiría?

R.- Tendría que pensarlo muy bien, porque ir al espacio tiene consecuencias físicas: pierdes mucha densidad ósea y aparecen enfermedades asociadas. Pero, fantaseando, si en algún momento el ser humano se plantea establecer un asentamiento en la Luna y empieza a construir, me gustaría estar ahí. Aunque es algo que aún está muy lejano.

P.- Vamos a volver, ¿no? En 2027.

R.- Sí. De hecho, la tripulación del Artemis III vino aquí al JPL. Nos hicieron una visita y estuvimos hablando con ellos, fue una charla informal. Muchas de sus misiones se operan desde aquí, desde el JPL. Se necesitan mutuamente.

El patio de Marte (The Mars Yard), en el JPL.

P.- ¿Cómo de importantes son Elon Musk y SpaceX para la NASA y cómo cree que va a retroalimentarse esa relación?

R.- No soy un experto en esto, pero la NASA usa con frecuencia los cohetes de SpaceX, que ahora mismo son los más baratos. Son fundamentales, no sólo para la NASA, sino para el mundo. Además, la NASA también está en proceso de delegar ciertas funciones de sus misiones a empresas privadas, no sólo a SpaceX. También está Intuitive Machines, por ejemplo, otra empresa privada que colabora con la NASA. Se está viendo que se necesitan mutuamente, así que supongo que seguirán colaborando.

P.- ¿Qué planes tiene cuando se le acabe la beca?

R.- Ahora en junio vuelvo a Málaga. ¿Posibilidad de volver aquí? Depende de la financiación que me den. Todavía no lo sé [entre la realización de esta entrevista y su publicación, Lozano ha obtenido la beca Fulbright para volver a la NASA seis meses más en 2026].

P.- ¿Le gustaría seguir ligado a la NASA y al mundo aeroespacial?

R.- Sí, al mundo aeroespacial seguro. Y a la NASA también, claro. Pero ahora mismo no hay una colaboración abierta entre la UMA y la NASA, o al menos entre la Escuela de Telecomunicaciones y la NASA. Lo que realmente me gustaría es abrir una colaboración entre ambas instituciones. Para mí sería increíble impulsar un canal de comunicación, abrir la veda para que puedan venir más estudiantes y haya un proyecto conjunto.

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