‘Ni una más’: una serie reiterativa y tramposa sobre un feminismo falso
Una historia sobre abusos sexuales que aporta muy poco
Es la serie número 1 en Netflix España pero, sin embargo, Ni una más es una ficción reiterativa y tramposa que se basa en un feminismo falso que no llega a puerto alguno. Se supone que es una reflexión sobre el consentimiento y las consecuencias de la violencia sexual pero no hay interés en contar una historia propia y en utilizar mecánicas narrativas originales. Un cúmulo de tópicos para mandar un mensaje excesivamente obvio que no causa ningún tipo de impacto. No ayudan tampoco unos diálogos poco creíbles, una dirección perezosa y lánguida y unos actores que, por muy de moda que estén, no dan la talla. A ver si los creadores actuales entienden que el#Metoo, o cualquier otro movimiento social, no puede ser una mera excusa argumental o un reclamo comercial para vender una serie. Eso es hacer trampa, es hablarle al espectador como si no fuese inteligente. Las historias han de ir más allá del discurso fácil. Ni una más es el enésimo ejemplo de ficción oportunista que, por cierto, llega tarde.
Trama y datos de la serie
Unos días antes de la semana de exámenes finales de segundo de bachillerato, Alma, una adolescente de 17 años, conflictiva, mala estudiante y con baja autoestima, extiende frente a la fachada de su instituto una tela blanca donde la noche anterior ha escrito en grandes letras de color rojo: Cuidado. Ahí dentro se esconde un violador. ¿Cómo y cuándo ha sucedido esa agresión sexual? ¿Quién es ese violador? ¿Quién es la víctima? ¿Es verdad lo que denuncia Alma o es mentira? Para averiguar las respuestas a estas preguntas hay que viajar cinco meses atrás en el tiempo. Ahí es donde comienza esta historia.
Ni una más es un drama adolescente basado en la novela de Miguel Sáez Carral, protagonizado por Nicole Wallace (Culpa mía) y Clara Galle (A través de mi ventana), está producida por DLO Producciones (El inmortal, Las largas sombras, Segunda muerte) y dirigida por dirigida por Marta Font, Eduard Cortés y David Ulloa.
Más de lo mismo
En el arte de narrar hay que saber diferenciar entre el tema, el argumento y el marco. El primero es la tesis, el mensaje universal que se quiere transmitir. El segundo es la historia en sí misma, vehículo para contar lo que se quiere contar; el tercero es el ámbito en el que se desarrolla todo. Por ejemplo, la guerra, en sí misma, es un marco narrativo, nada más. Otra cosa es que se reflexione sobre la naturaleza humana, la culpa del superviviente, la superación ( o no) del trauma… Con todo esto se entiende que para hacer una serie sobre las actuales formas feministas se necesita algo más que un discurso. Hacen falta buenos personajes, un punto de vista, una trama bien construida y un tema con el que cualquiera (sea mujer u hombre) pueda sentirse identificado.
Hacer una serie sobre el #Metoo sólo porque está de moda, no es solo tramposo sino también caduco y hace un flaco favor al movimiento. Esto es lo que ocurre con Ni una más, un producto con el que Netflix quiere darnos lecciones de convivencia pero que consigue, casi, el efecto contrario. Todo en esta serie es previsible desde el minuto uno. No hay empatía para con los personajes, sus situaciones y conflictos se han visto en millones de ocasiones. No aporta debate alguno y, si lo hace, tarda demasiado en llegar. No hay verdad ni en los diálogos ni en las situaciones que se exponen. Los actores tampoco ayudan. Tanto Nicole Wallace como Clara Galle son chicas que están muy de moda en la industria audiovisual pero ninguna de ellas está bien dirigida en esta ocasión.
La trama, y esto es lo peor, es increíblemente engañosa. Da demasiadas vueltas para terminar con un final tramposo y previsible a más no poder. Ante un caso como el Ni una más, uno se pregunta de dónde viene esa necesidad de algunos productores (y de muchas plataformas) de estirar historias durante ocho capítulos cuando bien podrían haberse contado mejor en hora y media. Hay que empezar a tener en cuenta que no todas las novelas son adaptables y que, en caso de hacerlo, hay que ser respetuoso con lo que se quiere contar.
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