Las personas mayores y su capacidad para adaptarse a la pandemia

Las personas mayores y su capacidad para adaptarse a la pandemia

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La Covid-19 nos ha puesto a todos a prueba. Ha revelado nuestras flaquezas, pero también ha puesto de manifiesto la fuerza de la solidaridad y el poder de reacción de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, en especial el de nuestros mayores. Es hora de sacar conclusiones de esta terrible prueba y cambiar de enfoque para mejorar nuestra atención. Con esta óptica, el Programa para las Personas Mayores, bajo la dirección científica del doctor Javier Yanguas, ha elaborado un informe para analizar las consecuencias del virus y proponer líneas innovadoras de atención a los más mayores.

Las cifras están ahí: la pandemia ha supuesto un terremoto (social, sanitario, económico…) sin precedentes en la historia reciente de nuestro país, con indiscutibles consecuencias para la salud y el bienestar de los mayores. Pero aún siendo esto así, en el informe Apuntes sobre la estrategia del Programa para las Personas Mayores en relación con la COVID-19” de la Fundación ”la Caixa” se destaca que, aunque lógicamente hayan aumentado los niveles de miedo, soledad o preocupación por el futuro, una inmensa mayoría de las personas mayores, a pesar de las dificultades, siguen satisfechas con su vida y han demostrado poseer recursos personales suficientes para hacer frente a las dificultades que les ha planteado el confinamiento y la pandemia.

Yanguas, director científico del Programa de Personas Mayores de la Fundación ”la Caixa”, destaca que, además de analizar las consecuencias de la Covid-19, el estudio subraya la necesidad de establecer líneas innovadoras y nuevos enfoques en las intervenciones para mejorar las condiciones de vida de este segmento de la población.

De las entrevistas realizadas a 3.000 usuarios del programa, se desprende que un tercio de estas personas viven solas, un factor de gran importancia para vivir una experiencia tan exigente como la del confinamiento. “Lo que resulta más difícil de calibrar —incide Yanguas— es el sentimiento de soledad. Durante la pandemia hemos estado aislados, hay una relación estrecha entre aislamiento y soledad, pero no es lo mismo. Además, es más fácil medir el aislamiento, que es algo objetivo, y mucho más difícil conocer y valorar los sentimientos de soledad”.

El documento revela que más de un tercio de los encuestados han tenido pensamientos negativos, fruto de la ansiedad, de la tristeza y del propio aislamiento; y ocho de cada diez declaran sentir miedo por el futuro. Este miedo por el futuro no es por el suyo propio, sino por el de las generaciones futuras. “Es muy significativo que estas personas (los vulnerables al virus) tengan más miedo por el futuro de sus hijos (los invulnerables al virus) que por el propio”, añade.

Las consecuencias negativas producidas por la pandemia son, por tanto, importantes, pero no deberían impedirnos ver lo que para Yanguas es un elemento muy destacable en el análisis de esta experiencia. Y es que la mayor parte de las personas mayores, a pesar de las dificultades con las que se han encontrado, han pasado con éxito el confinamiento.

Otra gran lección de esta pandemia es que la responsabilidad individual no puede desligarse de la colectiva: “La pandemia ha puesto de manifiesto que todos somos vulnerables, no sólo las personas mayores, y que tenemos un destino común y compartido. De esta salimos juntos o no sale nadie, por lo que tenemos una responsabilidad individual en un futuro común y compartido”.

El informe también es una invitación a cambiar ciertas inercias en la gestión del apoyo a los mayores: “A lo largo de los últimos 20 años nos hemos basado en modelos muy centrados en la actividad, en el hacer. Pero a medida que la vejez se alarga en el tiempo, “el hacer” queda obsoleto, necesitamos modelos basados en “el ser”, en el desarrollo de un proyecto personal con sentido y significado, y no en el mero activismo. Necesitamos dar sentido a lo que hacemos”.

Así pues, es necesario establecer nuevos proyectos en la vejez y dotarse de las herramientas necesarias para llevarlos a cabo. “Tenemos en marcha diversos proyectos, desde la digitalización de los contenidos hasta la reconversión de los centros de mayores, y también estamos estableciendo unos modelos de intervención para ayudar a los mayores a superar las pérdidas y la soledad debidas a la Covid-19”.

El programa también pretende que la vejez se vincule al bien común, especialmente teniendo en cuenta el aumento de este segmento de la población: “No podemos prescindir de la aportación de un colectivo que pronto (hacia el 2030) representará cerca del 25% de la población”, asegura Yanguas. La sociedad tiende, en efecto, a infravalorar las capacidades de los mayores y a no valorar tantos años de experiencia. “Creo que no ha sido justa ni la infantilización ni la sobreprotección ni el olvido de las personas mayores durante la pandemia. No les hemos tratado como adultos con plenos derechos que son, personas absolutamente capaces (exceptuando situaciones de dependencia severa y deterioro cognitivo, por ejemplo) de llevar las riendas de su vida”. La vulnerabilidad física frente al virus está ahí, pero eso no significa que la vulnerabilidad física sea también vulnerabilidad psicológica o social. “Las personas mayores han seguido siendo, en muchos casos, el centro de gravedad de la solidaridad familiar y nos han dado grandes lecciones de vida”.

Simone de Beauvoir en su libro La vejez afirmaba que “nos negamos a reconocernos en la persona mayor que seremos”, y pedía: “reconozcámonos en ese viejo, en esa vieja”. “Creo que es esencial proyectarnos en esa persona mayor que seremos para acercarnos a ello siquiera un poco y poder comprender al menos una parte de la vejez y de la vida”, dice Yanguas. Una anécdota: “Llamamos desde el Programa para las Personas Mayores a una señora de 93 años de Barcelona para ver cómo estaba y, cuando le preguntamos si esto de la pandemia era como una guerra, se rio. Dijo que una guerra como la que ella había vivido era algo mucho más grave. Que esto (por la pandemia), no tenía nada que ver con una guerra, que lo íbamos a pasar mal, pero que la superaremos”.

Ilustración: Daniel Castiñeiras

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