Obituario | Pepe Oneto, el periodista del Cambio

Murió con las botas puestas

Pepe Oneto
El periodista Pepe Oneto @Getty
Manuel Cerdán

Aunque ayer se me adelantó Pablo Sebastián en su blog El Manantial de República, que exudaba el cariño y respeto de un amigo, no me resisto en apostar por este titular: «Murió con las botas puestas». Como el general Custer y sus 268 soldados que fallecieron en Litle Bighorn, Pepe Oneto aguantó hasta el final mientras agotaba sus horas en la UCI de un hospital donostiarra. Su último artículo lo escribió el pasado 29 de septiembre, tumbado en la cama del centro hospitalario, desde un ipad que siempre llevaba a cuestas.

Lo del ipad y Oneto era todo un sufrimiento para sus acompañantes. Lo recuerdo como un poseído con su tablet por las calles de Kristiansand (Noruega) o de Göteborg (Suecia) buscando una hamburguesería para conectarse a la línea de wifi y poder tuitear o mandar su artículo a Madrid. No desistía y siempre cumplía con su compromiso editorial aún hallándose en la otra parte del mundo, en Panamá, Brasil o Cuba.

Oneto, que ha sido todo en el periodismo español -un icono de la libertad y de la independencia durante los años del cambio democrático-, ya cumplidos los 77 años en marzo, seguía en primera línea al pie del cañón como cuando se presentó en 1967 en la redacción del diario Madrid, recién llegado de Cádiz. No le importaba la adulación de sus años dorados de director de las revistas Cambio16 y Tiempo, de director general de publicaciones en el Grupo 16 y el Grupo Zeta o de los Sevicios Informativos de Antena 3. Él seguía escudriñando la información con sus artículos y sus colaboraciones en radio y televisión. Y jamás daba un ‘no’ por respuesta cuando lo invitaban a foros, conferencias o mesas de debate. Todo generosidad.

Un autor prolífico

Pero además Oneto nos ha dejado la biblioteca de casa bien surtida de excelentes libros sobre la reciente historia de España. De una veintena de títulos, destacaría: Cien días en la muerte de Francisco Franco (1975), Los últimos días de un presidente, de la dimisión al golpe de Estado (1981), La noche de Tejero (1981), Adónde va Felipe (1983), El secuestro del Cambio (1984), Veinte años que cambiaron España (1999) y 23-F. La historia no contada (2006).

Oneto (Premio Nacional de Periodismo), que fue siempre un periodista respetado-temido por todos los inquilinos de La Moncloa por su pluma afilada y sus comentarios sarcásticos, tuvo la sensatez de no convertirse en el típico gilipollas henchido de soberbia y poder. Lo he comprobado paseando por la calle con él cuando se le han acercado sus seguidores a hacerse una foto o a felicitarle por su trabajo. Siempre emanaba simpatía aún teniendo que escuchar comentarios sobre su mecha dorada.

Con Franco todavía en El Pardo -tan de moda ahora para los ignorantes-, Oneto desde sus comienzos en la delegación de France Press o en el diario Madrid (1967) siempre demostró, en plena Dictadura, la valentía y el arrojo de los buenos periodistas. Me río de quienes ahora reniegan tanto de la Transición. Habría que ver a los Iglesias, Monteras o Errejones jugarse el tipo ante la censura franquista o después ante el posfranquismo del presidente Arias Navarro, desde la dirección de Cambio16 (1976-1985).

Como detrás de un gran hombre siempre destaca una gran mujer -pido perdón de antemano porque con los nuevos cánones feminista desconozco si este aforismo puede calificarse de machista- detrás, al lado y delante de Pepe siempre estuvo su esposa Paloma. Sin olvidar a su hijo Erik, a su nuera Ana Belén y a su nieto Adrián. El chavalote dentro de unos años podrá jactarse con orgullo que su abuelo fue el periodista José Oneto.

Y para terminar, un recordatorio para jóvenes y futuros periodistas a fin de que puedan valorar la importancia de Oneto en los derechos adquiridos por los profesionales de la comunicación. En 1986, tras un encontronazo con el editor de Cambio 16 que propiciaba una operación política en España y para ello no dudaba en poner a su servicio la revista más importante del país, su entonces director José Oneto lo demandó ante un tribunal de Madrid. Con un par. Reclamaba el derecho a la cláusula de conciencia por el abandono de los principios que había inspirado el nacimiento de Cambio 16.

Oneto ganó la reclamación después de soportar cómo le censuraban, mutilaban sus artículos semanales y le retiraban su colaboración en Diario16. El artículo 20 de la Constitución de 1978 reconoce a los periodistas la cláusula de conciencia, que «tiene por objeto garantizar la independencia en el desempeño de su función profesional». Para los de Podemos: la vieja Constitución también tiene cosas positivas y los viejos profesionales también se jugaron el tipo.

*José Oneto será enterrado esta tarde en el cementerio de San Fernando (Cádiz).

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