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Un trabajo de investigación firmado por expertos de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, Estados Unidos) asegura que los adultos jóvenes con alteraciones del estado de ánimo o depresión tienen mayor riesgo de padecer además del corazón y desarrollar enfermedades cardiovasculares.

Los científicos han llegado a esta conclusión tras analizar datos sanitarios de más de medio millón de personas de edades comprendidas entre los 18 y los 49 años. Este hallazgo se suma a numerosas evidencias previas que relacionan la depresión en jóvenes y personas de mediana edad con la (mala) salud cardiovascular, y sugieren que ese vínculo probablemente se establece en los primeros años de la vida adulta.

Los datos se han dado a conocer en el último número de la revista oficial de la Asociación Americana de Cardiología (AHA).

Además de la relación entre salud mental y cardiovascular, los autores indican que cuantos más días pasan las personas deprimidas o con “mala salud mental” mayores son las tasas de infarto de miocardio, ictus -infarto cerebral- y factores de riesgo cuando se comparan con las de personas que no tienen condiciones que afecten a su salud mental.

Garima Sharma, directora de la investigación y profesora en la Universidad Johns Hopkins, explica que cuando una persona se siente estresada, ansiosa o deprimida, se siente sobrepasada, y la tasa cardiaca -el ritmo al que late el corazón- y la presión arterial se elevan. “También es frecuente que sentirse deprimido lleve a tomar malas decisiones en el área de la salud, como fumar, beber alcohol, dormir menos y dejar de realizar actividad física, condiciones que dañan la salud del corazón”, añade.

El equipo extrajo datos de una base de datos del sondeo Sistema de Monitorización de Factores de Riesgo relacionados con la Conducta, que incluye información de 593.616 personas, recopilada entre 2017 y 2020. Entre otras preguntas, incluía cuestiones relacionadas con diagnóstico de depresión, días de estado de ánimo afectado e historia de salud cardiovascular (infartos, ictus, dolor en el pecho), así como factores de riesgo cardiovascular: hipertensión, colesterol elevado, sobrepeso u obesidad, consumo de tabaco, diabetes, falta de actividad física y dieta inadecuada. Las personas que tenían dos o más de esos factores se consideraron sujetos con mala salud cardiovascular.

Uno de cada cinco participantes declaró tener depresión o bajo estado de ánimo. En total, esos eran los que tenían peor salud cardiovascular cuando se les comparaba con las personas que no declaraban haber tenido esos problemas.

El estudio desveló que entre quienes habían experimentado alteraciones de la salud mental en el mes anterior a la recogida de datos, quienes sufrieron estos problemas durante 13 días o menos tenían una probabilidad 1,5 más elevada de padecer enfermedades cardiovasculares. Para quienes los días de estado de ánimo bajo eran 14 o más, el riesgo era el doble.

Yaa Adoma Kwapong, investigadora de la misma universidad, ha declarado al divulgarse el estudio que en la relación entre la depresión y las cardiopatías hay una retroalimentación mutua, ya que la depresión incrementa el riesgo de padecer enfermedad cardiaca y, a su vez, quienes viven con enfermedades del corazón tienden a desarrollar depresión.

“Nuestro trabajo sugiere que debemos priorizar el cuidado de la salud mental en los adultos jóvenes, y quizá incrementar el cribado y el seguimiento de la salud cardiovascular en personas con alteraciones de la salud mental, y viceversa, para mejorar la salud del corazón en general”, ha añadido.

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