¿Qué factores impiden que funcione un programa contra la obesidad infantil?
Dos estudios publicados en una revista científica analizan los programas que se han puesto en marcha para combatir la enfermedad
La obesidad infantil es un problema de salud pública: la tasa crece más de un 40% en España
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Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de numerosas sociedades científicas. De acuerdo con la OMS, en 2022, 37 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso. El mismo año, 2500 millones de adultos de 18 o más años tenían sobrepeso, de los cuales más de 890 millones eran obesos. Esto significa que el 43% de los adultos de 18 años o más (un 43% de hombres y un 44% de mujeres) tenían sobrepeso, lo que supone un aumento muy marcado con respecto a 1990, cuando el porcentaje de adultos de 18 años o más con sobrepeso era del 25%.
Ya se han publicado trabajos que muestran que los programas antiobesidad que abordan la enfermedad desde una perspectiva global, que implica a las familias y cuenta con medidas educativas, con al menos 26 horas de contacto en periodos de tres a doce meses, son eficaces para tratar la obesidad en niños. Mona Sharifi, profesora de la Universidad de Yale (Estados Unidos) y autora de uno de los estudios, ha declarado: «Tenemos opciones terapéuticas que funcionan, pero hay barreras sistemáticas para el acceso, y tenemos que eliminarlas rápidamente».
El coste, principal barrera
El coste es una de las preocupaciones más extendidas, incluido el gasto en medicamentos. En el primero de estos estudios, los colaboradores de Sharifi analizaron el coste de entrar en un programa (avalado por las autoridades y las sociedades científicas) contra la obesidad para las familias de los pacientes y para la sociedad. Para hacerlo, desagregaron cada parte del programa: personal sanitario implicado, material necesario… y calcularon su coste al detalle. En la partida de gastos de la familia incluyeron transporte, cuidados de los niños y otras necesidades derivadas de haberse incorporado al programa.
Luego usaron esos datos en un modelo de simulación que proyectaba los resultados a diez años.
Así descubrieron que el ahorro generado por la mejor salud de esos niños hacía que los programas resultaran muy rentables, previniendo 12.100 casos de obesidad y 7.080 casos de obesidad severa. Proponen extenderlos y facilitar acceso a las familias con menores recursos financieros.
En el segundo estudio los investigadores han evaluado un programa lanzado por la propia Universidad de Yale. Para hacerlo, han recopilado las opiniones de profesionales sanitarios participantes, extendidos por 30 hospitales de Estados Unidos, buscando las barreras que impiden que los programas tengan éxito.
La colaboración con entidades locales, colegios y gimnasios, que colaboraron en muchos casos, resultó ser un factor importante para el éxito, mientras que la barrera más importante fue la «inseguridad financiera». De hecho, fue el motivo que explica la mayoría de los casos en los que los programas no se han puesto en marcha o no se han prolongado en el tiempo.
Según Sharifi, «si un niño se rompe un brazo, la familia acude al médico, y las compañías aseguradoras se hacen cargo del coste de la atención; no resulta tan fácil cuando se trata de programas sobre comportamiento y estilos de vida (como los programas para combatir la obesidad)».