Conectar ejercicio y cerebro

Nadar para aprender palabras: así impacta el deporte en los trastornos del lenguaje en niños

El ejercicio físico tiene un impacto neurofisiológico directo, ya que promueve el flujo sanguíneo cerebral y la formación de sinapsis

Niños deporte lenguaje
Una niño en una piscina aprendiendo a nadar.
Diego Buenosvinos
  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

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Nadar durante tres minutos después de trabajar el vocabulario y combinar la narración de un cuento con movimientos corporales han demostrado mejoras inmediatas de los trastornos del desarrollo del lenguaje (TDL), que afectan aproximadamente al 7 % de las niñas y niños en edad escolar, según investigaciones internacionales.

Estas dificultades, que van desde problemas de pronunciación hasta trastornos más complejos, como el trastorno específico del lenguaje (TEL), tienen impacto en la vida académica y social de los menores. Actividades como caminar o nadar generan cambios neurofisiológicos que mejoran funciones cognitivas clave para el desarrollo del lenguaje, lo que favorece la retención de palabras y la resolución de problemas desde las primeras sesiones de actividad.

«El ejercicio físico tiene un impacto neurofisiológico directo, ya que promueve el flujo sanguíneo cerebral y la formación de sinapsis, lo que favorece el aprendizaje y las funciones cognitivas», explica Llorenç Andreu, catedrático de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad Oberta de Cataluña (UOC) e investigador del eHealth Center.

Según Andreu, «la actividad aeróbica tiene un impacto directo en el cerebro, puesto que fomenta el desarrollo de conexiones neuronales nuevas y mejora la plasticidad cerebral». Estos cambios facilitan la atención, la memoria y el aprendizaje de palabras nuevas, habilidades esenciales para las personas con trastornos del lenguaje. Aunque los estudios específicos sobre esta población son limitados, los beneficios en les funciones cognitivas generales están ampliamente documentados.

«El tipo de ejercicio tiene impactos diferentes en las funciones cognitivas», añade el catedrático de la UOC. El ejercicio aeróbico se define como una actividad física cardiorrespiratoria repetitiva que aumenta la frecuencia cardíaca mediante el uso de oxígeno. Actividades como caminar, nadar o montar en bicicleta destacan por su capacidad para mejorar esa frecuencia de manera sostenida. «Estas actividades están asociadas con mejoras en la atención, la resolución de problemas y la función ejecutiva», señala Andreu. Un estudio de metaanálisis de la Universidad de Kentucky encontró que las intervenciones de ejercicio aeróbico llevan a mejoras significativas en el rendimiento académico en niños en edad escolar; por ejemplo, en el promedio de las calificaciones, en el coeficiente intelectual y en el rendimiento en matemáticas, lectura, ciencias e inglés.

En contraste, los estudios sobre el impacto del ejercicio anaeróbico en las capacidades cognitivas no han sido concluyentes. Algunos han demostrado que ejercicios anaeróbicos de alta intensidad, como el levantamiento de pesas o los esprints, pueden ser más beneficiosos para la cognición que el ejercicio aeróbico en adultos jóvenes. Sin embargo, otros estudios con niños y adultos no encontraron beneficios cognitivos relevantes, incluso algunas investigaciones sugieren que podría tener efectos negativos en las tareas cognitivas.

Nadar para aprender palabras

Los ejemplos prácticos de los beneficios del ejercicio son múltiples y están ampliamente documentados. Un estudio de la Universidad de Delaware evidenció que niños preescolares que nadaron durante tres minutos tras aprender palabras nuevas retuvieron significativamente más vocabulario que aquellos que descansaron.

En una escuela en Australia, una niña con retraso en el desarrollo del lenguaje participó en el programa Active Early Learning, que combina actividad física con aprendizaje estructurado. Durante un ejercicio que incluía la narración de cuentos y movimientos para imitar animales, esta niña comenzó a repetir palabras clave del relato, algo que no había logrado antes. Este pequeño avance no solo mejoró su vocabulario, sino que también transformó su confianza y facilitó su integración social.

Además de la mejora en los trastornos del lenguaje, otros programas, como el Special Olympics Unified Sports Soccer Program, demuestran el impacto global del ejercicio en la cognición y el bienestar social, particularmente en casos de discapacidad intelectual, en los que se ha detectado una mejora de funciones cognitivas esenciales como la memoria de trabajo y la flexibilidad cognitiva. En este programa, llevado a cabo en Cantón (China), adolescentes con discapacidad intelectual participaron en sesiones regulares de entrenamiento de fútbol durante más de un año. Los resultados mostraron mejoras significativas en su memoria de trabajo y sus habilidades sociales, además de un aumento en su confianza y su sentido de inclusión.

Conectar ejercicio y cerebro

Las actividades aeróbicas moderadas, como caminar, nadar o montar en bicicleta, generan mejoras significativas en la atención, la memoria y el aprendizaje. Según Llorenç Andreu, estos beneficios están respaldados por mecanismos como un mayor flujo sanguíneo cerebral, que mejora la liberación de neurotransmisores esenciales; la formación de conexiones neuronales y neuronas nuevas, y cambios en la estructura del sistema nervioso central, que refuerzan la capacidad del cerebro para adquirir nuevas habilidades lingüísticas. Incluso las sesiones de actividad física breves tienen efectos inmediatos en el aprendizaje y aumentan la retención de palabras.

El catedrático de la UOC recalca que estudios recientes muestran mejoras en la atención y el aprendizaje desde el primer momento en niños que hacen ejercicio aeróbico regularmente. Aunque la mayoría de las investigaciones se centran en menores, los beneficios del ejercicio físico también se observan en adultos, en cuyo caso ayuda a reforzar la atención y las funciones cognitivas. «Los estudios no indican una pauta terapéutica específica para la actividad física», señala Andreu, «pero hacer ejercicio aeróbico moderado entre tres y cinco días a la semana sería muy adecuado».

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