Microbiota: un cóctel de bacterias y microorganismos que guarda relación con 300 enfermedades

La microbiota intestinal influye en la salud y depende del perfil bioquímico de los alimentos que consumimos

Éste es el reto para mejorar la salud cerebral a través de la microbiota intestinal

microbiota
El estado de la microbiota va cambiando a lo largo de la vida.

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Estos días se está celebrando en la sede de la UIMP en Santander el encuentro «Avances en el microbioma humano y su modulación», una visión general y actual de la microbiota, basada en la evidencia científica.

El microbioma es el conjunto de microorganismos, como bacterias y hongos, que viven en un entorno concreto. Aunque a veces los utilizamos como sinónimos, el término microbiota hace referencia a los que viven en nuestra piel, aparato digestivo y genital, que se va desarrollando y cambiando a lo largo de la vida.

Según han recordado los expertos reunidos en Santander, la microbiota guarda relación con más de 300 enfermedades. Poder modularla para controlarlas «supone un enorme beneficio para la salud humana».

El diverso microbioma humano desempeña funciones metabólicas esenciales para la mucosa digestiva y el hígado del huésped en el cual viven esos microorganismos. La microbiota intestinal influye en la salud y depende del perfil bioquímico de los alimentos que consumimos. Determina el estado de nuestro sistema inmunológico y eso ha hecho que numerosos científicos hayan investigado cómo contribuyen microorganismos específicos a nuestra salud inmunitaria.

En estudios recientes, se ha observado que la microbiota intestinal reacciona a los cambios en nuestra dieta. Se ha visto en individuos que cambiaban de una dieta basada en carne a otra con más fibra que en solamente uno o dos días la composición de su microbioma cambia (a mejor) respondiendo a esas modificaciones.

El papel de los probióticos y prebióticos

En Santander se han abordado las aplicaciones de los probióticos, prebióticos y la transferencia de microbiotas, que puede resultar de gran utilidad en el ámbito profesional.

Como parte destacada de la jornada los alumnos han tenido la oportunidad de sumergirse en una experiencia de realidad virtual. Han podido observar la riqueza de la microbiota intestinal de manera telemática y el proceso de digestión de los alimentos fermentados, comprobando de primera mano los conocimientos teóricos sobre esta materia.

La microbiota de cada individuo «es tan única como una huella dactilar», ha explicado Ascensión Marcos Sánchez, profesora de investigación del CSIC, que ha abordado el tema de los alimentos fermentados y cómo influyen en la salud intestinal.

«La fermentación, ha afirmado, es una reacción exotérmica en la que las moléculas orgánicas se descomponen en moléculas simples mediante enzimas producidas por microorganismos». Gracias al proceso de fermentación, las bacterias acidolácticas generan distintos productos como mantequilla, queso, chucrut e, incluso, salsa de soja.

La profesora ha insistido en que el consumo de alimentos fermentados supone un “beneficio para la salud mental del huésped” debido a que «reduce la inflamación, el estrés y la ansiedad». Todos estos beneficios psicológicos proceden de la microbiota que «se modula en función del estilo de vida», ha asegurado.

El papel de la fibra

Teresa Requena Rolanía, investigadora científica de CIAL- CSIC ha
puntualizado que «cuanta más fibra contenga la dieta, mejor es la función microbiota». La experta ha lamentado que «la sociedad industrializada en la que estamos inmersos es poco consumidora de fibra». De hecho, la ingesta recomendada es de veinticinco gramos, pero en nuestro entorno y con nuestros hábitos es un nivel que no se suele alcanzar.

Juan Miguel Rodríguez Gómez, catedrático del Departamento de Nutrición y Ciencia de los Alimentos, ha subrayado la necesidad de realizar ensayos clínicos de calidad para determinar la vida útil de los probióticos.

«Teniendo en cuenta que se trata de organismos vivos, hay que garantizar la seguridad», ha precisado. El catedrático ha destacado que «hay que tener en cuenta a la población diana o los grupos sociales más vulnerables y dirigir los ensayos a esa población en concreto, es decir, mujeres, infantes, ancianos…». Por último, Rodríguez Gómez ha resaltado que debemos «ser más críticos para que los probióticos dejen de ser una idea comercial y
se conviertan en un concepto basado en evidencias científicas que se desea difundir».

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