Vicente Gil: «¿Está ya imputada Begoña Gómez? Sánchez enfanga el 9J para tapar la corrupción»

Vicente Gil: «¿Está ya imputada Begoña Gómez? Sánchez enfanga el 9J para tapar la corrupción»
Vicente Gil.

«No hay mejor defensa que un buen ataque». Este axioma de El arte de la guerra, de Sun Tzu es la actitud permanente que ha adoptado Pedro Sánchez para tapar la corrupción que le rodea, empezando por la que, presuntamente, afecta a su mujer Begoña Gómez.

En cada campaña electoral, Sánchez se supera en su miseria moral. En las catalanas montó la farsa de cinco días de retiro e implicó al propio Rey Felipe sin cortarse un pelo.

En esta campaña del 9J busca desesperadamente votos con los que minimizar su previsible derrota ante Feijóo enfangando el terreno y generando ruido y tensión con los lobos maniqueos habituales que sirven de carnaza a su electorado borrego y sectario: la «ultraderecha», Milei, Gaza, los palestinos, Israel… Política para tontos, incultos y fanáticos.

Todo en Sánchez es un delirio. El delirio propio de aquello que Erich Fromm llamó «el narciso maligno». Sánchez cumple, una a una, las características de un narcisista sociópata.

En sus delirios para mantenerse en el poder, Sánchez siempre se supera y da igual a quién use para su propio beneficio. Usar al Rey en una patraña pública o el lío que está montando ahora con Argentina e Israel le dan igual si sirve a sus intereses. A un tipo sin escrúpulos como él las consecuencias de cargarse las relaciones diplomáticas con Argentina e Israel le traen al fresco.

Sánchez hace lo que todos los dictadores han hecho siempre. Es de libro. Se cree el Estado, liga a su mujer con el Estado sin ser ella nadie, busca enemigos internos y externos permanentes para hacerse la víctima y se arroga, ante su fanática parroquia, el papel de salvador de España y de Europa frente al peligro de la ultraderecha.

Pero el peligro es él. Sánchez es un peligro para nuestra democracia, como lo pudo ser, de otra manera, el 23F o ETA. Sánchez es el mejor exponente del populismo de ultraizquierda que carcome a los «zurdos» de nuestro país.

Después de seis años levantando muros para excluir a media España y generando enfrentamientos y fracturas miserables, Sánchez no hace nada nuevo. Lo de crear tensión en campaña ya lo inventó Zapatero, su mentor e ideólogo de cabecera, cuando le dijo a Iñaki Gabilondo aquello de «vamos bien cara a las elecciones, pero necesitamos tensión».

El problema con Sánchez es su desvergüenza máxima para comprometer, incluso, al Rey o nuestra política exterior con Israel, Estados Unidos, Argelia o Argentina. Por no hablar de Marruecos, que lo tiene pillado por el móvil.

Sánchez sólo busca votos para el 9J con sus delirios iracundos, que son espontáneos porque son propios de su compleja personalidad psicológica. La típica de todos los tiranos que conocí por ahí fuera en mis años de reportero y que llevaron a sus países (fui testigo) a enormes dramas colectivos y a la ruina absoluta. Sánchez necesita el odio para sobrevivir. Pero el odio es un arma muy peligrosa.

Por eso, Sánchez no debe conseguir enfrentarnos a quienes luchamos contra su delirante tiranía con forma de democracia donde, de vez en cuando, se vota. Ni, sobre todo, liarnos cara al 9J para conseguir que perdamos el foco de lo importante.

Sánchez necesita quedarse en el poder porque es un enfermo de poder y para asegurarse, desde dentro, con Marlaska, Conde-Pumpido y el fiscal general, que su mujer no termine en el banquillo por presunto tráfico de influencias, como mínimo. Ya lo consiguió en las catalanas.

Sánchez lleva seis años creando a diario un escándalo para tapar el del día anterior. Ahora ya suelta varios fangos al día, si es necesario, para tapar la corrupción. No hemos acabado con Milei y Argentina y ya ha montado el lío con Palestina e Israel.

Mientras, eso sí, oculta a los ciudadanos si le dará a Puigdemont la Generalitat de Cataluña y se cargará a Illa después del 9J. Hoy, en el Congreso, ha dicho varias veces que no, como dijo antes del 23J que no daría Pamplona a Bildu. Illa, que conoce al sátrapa de su jefe, ya sugiere, por si acaso, que podría intentar la socioconvergencia con Puigdemont.

No perdamos el foco. Lo esencial que se vota el 9J es Sánchez, la corrupción de su gobierno, Begoña Gómez, el tráfico de influencias, el nepotismo, el hermano de Sánchez forrado y enchufado viviendo en Elvas (Portugal) donde, casualmente, los socios de la red corrupta de Koldo y de Ábalos desviaron mordidas de sus contratos amañados al mismo edificio (casualidad) de esa pequeña ciudad portuguesa.

El 9J se votan los insultos permanentes de Óscar Puente y al presidente de Adif nombrado por él, implicado en el amaño de un contrato, según la UCO. El 9J se vota a los amigos de Begoña Gómez, Carlos Barrabés y el resto de los beneficiados por la mujer del presidente.

Y el 9J se vota a Víctor de Aldama, el principal comisionista de la trama Koldo, y a su socio, Ignacio Díaz Tapia, otro habitual de Barajas, que también andaba junto a un comandante de la Guardia Civil, Koldo y Ábalos la noche del Delcygate.

El 9J votamos saber a qué se han dedicado todos estos y cuánta pasta se han podido llevar mientras nosotros estábamos confinados en casa y nos hacían salir como gilipollas -perdonen- a aplaudir a las 8 a los balcones.

El 9J nos jugamos saber qué pinta Venezuela en todo este fango y por qué todos los caminos de la corrupción de Sánchez terminan, en Falcón, en  República Dominicana.

El 9J nos jugamos saber qué pinta en esta trama pestilente de corrupción socialista un conocido espía del régimen de Nicolás Maduro, Jorge Brizuela, conocido como El Venezolano. ¿Por qué viajaban y a dónde, como colegas, en jet privado Brizuela, Aldama y Díaz Tapias? El 9J nos jugamos saber qué relación tenían Ábalos y Koldo con este personaje oscuro del régimen venezolano.

El 9J nos jugamos saber dónde está la pasta que robaron, si así fue, y qué saben Sánchez y su mujer de todo esto. La que manda es ella. No lo duden. Pedro Sánchez es sólo el marido de Begoña Gómez.

Hoy Feijóo ha preguntado tres veces a Sánchez si es verdad que su mujer está imputada ya por tráfico de influencias en un juzgado y nos lo están ocultando. Sánchez no ha contestado. Saquen ustedes sus propias conclusiones, pero no se dejen liar cara al 9J. Es todo ruido, delirio y fango.
Sánchez necesita estar hasta 2027 en Moncloa para evitar que su mujer termine en un banquillo y que se sepa el fango en el que está hundido.

Porque Sánchez es el fango mismo y su Gobierno apesta a corrupción.

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