Tomando las uvas de la marmota en la Meridiana

Cataluña
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Me voy a ir al otro año (parafraseando en plan siniestro) con el que ya es uno de los más tradicionales cabreos de nosotros los catalanes: el puto corte de la Meridiana. Porque no se lo podrán creer. En cualquier otro lugar de esta piel-de-toro no quedarían ya macetas en toda la zona donde esos cafres sin otras urgencias en la vida que fer país interrumpen por sus collons la libre circulación de los vehículos. O eso querría imaginar, que no sé, no sé.

Esta es la imagen que tengo hoy, día miércoles (como dice una parte de nuestra bendita inmigración): circula por Twitter un vídeo de hace un par de días en el que un caballero ya entrado en años se dirige indignado a otros canosos al grito de “Aneu a la merda!” repetido varias veces. Los jubiladitos de la bandera independentista, que han bajado a echar la tarde como cada día, protestan alborozados mientras unos representantes de las fuerzas del poco orden que tenemos se apresuran a reinstaurar el status quo: dejar que los vándalos de la tercera edad sigan jodiendo la vida de los vecinos y llevarse al justo con ellos, no vaya a hacerse daño alguien.

Y eso es la metáfora de lo que pasa hoy en Cataluña y de lo que acaba pasando en cualquier lugar donde la gente vive muy bien, se aburre y descubre que tiene fuertes ideales que pasan indiscutiblemente por impedir que los demás hagan lo que buenamente quieren. Especialmente ese charnego unionista o botifler que de ninguna manera ha de salirse con la suya. Es cierto, como dice una tuitera, que se lo llevan para que no haya bronca. Y, ante otro tuitero que llama a los Mossos “golpistas”, responde que qué puede hacer la policía si no cumplir las órdenes. Tal vez al señor le contengan para que nadie salga herido. Y que, aunque le dé la razón al enfurecido, no hay que ‘distorsionar’ lo que se ve ahí.

No se deja amilanar el tuitero contundente, que le espeta que le considera “golpista” (al susodicho cuerpo) por su actuación el día del golpe, no cuando defiende las resoluciones judiciales y el orden constitucional. Pero que les considera “manchados” para siempre. A lo que la tuitera, que elige la opción ‘comprensiva’, le observa que quizá en aquellos días infaustos pudieron actuar presionados. Y que deberíamos ser un poco más flexibles, porque si no es así, la cuestión “no tendrá arreglo” nunca más.

¿Podríamos decir que alguno de los dos lleva la razón? Dese luego no se puede calificar de golpista en bloque a un cuerpo por los lamentables días de aquel otoño inolvidable del 2017. Pero, lo que se ha demostrado que no funciona es que una parte siga siendo flexible y que la otra ni siquiera ofrezca sus disculpas por el espeluznante atropello. Bien al contrario: ahí los tienes cuatro años después (¡cuatro!) interrumpiendo el tráfico sin que haya más detenciones que las sufridas por los justos que han perdido tan comprensiblemente la paciencia.

Así que, en mi modesta opinión, manifiesto en plan declaración bíblica que “la ‘flexibilidad’ no nos hará libres”. Ya han visto la purga de Trapero, ese hombre. Y que debería haber muchos más valientes como este señor al que los policías se llevan preguntándole el nombre (espero que para dirigirse más personalmente a él).

Lo siento mucho, señores, pero las uvas que les recomiendo para la noche del viernes son las de ‘La ira’, marca que lamentablemente no van a ver en los supermercados. Ni siquiera en Mercadona. No para tirarles a la cabeza a esos auto complacientes “patriotas” ninguna de las macetas de las que hablo. Mayormente porque se la cargarían ustedes. Y lo saben. Pero sí la suficiente para arrebatarles la cubana de las narices y, si no para metérsela por donde les quepa, quizá para hacerla jirones y ofrecerles unos grados más de emoción de la que pensaban que iban a sentir a esas horas de la tarde.

Lo dicho. Feliz y botifler 2022.

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