¡Todo es bueno para el convento…!

¡Todo es bueno para el convento…!

En esta semana preñada con fiestas institucionales y religiosas tenía el firme propósito de no hablar del presidente del Gobierno, pero ya hay mucha hipersensibilidad y ha sido escuchar su apasionada defensa de la Constitución y saltar como un resorte.

Porque esta vez no se trata de las habituales gríngolas y martingalas que nos aparejan los políticos, sino que hay que ser un profesional del desahogo para decir que la Constitución es su hoja de ruta. ¡Después de lo que le tenemos oído a él y a sus socios! ¡Después de lo que concluyeron en el congreso de Valencia y de las decenas de propuestas de reforma, afectando incluso al Título Preliminar, que tiene presentadas el PSOE!

Y es que el verdadero peligro para nuestro entramado constitucional no son los partidos radicales y populistas, que nunca tendrán respaldo suficiente, ni los independentistas, que se circunscriben a territorios concretos, sino el rumbo revisionista que tomó el partido socialista con Rodríguez Zapatero. Antes, por ejemplo, recurrían solo teóricamente al desiderátum federalista, pero ahora, y aunque lo prohíba expresamente el artículo 145.1 de la CE, ya es objetivo irrenunciable, da igual si es en el formato simétrico, asimétrico o mediopensionista.  Pero el PSOE ya ha dejado de esconderse, y ya se reconocen como el caballo de Troya del 78.

Pues solamente con ese ejemplo ya no hay credibilidad en la defensa constitucional que pretende, pero es que a Pedro Sánchez no le importa tirar hoy contra la canasta de su equipo, si a él le van a aplaudir por encestar. Y es que todos hemos tenido el típico amigo al que todo le aprovecha. El que, de cualquier situación, por muy bochornosa que sea, sabía sacar una ventaja o provecho personal, aun a costa de negar lo evidente y de culpar a los demás de los propios actos. Y es que esta época de pocos principios es para quien carece completamente de ellos; para quien solo tiene interés en defender su propio interés y se ha perfeccionado en tocarnos su melodía hasta estar afinado como un violín de concertino.

A nadie le puede extrañar, ya que lo hace a diario y con cualquier tema: el feminismo, el ecologismo, el europeísmo… ¡Lo que sea! ¿O es que ya nos hemos olvidado de que cuando sufríamos los momentos más duros de la pandemia, llegando, en parte por sus errores, a los niveles de mortandad más altos de Europa, aprovechó para decir que había salvado la vida a medio millón de personas?

Y todavía tenemos que ver cómo se va a aprovechar del fenómeno Yolanda. Sabe que necesita una izquierda a su izquierda para mantener el poco voto comunista y rebañar los votos pasotas, perroflautas y radicales. No pueden dejar que se desinflen y se va a aprovechar de que el trampantojo Díaz les haga un 15M pijo-sindicalista al institucionalizado y encastado Podemos.

Del propio Pablo Iglesias, que va de superlisto, también se aprovechó. Para hacer la moción de censura haciéndolo pasar por necesario, para hacer la campaña electoral haciéndolo pasar por indeseable, y para meterlo y sacarlo del gobierno haciéndolo pasar por imprescindible primero y por sustituible después. ¡Y no es que Iglesias no se lo merezca! En primer lugar, porque él mismo no ha hecho otra cosa que menospreciar a compañeros, parejas y votantes, y después porque lo que firmo con Sánchez era algo parecido al pacto de Ribbentrop-Mólotov en el que Hitler y Stalin se estaban engañando mutuamente.

Desde luego que esos comportamientos falsarios e incongruentes no son muy edificantes, pero algo podía aprender Pablo Casado, que arrastrando su síndrome Filemón solo saca bofetadas de cualquier situación, y en especial de la actual guerra interna del PP. En su lugar Sánchez ya habría liquidado al alfil Teodoro, al que gran parte de sus compañeros tachan de liante murciano, y no por ser su honorabilísimo gentilicio sino por ser sujeto del verbo murciar.

Pues eso, a Sánchez esta semana le toca defender la Constitución, como le tocó envolverse en aquella enorme bandera española en 2015, como le toca gobernar o apoyarse en quien sea o desdecirse una y mil veces. Sin pudor ni vergüenza se despierta cada día encantado de conocerse y perdonándose todas las incoherencias, dispuesto a aprovechar en su exclusivo beneficio cualquier situación y asumiendo en su comportamiento aquello de “todo es bueno para el convento”, llevando una puta al hombro.

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