Soros contra Trump
OKDIARIO publicó este martes que Soros -el filántropo de cabecera de cualquier progre, el santo laico de los ateos del mundo- junto con Blackstone ha donado nada menos que 100 millones de dólares para la campaña de Kamala Harris. Las megadonaciones que apoyan su candidatura aumentan cada día de manera increíble. Hay que ver la izquierda estadounidense qué números maneja, se parece muchísimo a lo que han manejado los capitalistas de toda la vida. Un pastizal. Pero no se confundan, es un pastizal bueno porque es muy progre.
Donaciones millonarias para una candidata que no ha destacado precisamente por su brillantez como vicepresidenta. Y eso que no lo tenía muy difícil. Con un presidente literalmente perdido en multitud de ocasiones, ella no ha sabido, o no le han dejado, lucirse y desplegar sus dotes políticas, si las tuviera.
La verdad es que todo el mundo pensaba que Harris se comería a Biden en seis meses, si es que el presidente los aguantaba -quién nos iba a decir que casi llega a presentarse para la reelección- y acabaría la legislatura como presidenta de hecho y quizá de derecho. La realidad es que ha sido un tándem penoso. Para todos los que se preguntan quién ha gobernado estos años, tan sólo decir que muchos denominan este periodo como el tercer mandato de Obama. El bueno de Barack se ha encargado de colocar a su gente en los puestos clave de la administración. Alguien tenía que mandar.
Kamala Harris, como candidata, tiene las cualidades idóneas para triunfar entre el electorado demócrata: es mujer, puede parecer negra, india -de la India o arapahoe, da igual- o de Cincinnati, lo que sea más idóneo en el momento oportuno y, sobre todo, es woke woke woke. Tanto, que cuando pronuncia la palabra de moda se emociona y grita casi en trance: ¡woke, woke, woke!
Sin embargo, la vicepresidente hasta ahora no ha demostrado nada de nada en el terreno político. Fue nombrada zar de la frontera -cosas de gringos- con un éxito manifiestamente descriptible. Tanto es así, que sus partidarios niegan que tuviera esa responsabilidad en algún momento. Esto por poner un ejemplo.
Parece que los llamados poderes fácticos ya no se esfuerzan ni siquiera en disimular que tan sólo necesitan colocar su marioneta en la Casablanca. Antes, al menos, ponían a alguien con un poco más de apariencia, con más empaque presidencial. Como si fueran políticos serios. Ya ni eso.
Pero la ex fiscal general de California –estado progre hasta la náusea–, ex senadora y ahora candidata a la presidencia, compensa sus carencias con un carácter, según dicen sus ex colaboradores que se cuentan por legión, insoportable y un programa económico para llorar: control de precios, subida de impuestos, una buena dosis de intervencionismo gubernamental e impresión de una moneda constantemente devaluada. Todo esto mezclado -y agitado también en este caso- con un wokismo que haría las delicias de Irene Montero en un día de furia.
Harris en manos de Soros y el ejército de plutócratas que le apoyan es el combo perfecto para que occidente consume su suicidio moral y económico. Pero no se preocupen, que ellos no perderán nunca. El plutócrata no dona, invierte. Planned Parenthood dona infinitamente menos dinero del que ya ha recibido durante los años pasados. Por eso, la multinacional de la muerte no puede permitirse una victoria de Trump.
De entre los muchos donantes de fondos para la campaña de Kamala, Soros es el paradigma de filántropo que todo lo que da por un lado, lo recibe multiplicado a través de su entramado de empresas y fundaciones. Es una hormiguita del «dad y recibiréis». Igual que hace Bill Gates, por cierto. Los filántropos por desgracia ya no son lo que eran. Pero no sólo es eso. Además de un interés tan grosero y evidente desde que el mundo existe como es el dinero, Soros –mucho más metido en España de lo que la gente cree– siempre ha tenido una agenda política para implantar allá donde pueda acceder. Y ahora que ha puesto su imperio en manos de su hijo Alexander esta pretende ser aún más ambiciosa: más ideología de género, más movimiento LGTBI, más aborto –si cabe–, más consolidación de su versión de la democracia, más defensa de los derechos de las minorías y los refugiados, es decir, más inmigración masiva, «justicia climática» y lucha contra la desigualdad. En una palabra, lo que ellos llaman avance de la agenda progresista. Y Harris es la herramienta o el buey con el que le ha tocado arar debido a la mala gestión de la dimisión de Biden por parte del partido demócrata, así que habrá que tirar de ella para evitar que Trump llegue de nuevo al poder.
Todos nos lo jugamos todo en las elecciones americanas. Quizá Trump no sea el político de sus sueños, pero es lo que hay enfrente de toda una agenda destructiva de la cultura occidental tal y como la hemos conocido.