Si hay «masculinidad tóxica», es la de su Sanchidad

Sánchez

Irene Montero lloró de rabia cuando le dijeron, con mejor o peor estilo, que estaba donde estaba por su intimísima relación con el anterior jefe formal de su partido, pues sigue siéndolo informalmente. A pesar de que había declarado anteriormente, virtuosa ella, que al Congreso se venía ya llorado. Desatada como está, ha llegado a acusar estos días al PP, partido modoso donde los haya en su versión feijóoista, de propagar la «cultura de la violación». ¡Pero si firmaron la afrentosa Ley Integral contra la Violencia de Género! Hasta Pilar Llop, ministra de la Justicia de Sánchez, lo ha reconocido.

Uno ve lo que ha sido capaz de hacer con su estulticia y soberbia esta ultraizquierda iluminada, con sus absurdas leyes sólo sí es sí o la Trans y, realmente, con eso sólo ya no necesita nada más Sánchez para «pasar a la Historia». Ya saben que, en la conmemoración del primer aniversario de la muerte de Almudena Grandes, escritora que sólo ha merecido tanto reconocimiento y tanta estación de trenes por su militancia izquierdista, nuestro ínclito presidente reflexionó con fingido pudor que sin duda pasaría a la historia «por haber exhumado los restos del dictador». Entre otros motivos.

Y ya sabemos cuáles son esos. Aquí va una pequeña selección de tropelías. Mi amigo Daniel Gascón ofrece en El país una bonita lista de ellas del peor presidente (Zapatero ya puso alto el listón) de este país. Entre las mismas: sus dos estados de alarma inconstitucionales y el consiguiente millón de multas anuladas. O que sea el primero que le ha dicho al mundo que España  es el segundo país con más desaparecidos forzosos después de Camboya y también que es el segundo en la misma categoría después  de Birmania. Las dos cosas (falsas).

Pero a mí me tiene pasmada el extrañísimo cambio de posición respecto al Sáhara. Las cosas que podrán salir de ahí cuando ya sea posible tirar de ellas. De momento va a ser difícil porque nuestro presidente, si una cosa sabe hacer, es corromper las instituciones, sobre todo la de Justicia para que no le molesten. En un nuevo quiebro sin vergüenza, ya ha designado al exministro de Justicia Juan Carlos Campo (que tan bien le tramitó los indultos del procés)  y a la exdirectora general del Ministerio de Presidencia, Laura Díez, como nuevos magistrados del Tribunal Constitucional (TC). Si no sorprende tanto es porque su Sanchidad ya nombró fiscal general del Estado a su ministra de Justicia, Dolores Delgado. Luego colocó a Campo en su lugar y, ahora, peón como es, le pone en el Constitucional. ¡Eso son puertas giratorias! «¿La Fiscalía de quién depende? Pues eso…». Si ya avisó.

Cierto que ese vicio ya se conocía. El PP colocó anteriormente en el TC a magistrados que tuvieron el carné del partido, como el diputado Andrés Ollero. Pero él puede hacer el triple mortal. Ha colonizado Indra (“empresa encargada de los recuentos electorales y una máquina de hacer dinero gracias a la industria de Seguridad y los fondos UE”, dice Alberto Pérez Giménez en Voz Pópuli), el CIS, el INE, la CNMV y podría ir a por  el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Y, en fin, ha sido el primero en ser capaz de indultar a quienes intentaron arrebatar su nacionalidad a más de la mitad de los catalanes y dicen que lo volverán a hacer. Y ha pactado con Bildu, entre otras espantos, que se retire la Guarida Civil del tráfico en Navarra. Que ya había iniciado unos trámites Aznar, dijo. Reivindicando Sánchez y sin explicar por qué una de las peores ocurrencias del ex presidente pepero.

La de Sánchez sí sería «masculinidad tóxica» de la buena si el término fuera remotamente aceptable.

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