¿Será 2017, pese a todo, un buen año?

¿Será 2017, pese a todo, un buen año?

Dentro de lo que está siendo 2017, las cosas no van tan mal como tiempo atrás cabía suponer sobre todo después del paso atrás del crecimiento económico en 2016. Si en los meses que restan de 2017 el panorama no se complica, fundamentalmente por los riesgos geopolíticos y las tensiones nacionalistas, este año 2017 cerrará con un crecimiento de la economía mundial, en porcentaje sobre el Producto Interior Bruto, del 3,6%, mejor que el 3,2% de 2016 e incluso por encima del 3,4% con el que se despidió el año 2015. Y la verdad sea dicha, si el horizonte no se deteriora, que todo es factible al día de hoy, en 2018 la economía mundial experimentará una subida que se prevé en el 3,7%.

Por ese frente, que es el de la economía mundial en términos globales, el futuro se abre a un cierto optimismo. Conviene desglosar ese crecimiento en los dos grandes tipos de economías que cohabitan en nuestro planeta. De un lado, las economías avanzadas que van tirando, y, de otro lado, las economías de los países emergentes y en desarrollo. Los primeros, las economías avanzadas, crecerán en 2017 a una tasa del 2,2%, mejor que el tímido 1,7% de 2016 y al mismo nivel que el 2,2% de 2015. En 2018, sin embargo, se daría un retraimiento en nuestras economías cuyo auge sería solo del 2%. Los países emergentes y en desarrollo crecerán en 2017 al 4,6% y en 2018 lo harán al 4,9%. No está mal porque además se reponen de lo que había sido un aumento de su producto del 4,3% en 2015 y 2016. Por consiguiente, una primera inferencia de lo precedente es que serán las economías emergentes y en desarrollo las que irán marcando el paso en términos económicos siempre que se vayan manteniendo, más o menos, las actuales condiciones.

Como extremos positivos, pues, cabe incluir la revisión al alza de las previsiones de crecimiento, en general, para 2017 y 2018 y, concretamente, las de la Zona Euro, Japón, las economías emergentes de Asia y Europa, y Rusia. En cambio, se recortan los vaticinios de avance de las economías de Estados Unidos y de Reino Unido. En la primera, las anunciadas reformas de Donald Trump por el momento no cristalizan y la tan vitoreada bajada de impuestos no acaba de cuajar. Veremos qué ocurre en los próximos días. Sí es cierto que rebajar la carga impositiva para las sociedades estadounidenses y, en especial, la inherente a la repatriación de beneficios acumulados fuera de sus fronteras —con voluminosos fondos monetarios en Irlanda por el efecto tributación— sería un buen estímulo para que grandes conglomerados de Wall Street pagaran suculentos dividendos y se pusieran en marcha programas de recompra de acciones que harían las delicias de los inversores. Para los particulares, que el tipo impositivo de la renta se reduzca se traduciría en un buen impulso para animar el consumo y, de paso, alegrar la inflación. Claro que, por el lado contrario, los presagios sobre el déficit fiscal norteamericano se agitan.

Reino Unido se encuentra en una vía muerta en cuanto a cómo instrumentar su salida de la Unión Europea. Cuando parecía que por lo menos se iban a conocer los grandes rasgos del Brexit, a la señora May va y le coge un ataque de tos que la pobre mujer se atragantó y ahí se quedó el respetable expectante… En cualquier caso, el entorno financiero es favorable para el repunte de la actividad económica a nivel mundial. Incluso, América Latina, la Comunidad de Estados Independientes — integrando a una serie de países de la extinta URSS—, el África subsahariana muestran indicios de mejora. Como lo hacen las economías emergentes de Europa, Turquía que se rehace de tensiones y Rusia que apunta también al alza.

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