apuntes incorrectos

Señor Aznar, ¡claro que es oportuna la moción de Vox!

Aznar forjó y engrandeció la derecha apocada y temblorosa de la época. Abrazó sin fisuras el liberalismo y el atlantismo, y la dotó de un programa consistente en la reducción del tamaño del Estado, en el recorte del gasto público y en la rebaja de los impuestos.

Señor Aznar, ¡claro que es oportuna la moción de Vox!
Miguel Ángel Belloso

El insigne autor catalán Josep Plá dejó escrito hace ya mucho tiempo que la juventud es la época más estúpida de la vida. Carecemos de experiencia y sobre todo de lecturas, en caso de que se tenga una cierta afición. En mis años mozos, cuando ejercía el periodismo de trinchera y era incluso más estúpido que ahora, me dio por pensar que no había alternativa al socialismo de Felipe González, que ha sido el gobernante más longevo de la historia reciente, conservando el poder desde 1982 a 1996 tras ser derrotado por la mínima.

Cuando comentaba estas sensaciones en casa, mi padre ponía cara de póquer, como arrepintiéndose del dineral que había invertido en mi educación. Naturalmente, estaba en lo cierto. Durante la estancia de González el país prosperó -qué duda cabe-, pero convendría recordar que abandonó la Moncloa dejando la nación en un estado comatoso: un desempleo que superaba el 20%, una inflación desbocada y un déficit público del 7%, que ya entonces era un escándalo.

Aznar falló a la hora de librar con la potencia de fuego precisa la batala cultural contra la hegemonía ideológica de la izquierda y su falsa superioridad moral

Con la llegada de Aznar caí definitivamente del guindo. Me di cuenta de que había alternativa política, y de que generar prosperidad y bien común para todas las clases sociales es lo más alejado de las habilidades de la izquierda. Para mí Aznar es un tótem. Le guardaré admiración eterna. Fue capaz de que España ingresara en tiempo y forma en la Unión Monetaria contra la opinión de la mayoría, incluidos los del Ibex 35 -muchos de los cuales eran partidarios de una segunda velocidad-, del gobernador del Banco de España Luis Ángel Rojo e incluso de su propio vicepresidente Rato.

Aznar forjó y engrandeció la derecha apocada y temblorosa de la época. Abrazó sin fisuras el liberalismo y el atlantismo, y la dotó de un programa consistente en la reducción del tamaño del Estado, en el recorte del gasto público y en la rebaja de los impuestos. Apostó con una determinación no exenta de vacilaciones por la economía de mercado y por la sociedad abierta -después del largo secuestro del socialismo-, pero falló a la hora de librar con la potencia de fuego precisa la batalla cultural contra la hegemonía ideológica de la izquierda y su falsa superioridad moral. Falló clamorosamente a la hora de arreglar el sistema educativo.

Sánchez es un psicópata que tiene el récord de más muertos por la pandemia y nos condena a la depresión económica de todos los estados desarrollados

Mi admiración por Aznar no equivale, sin embargo, a que coincida siempre con sus opiniones. Por ejemplo, él sostiene que la moción de censura de Vox, que se debatirá esta semana en el Congreso, es inoportuna y que sólo contribuirá a agudizar la división de la derecha. Esto último es posible. Que es inoportuna, desde luego que no. Cuando un país está dirigido por un psicópata que tiene el récord de más muertos por la pandemia -a causa de su negligencia y de su desidia-, que nos condena a la depresión económica más descarnada de todos los estados desarrollados y que impulsa la degradación institucional más acusada de la historia, hasta el extremo de violar la separación de poderes -incurriendo en un sesgo dictatorial inédito-, la moción de censura de Vox es pertinente y está sobradamente avalada por la incuria criminal de Sánchez.

Moción obligada

Esta moción de censura era obligada desde que el felón que se sienta en la Moncloa empezó a esconder el número de muertos de la pandemia, desde que con el confinamiento brutal ha devastado el aparato productivo y desde que con sus embustes y añagazas empezó a hundir irremisiblemente la reputación del país. Esta moción de censura la tendría que haber presentado el PP, pero es evidente que Pablo Casado, rodeado de la tropa mediocre y acomplejada que sigue siendo santo y seña del partido desde que lo contaminó con su abulia y su falta de nervio moral Mariano Rajoy, se dejó comer el turrón. Se vio preterido cuando era previsible que Vox no iba a dejar pasar la oportunidad.

Tengo una enorme simpatía por Vox. La causa de su advenimiento es responsabilidad exclusiva de Rajoy, que -todo hay que decirlo- ha sido el mejor parlamentario desde la Transición, el que nos salvó de la intervención europea después de la gestión del desalmado Zapatero, el que saneó milagrosamente el sistema financiero -con la ayuda del ministro Guindos y de Bruselas- y el que reformó, menos de lo debido, el mercado laboral dotándolo entre otras cosas del instrumento de los ERTE de los que ahora quiere apropiarse el Sánchez mendaz. Dicho esto, su gestión del conflicto catalán fue pésima, ya aclaró durante el infausto Congreso del PP de Valencia que su aprecio por el liberalismo era perfectamente descriptible, y jamás ha sentido emoción alguna por el debate ideológico, que siempre le ha importado un pimiento. Como a los cerdos las margaritas.

Casado, que ganó las primarias con un discurso inconmensurable, se arruga asediado por el cainismo interno y los barones de medio pelo

De esta indolencia imperdonable es de la que nace Vox y su obsesión indeclinable por combatir todo vestigio del progresismo deletéreo, su afán de luchar contra el pensamiento políticamente correcto -que está devorando la libertad de expresión y la moral colectiva- y su voluntad de apadrinar a los miles de huérfanos que ha ido dejando el PP a lo largo de los últimos años, y que pueden crecer si Casado, que ganó las primarias con un discurso inconmensurable, se arruga asediado por el cainismo interno, los barones de medio pelo faltos de enjundia intelectual y los timoratos que le dicen al oído que el PP tiene que ser un partido de Estado y estar abierto a acuerdos. ¿Un partido de Estado? ¿Abierto a acuerdos con un psicópata que abrirá las cortinas de la bañera cuando te estés duchando para clavarte el cuchillo como en el filme de Hitchcock? Lo que procede con Sánchez es castigarle el hígado hasta que deje de sangrar, y persuadir a la opinión pública de que este ejercicio de autodefensa -es verdad que más propio de Mike Tyson que de Cassius Clay- es el mayor despliegue de patriotismo que conviene en los momentos aciagos que atraviesa la nación.

Sólo Sánchez ha ganado una moción de censura en España. Con trampas, vulnerando el espíritu constructivo con el que está diseñada constitucionalmente. ¡Pero qué más da! El caso es que las mociones de censura, las otras que se han sucedido a lo largo de los años fracasando, se promovieron para ganar o recobrar protagonismo y para dejar en evidencia al adversario, confiando en que la victoria del Gobierno fuera pírrica. El PP parece decidido a votar en contra de la de Vox. Creo que es un error, y desde luego el argumento de que no tiene posibilidad de salir adelante es de una obviedad infantil. Me parecería más prudente una abstención. ¿Qué más da lo que diga Sánchez después, si ya sabes que está determinado a matarte en la ducha a nada que te descuides?

Hacer oposición al albur de la propaganda que diseña con un éxito feroz Iván Redondo desde la Moncloa es una equivocación. Lo importante es tener una estrategia propia y robusta. Pero Casado no la tiene, o no consigue transmitirla. A día de doy, por ejemplo, seguimos desconociendo su discurso económico, más allá de los habituales lugares comunes. No sabemos qué haría para detener la caída por el precipicio de una economía que va camino de los seis millones de parados, ni cuál sería su plan para aprovechar eficazmente los 140.000 millones que recibiremos si Dios quiere de Bruselas y que los socialistas y comunistas van a dilapidar sin ningún género de duda. La moción de censura de Vox servirá al menos para comprobar si el partido de Santiago Abascal tiene más claras algunas de estas cosas, y si alberga un programa político y económico de envergadura. Capaz de desarbolar la caricatura grotesca con la que le persiguen Sánchez e Iglesias, apoyados por la mayoría de los medios de comunicación. Ya saben, ¡los fachas!, a los que me adhiero. Sería una pena que desaprovechara la oportunidad.

Tengo una opinión formidable del señor Casado. Creo que conozco sus valores, que sé cómo piensa. Por eso me duele verlo desdibujado, en ocasiones sin pulso, penosamente acompañado y sobrepasado por cuestiones estrictamente internas. Fruto de ellas prescindió de Cayetana, con lo bien que nos vendría en estos momentos, y está cometiendo la enorme torpeza de renunciar a la batalla cultural, que Vox libra a diario sin cuartel y que debe ser sin duda la prioridad política de la derecha, por encima del Covid. Este patógeno infernal sigue cobrándose vidas, pero la corporación totalitaria que gobierna España, una potente terminal de la confabulación planetaria contra el mercado y la democracia liberal, está condenando a la muerte civil a más de la mitad del país. Hay que enfrentarla a sangre y fuego.

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