Sánchez, una marioneta en manos de Puigdemont
La decisión de Carles Puigdemont de suspender cualquier relación con el PSOE supone, de facto, la parálisis completa de la acción legislativa del Gobierno o, lo que es lo mismo, la imposibilidad misma de seguir gobernando, que es algo completamente distinto a seguir en el poder. La próxima semana Junts tendrá ocasión de demostrar en el Congreso de los Diputados que su amenaza va en serio, echando por tierra varias de las medidas del Gobierno, para dejar claro que Pedro Sánchez es una marioneta en manos de Puigdemont. Será sólo el principio, porque la aprobación de los Presupuestos Generales es, hoy por hoy, una quimera. De manera que cabe decir que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno sin poder gobernar, una situación sin precedentes en la democracia española que aboca a España a una parálisis permanente. Si Sánchez tuviera un ápice de sentido de Estado y una mínima dosis de responsabilidad política la salida más lógica sería disolver el Parlamento y convocar elecciones, pero el presidente del Gobierno se mueve por una obsesiva apetencia por el poder que se traduce en que preferirá seguir en La Moncloa antes que desbloquear una situación de efectos nocivos para el interés general.
Sánchez, pues, tiene en sus manos acabar con esta situación. Es lo que haría cualquier presidente de un Gobierno democrático. Sin embargo, no nos engañemos, Sánchez es otra cosa: su objetivo es la ocupación del poder, entre otras cosas porque su permanencia en el mismo le permite seguir maniobrando para tratar de blindarse ante los casos de corrupción que afectan a su familia y a su partido. Puigdemont tiene sometido al presidente del Gobierno, pero Pedro Sánchez prefiere seguir de este modo antes que convocar elecciones. Su interés no coincide con los intereses de España y de los españoles. Es más, España no le importa nada. Sólo le preocupa lo suyo: seguir enrocado en La Moncloa a toda costa.