Sánchez debe pedir a Cuba que se democratice

Sánchez debe pedir a Cuba que se democratice

Más expectación existe en la administración estadounidense con el viaje de Pedro Sánchez a Cuba esta semana que el interés suscitado en España. La visita tiene una gran trascendencia, no solamente porque sea la primera de un presidente español en tres décadas, sino porque un viaje para “normalizar” relaciones es algo imposible con un país que mantiene a 130 presos políticos según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, que sigue sin comprometerse con la democracia y sigue reprimiendo a la sociedad civil. A muchos dirigentes políticos europeos, Pedro Sánchez incluido, les va eso de apremiar a otros colegas de dudoso comportamiento democrático apelando a los manidos principios europeos y demás retahíla. Pues bien, esta semana llega el momento de conocer cuál es la actitud del actual Gobierno con Cuba. Llega el momento de, públicamente, mostrar si el objetivo de España es comerciar y hacer grandes negocios con la isla o, por el contrario, comprometerse con los cubanos, con los derechos humanos y el Estado de Derecho.

La justificación del viaje bajo la premisa de que otros países vecinos han sabido aprovechar económicamente el camino de apertura iniciado por Obama hace unos años muestra una doble vara de medir las relaciones internacionales que sólo contribuye a restar credibilidad cada vez que se hable de valores democráticos. ¿Quiénes somos para condenar a unos y guardar silencio con otros? No puede ser que por la mañana el ministro de Exteriores, Josep Borrell, se manifieste en contra de la dictadura nicaragüense y de su dura represión, mientras que a lo largo del día las críticas se suavizan hasta querer normalizar las relaciones con el régimen cubano que sólo se diferencia del nicaragüense precisamente por ser aún más tirano. El tiempo ha demostrado que el deshielo iniciado por el expresidente Obama con Cuba no ha servido para la evolución positiva de la sociedad cubana, ni para acometer reformas, ni para garantizar libertades. El gobierno cubano se ha aprovechado del camino iniciado por EEUU hace tres años para instrumentalizar las instituciones y seguir achicando el espacio de los derechos y de quienes no piensan como ellos.

El Parlamento Europeo lanzó un mensaje muy claro la semana pasada con la mayoría de los votos de los eurodiputados, pero con el voto en contra de los socialistas promovido por la vicepresidenta del grupo político, Elena Valenciano. En la resolución aprobada se lamentó que la situación de los derechos humanos no haya mejorado y que tampoco se haya dado pasos hacia la democratización del país, por lo que se pidió que, si no se respetan los derechos humanos y las libertades fundamentales, se suspenda el acuerdo entre Cuba y la UE de 2017. De hecho, el nuevo proyecto de Constitución y del referéndum previsto para febrero de 2019 en Cuba tiene más en común con los referéndums y elecciones celebradas durante el franquismo entre 1947 y 1976 que con unas genuinas elecciones democráticas. Puros simulacros.

Sin libertades, ni sufragio universal, ni observadores internacionales no se puede hablar de un verdadero proceso aperturista, sobre todo cuando la ley electoral sigue negando a los cubanos residentes en el exterior no sólo el derecho de poder votar sino también la posibilidad de ser elegidos. En las elecciones parlamentarias del pasado marzo ya se vio como los activistas de los Comités de Defensa de la Revolución fueron puerta por puerta para que los cubanos votaran bajo sus métodos coercitivos a unos candidatos predefinidos por el poder comunista. Y ese miedo que lamentablemente sigue imperando entre la población cubana es la que seguramente echará a la calle a una mayoría de cubanos a apoyar el proyecto constitucional del régimen comunista que sólo busca perpetuarse en el poder con constantes lavados de cara hacia el exterior para la autocomplacencia de un amplio sector de la izquierda europea.

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