El cuarteto Sánchez, Ábalos, Cerdán y Koldo

En el mundo, la guerra entre Israel y la República islámica Iraní, centra la atención con preocupación contenida; en EEUU es el asesinato de una congresista, con las calles en guerra entre los contrarios a las deportaciones masivas de inmigrantes irregulares por parte de Trump y la Policía e incluso la Guardia Nacional y los Marines. Y en España, la banda del cuarteto del Peugeot es la que está en la primera línea de actualidad: así comienza una semana donde todo parece ser tribulación.
Entre nosotros, el número uno del cuarteto -Sánchez, Cerdán, Ábalos, Koldo- ha optado en esta ocasión no por una carta a la ciudadanía y un retiro de cinco días como hizo al enterarse de la investigación por corrupción a su mujer. Ahora optó por comparecer rápidamente en Ferraz -donde no comparecía desde su llegada a la Moncloa hace siete años-, debidamente trajeado y maquillado, para la fúnebre ocasión, y retirarse a meditar sólo dos días a la residencia presidencial toledana de Quintos de Mora.
De la anterior retirada, regresó con el argumentario oficial desde entonces para el equipo de opinión sincronizada: el de los «bulos, los pseudomedios , el fango, el lodazal» y poniendo los ministros (y ministras) la «mano en el fuego» por la inocencia de las víctimas señaladas por la ciénaga política de la «ultraderecha». Un muy documentado y exhaustivo informe de la UCO de 499 páginas, elaborado en su responsabilidad de investigación judicial, ha enviado ese argumentario oficial a la basura de manera fulminante.
Al mismo tiempo que la unidad de quemados de los servicios de urgencia hospitalaria ha debido atender a la vicepresidenta primera del sanchismo María Jesús Montero, y la cohorte de ministros y ministras, que han resultado con quemaduras de cierta consideración. Ahora, dados los precedentes, ha colocado una dirección colegiada interina incluida la gerente de Ferraz presente en el informe de la UCO (¿como recaudadora del impuesto revolucionario…?). Muy posible es que en esta ocasión no se apresuren a poner su mano en el fuego con tanta convicción y rapidez como hasta ahora, una vez comprobado que al parecer su líder supremo no se entera de nada de lo que hacen quienes elige como su mano derecha. Y dado que, por otra parte, la sabiduría popular, que sí suele enterarse, afirma que «no hay dos sin tres». No cabe duda desde luego que la UCO debe estar muy bien informada cuando pese a la presunción de inocencia que ampara a todo ciudadano español, Cerdán dimitió inmediatamente de su mando en el PSOE e incluso -y a diferencia de su predecesor y jefe inmediato Ábalos- ha renunciado a su escaño en el Congreso.
Lo cierto es que la pareja Ábalos/Cerdán podría haber sido el embrión de un subgrupo del grupo parlamentario mixto constituido por los «progresistas y feministas sanchistas» visto el ritmo al que parece avanzar el magistrado del Tribunal Supremo instructor de la causa. Y de lo que ha declarado en sede judicial el investigado y actual colaborador de la Justicia, Víctor de Aldama. Sabido es que Sánchez no tiene más principio que mantenerse en el poder al precio que sea, siempre y cuando el precio que debe pagar para ello a Puigdemont, Otegi, Junqueras y el PNV, lo sigan pagando España y los españoles. Pero ya es demasiado elevado incluso para estos aliados sanchistas convertidos en cooperadores necesarios de tamaña corrupción. En cuanto a Yolanda Díaz y su «plurinacional grupo parlamentario progresista» no debe preocuparse, ya que sus cinco carteras ministeriales, con su vicepresidencia segunda, constituye un muy elevado pago que no van a volver a encontrar en su vida. En la vida civil desde luego. Como «no hay mal que por bien no venga», hay que mantener la esperanza de que este demoledor capítulo de la vida nacional, cierre definitivamente la obra que el sanchismo ha escrito en la reciente Historia de España. Y que la degradación ética y moral de la política a la que se ha llegado, sea el punto y final de la misma que suponga el efectivo comienzo de una auténtica regeneración no sólo política sino también social. Y con las siglas P-S-O-E arrasadas, si no hay una drástica reacción interna.