A Sánchez y Casado les vale todo para matar a Ayuso

Isabel Díaz Ayuso
Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado.

Uno pensaba que el Día de los Inocentes se festejaba el 28 de diciembre pero, como en tantas cosas en la vida, estaba equivocado. El calendario sanchista lo ha sustituido por bemoles por el 25 de marzo. Más que nada porque fue anteayer cuando la Fiscalía Europea exigió investigar el no-caso del hermano de Isabel Díaz Ayuso en una actuación que tiene más incluso de broma que de cacicada. Y eso que estamos ante una alcaldada nivel dios más propia de autócratas que juegan de tikitaka con patéticos fiscales obedientes, bueno en este caso, fiscalas, que de un Estado de Derecho como Dios manda y con estricta separación de poderes.

Servidor no entendía nada cuando leyó la noticia en OKDIARIO y la vio en todas las televisiones. Que yo recuerde es el primer supuesto escándalo español en el que interviene el Ministerio Público comunitario. Siempre he sostenido que no hay conspiraciones pero tampoco casualidades. Pero aquí tengo que tragarme mi teoría histórica porque resulta perogrullesco que hay una conspiración para acabar con la presidenta de la Comunidad de Madrid y constituye una imbecilidad negar que no estamos ante una casualidad.

Todo vale con tal de estigmatizar y enmerdar el buen nombre de la honrada presidenta de la Comunidad de Madrid. Con un objetivo ulterior: acabar con la carrera política del personaje más ilusionante que ha surgido en España desde el mismísimo Felipe González de ese 1982 en el que se metió en el bolsillo 202 diputados. A Isabel Díaz Ayuso hay que asesinarla civilmente sí o sí. Y si hay que prevaricar como unos campeones, se prevarica, y aquí paz y después gloria.

El objetivo es acabar con la carrera política de Ayuso, el personaje más ilusionante que ha surgido en España desde Felipe González 

Echando la vista y, sobre todo, la memoria atrás, lo entendí todo. Cuando el entorno más cercano a ese suicida que es Casado me comentó hará poco más de un mes que su intención era aguantar hasta el Congreso Extraordinario, yo inquirí: “¿Por qué esa innecesaria agonía?”. Cuando estás muerto, lo mejor es que te entierren cuanto antes, más que nada, para evitar el hedor propio de la putrefacción. Casi no me dieron tiempo a terminar la pregunta. La respuesta fue supersónica: “Creemos que en el mes y pico que queda hasta el 1 de abril saldrán cosas que demostrarán que Pablo tenía razón cuando afirmó que lo del hermano de la presidenta de Madrid era corrupción y, más concretamente, tráfico de influencias”. Aclaración que, visto lo visto, ha degenerado en una cantosa autodelación.

Blanco y en botella: el mafiosete de Teodoro García Egea y un Pablo Casado que ya no sabemos si es el jefe o el subordinado iban de la manita de esa Moncloa a la que llamaron cuando les llegó ese anónimo sobre los negocios de Tomás Díaz Ayuso que se me antoja prefabricado en Génova 13 o alrededores. Un montaje con claro aroma carroñero. El telefonazo que el peor secretario general de la historia del PP, ex aequo con el Jorge Verstrynge de la Alianza Popular fraguista, pegó al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, no era precisamente inocente. Se trataba de urdir una estrategia a pachas para eliminar de la faz de la tierra a la enemiga de la antigua cúpula del PP porque se antoja evidente que es setenta veces siete más potente electoralmente que ellos y porque Pedro Sánchez jamás le perdonará que se lo comiera con patatas en las elecciones generales de Madrid del 4 de mayo de 2021. Y porque, no nos engañemos, enfrentarte a Casado es un chollo; hacerlo con Ayuso, una pesadilla porque conecta con la calle como nadie, va sobrada de carisma y ha devuelto el orgullo perdido a la derecha.

Se trataba de urdir una estrategia a pachas para eliminar de la faz de la tierra a la enemiga de la antigua cúpula del Partido Popular 

Ya sabemos de qué iba el “creemos que en el mes y medio que queda saldrán cosas”. Tanto Casado como el liante de Egea sabían perfectamente que la Fiscalía Europea iba a tratar de usurpar las funciones de Anticorrupción que, por boca de su jefe, Alejandro Luzón, ha subrayado desde el minuto 1 que “no hay indicios de delito” en los célebres 55.000 euros percibidos por un Tomás Díaz Ayuso que, todo hay que decirlo, se dedica al sector sanitario desde hace sólo 25 años. Que el íntegro Luzón —de casta le viene al galgo— se dedica a hacer Justicia, no pasa nada, que ya nos buscamos la vida con la amigueta de turno aunque para ello haya que retorcer tercermundistamente la legalidad.

Lo más vomitivo de todo en términos democráticos es que la fiscal que quiere inmiscuirse en una investigación que acabará en la papelera es una vieja conocida del PP. Concha Sabadell se ha distinguido durante años por su obsesión en perseguir a la formación de la calle Génova 13. Lo cual está muy bien y sería enormemente saludable si no fuera porque ese afán por luchar contra la mangancia de un lado brilla por su ausencia cuando se trata de hacer lo propio con el otro. Y lo suscribe alguien, como este menda, que no es dudoso al respecto porque ha sacado unos cuantos escandalazos de los populares: desde los sobresueldos en Génova 13 hasta la financiación en B, pasando por los sms de Rajoy a Bárcenas —“Luis, sé fuerte, hacemos lo que podemos”—, el caso Ignacio González o la cuenta en Suiza de Francisco Granados.

Cuando pasas de ganar 4.000 euros mensuales a embolsarte 10.000 las posibilidades de acabar siendo una servil fiscal se disparan

A más, a más, hay que recordar que Concha Sabadell se fue en verano a trabajar a la sede de la Fiscalía Europea en Luxemburgo digitada por el propio Pedro Sánchez a través del a la sazón ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, y de la mandada Dolores Delgado. Cuando pasas de ganar 4.000 euros mensuales a embolsarte 10.000 las posibilidades de acabar siendo una servil fiscal se disparan exponencialmente. De bien nacidos es ser agradecidos. Jejeje. Y más si, como es el caso, llevas el sectarismo en las venas. La única verdad que ha salido de la boca de Pedro Sánchez en tres años largos de Presidencia viene que ni pintada al caso: “¿De quién depende la Fiscalía? ‘Del Gobierno’, pues eso?”.

Intuyo que la Junta de Fiscales de Sala, el generalato de la carrera al que curiosamente no pertenece Dolores Delgado, concluirá mañana que se queda todo o casi todo en Madrid. En Anticorrupción para más señas. Y el caso Ayuso acabará terminando en lo que es, un no caso, mientras episodios mucho más bestias ética, estética, legal y económicamente no merecerán la atención de la cantosa Concha Sabadell ni, por supuesto, de Dolores Delgado. A saber: los 701.000 euros que el Gobierno dio a los papás de Sánchez, los regalitos que la funcionaria comunitaria y ahora ministra de Economía, Nadia Calviño, otorga a su marido o esos 300 millones que Moncloa concedió a dedo para la adquisición de mascarillas a empresas con más trampas que una película de chinos. Una duda: ¿por qué, además de los 55.000 euros de Tomás Díaz Ayuso, la fiscal europea no escruta los 300 kilos apoquinados por Sánchez a estas sospechosísimas sociedades? La frase que la presidenta me soltó en la entrevista del lunes pasado cobra más sentido que nunca: “Están haciendo un uso bolivariano de la Justicia contra mí”. Pues eso. No diga Sánchez, diga Maduro.

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