Sánchez se alía en Navarra con el partido de la banda que asesinó a 11 compañeros

Sánchez se alía en Navarra con el partido de la banda que asesinó a 11 compañeros

Cualquier llamamiento a la responsabilidad institucional por parte de Sánchez será carente de todo valor desde el momento en que se consume la tragedia en Navarra. Porque bien trágico resulta, para el socialismo en cuanto tal y para todos los que nos identificamos con los valores de la Constitución, que el PSOE –el partido que ha visto caer a 11 compañeros por las balas de ETA– finalmente acepte el apoyo de los amigos de los asesinos y le ofrezca a Bildu algo a cambio.

Sánchez disfruta ahora de un momento dulce. Todas las encuestas hablan a su favor, y de tener que repetir elecciones muy probablemente subirá en escaños, si bien no hasta los 150 diputados que le susurran sus spin doctors monclovitas. Pero tácticas como las puestas en práctica en Navarra serán las que caven su tumba. De hecho, este camino descendente ya lo ha iniciado, aunque está lejos de llegar a su final. Veámoslo más en detalle.

En su respuesta a las recientes declaraciones de Felipe González, en las que el ex presidente criticaba las dificultades que tiene el actual inquilino de La Moncloa para formar gobierno, Sánchez, en su entrevista en La Sexta, ha señalado que «me gustaría que dijese lo mismo que en 2016; que se abstuvieran PP y Ciudadanos y facilitasen la formación de Gobierno». En la misma entrevista, Sánchez también se queja de que Aznar considere que el actual PSOE no es un partido constitucional.

Pero González no pide esta abstención porque sabe –no lo dice, pero sí lo insinúa– que el diagnóstico de Aznar es lamentablemente cierto. El PSOE está dejando de ser el partido político que siempre ha sido para convertirse en un mero agregador de poder, capaz de aliarse con filoetarras, secesionistas y radicales de extrema izquierda; y cuando no se alía con ellos, no es porque no deba hacerlo, sino porque no le conviene, que son dos cosas muy distintas. Cuando el momento torne de dulce a difícil, esta descapitalización política, moral y simbólica iniciada en Navarra será el final de Sánchez.

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