‘Reskoldos’ del PSOE

Ábalos Sánchez

Sánchez fue a Marruecos a rendirle cuentas a su amo, a la sazón rey, y allí aprovechó para entregarle la nación a plazos mientras anunciaba que nuestras empresas públicas participarán en el desarrollo de infraestructuras alauitas, un gesto noble y generoso, sobre todo cuando el país que dice presidir se ahoga por falta de ellas. Media España está sin agua y la otra media sin tren y Sánchez, después de regalarle trescientos millones de euros a Mauritania para desarrollar su eco felicidad, se somete una vez más al titular de su móvil, a quien obedece con cada llamada a palacio.

A rebufo de la diplomacia rendida, nos enteramos de que el asesor de Ábalos, un tal Koldo, el tipo que como guardaespaldas custodió los avales de los votos a Sánchez en sus primarias -sí, esas que fueron denunciadas por sospecha de fraude- lideró una trama corrupta con la venta de mascarillas durante la pandemia, hecho que ya fue portada de medios y discursos políticos y que ahora la justicia resolverá con las pruebas en la mano. Siguiendo el patrón de Bono (don José) y su querencia por las playas dominicanas, Koldo y su otrora jefe y aún amigo, viajaron más de una decena de veces fuera de España tras los sucesos que se denuncian. El objetivo de esos viajes se desconoce, no así los destinos ni sus propósitos.

Que hoy sea Koldo, ayer el tito Berni y mañana la chiqui Montero da igual. No se trata de nombres propios. No es Ábalos, ni Marlaska, ni Armengol. No es Illa, ni Chaves, ni Griñán o Ximo Puig. Tampoco es González, ni Guerra, ni siquiera Zapatero o Sánchez. La trama de corrupción, robo y saqueo normalizado, y aceptado, se llama PSOE y hasta que los militantes que aún le votan y los contribuyentes que todavía le soportan no lo entiendan, seguiremos en la deriva decadente que nos está llevando a la ruina democrática y social.

España no arde porque está bien regada, de servilismo y subvención, colchón que atenúa cualquier vergüenza cuando es protagonizada por la izquierda, cuya supervivencia consiste en gestionar su buenismo entre las mentes a las que adocena con propaganda. Lo de Koldo es la tramoya ingeniosa de un sistema perpetuado en el tiempo y que no se detendrá aquí. Porque no conocerán prisión los presuntos culpables. ¿O recuerdan a muchos cargos socialistas que en estas décadas hayan entrado en la cárcel tras haberse probado sus delitos? El PSOE, antes de matar a Montesquieu, ya secuestró a la diosa justicia.

Tenemos a un gobierno central colmado de corruptelas, alineadas unas entre otras, y cuya armadura de defensa estos días son un pato fallecido y una piñata reventada. Por un lado, permite el saqueo de las arcas públicas, el cobro de comisiones ilegales e inmorales y el enriquecimiento ilícito en plena pandemia, y por el otro, exige árnica social y mediática para el pobre pato y la dignidad de Sánchez: empate.

Hay que seguir denunciando el contexto actual en cada una de las instituciones que todavía permanecen en pie y libres: seguimos presos de un gobierno despótico, alérgico a la democracia, enemigo de la Constitución y enamorado de la poltrona por encima de cualquier otro aspecto de gestión que solucione problemas. Vive en el escándalo porque no sabe hacer otra cosa que construir relatos que lo excusen o proyecten, con Sánchez y su mujer entronados como los Kirchner de la Moncloa, una dinastía política de trola y saqueo económico a los que nada importa por mucho que les salpique.

Este detritus institucional y ético es la consecuencia de años de desidia ciudadana y contribución mediática y académica a la causa del conchabeo. Cada administración es peor que la anterior porque dejamos que se quiebren los cimientos morales que como nación nos sostenían en el pasado. Hemos consentido como sociedad la mentira cotidiana y permitido como individuos el robo permanente de nuestros bolsillos sólo para que no gobiernen los otros. España está podrida de socialismo, estatismo y dormidina, y en ese estadio, el sistema seguirá fabricando koldos con los que alimentar nuestra cobarde mentalidad de siervos de la sigla.

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