¡Queremos ser tratados como cerdos, Pedro!
Que el papanatismo animalista del Gobierno socialcomunista conducía directamente al absurdo era una evidencia. Sólo había que esperar a que llegara el momento en el que el Ejecutivo entrara de lleno en el terreno de lo ridículo. Y ya ha llegado. La última disposición relativa a las «normas mínimas para la protección de cerdos» que acaba de ser publicada en el BOE obliga a los ganaderos a disponer de ventiladores, calefacción o aire acondicionado en las granjas para evitar el «estrés térmico» de estos animales.
Y, por si fuera poco, se deberá cumplir con un rango de temperaturas. En suma, que el Gobierno de Sánchez ha hecho cima en la estulticia, al otorgarle a los cerdos un tratamiento que para sí quisieran millones de españoles. Está bien que los animales no pasen ni frío ni calor y tengan en su lugar de descanso el punto justo de temperatura para disfrutar de la estancia.
Está de lujo, pero sería necesario que las «normas mínimas para la protección de cerdos» se aplicaran también a los humanos, porque si dicen que el genoma del cerdo y del hombre son prácticamente idénticos -una similitud del 98%- no estaría de más profundizar en políticas orientadas a igualar los derechos de ambos, de modo que el Ejecutivo subvencionara la instalación en los domicilios de aparatos térmicos para que ningún ciudadano pasara frío o calor con el riesgo de padecer «estrés térmico». Tendría guasa que hubiera que manifestarse contra el Gobierno al grito de «¡Queremos ser tratados como cerdos!».
La cuestión, obviamente, se presta a la burla, pero si vamos al fondo del asunto llegaremos a la conclusión de que este Ejecutivo, en su delirio animalista, ha establecido una serie interminable de salvaguardas al bienestar animal que no tienen su extensión en el bienestar humano. Es lo que tiene rizar el rizo de lo estúpido: llega un momento que los cerdos tienen más derechos que los seres humanos, obligados a penar en invierno por frío y a penar por calor en verano. Lo curioso del caso es que las normas aplicables a los cerdos son «mínimas», por lo que cabe imaginar que, en su rango máximo, los cerdos disfrutarán por ley de un carajillo diario en invierno y de un daiquiri cada día en verano.
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