¿De qué país era Miguel Ángel Blanco?

¿De qué país era Miguel Ángel Blanco?
¿De qué país era Miguel Ángel Blanco?

Si tenemos que hacer caso al presidente del gobierno, existen por lo menos dos países antes de llegar a Portugal y a Francia: Euskadi y España. A estas alturas todos sabemos (hasta los “suyos”) que sólo abre la boca para soltar lo que más le convenga, aunque sean trolas. La escuela zapaterista (tan poco útil y edificante como la zapatista) insistía en que las palabras estuvieran “al servicio de la política”, y Sánchez las entiende concretamente a “su” servicio. Pero que las dijera en el aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, muerto por los apóstoles sangrientos de un País vasco independiente (el tal Euskadi), las convierte directamente en un insulto que no se llevará ese viento al que, según Zapatero, pertenecía “la Tierra”.

Como saben, las profirió en Ermua asegurando que «si hoy Euskadi y España son países libres y en paz es gracias a todos y todas las que apostaron por la unidad de los partidos frente al terror y el odio”. Y encima después de pactar con Bildu un proyecto que condenaría la Transición blanqueando al terrorismo con el objetivo de que unos se sientan menos monstruos (imposible) y el otro (su Otridad) se mantenga en el poder con tiempo suficiente para agarrarse a la próxima rama.

Efectivamente, la Ley de ‘Memoria Democrática’ propone una revisión de la historia hasta 1983 que sea del agrado de los herederos de ETA. Algunos políticos históricos del PSOE -esos a los que nadie hace caso porque tampoco suelen gritar muy alto- han firmado un manifiesto de la Asociación para la defensa de los valores de la Transición contra el texto porque «tergiversa» el «gran pacto constitucional» de 1978. Es, insisten, una «expresión actualizada de quienes, precisamente en esa época, utilizaban la violencia terrorista como método sistemático de actuación, con consecuencias dramáticas bien recordadas, sin que el citado grupo aún no haya formulado una condena expresa de aquellos crímenes».

En este manifiesto se dice que «nuestro vigente sistema democrático se fundamenta en ese gran pacto constitucional de 1978, que refrendó una
amplísima mayoría de españoles. Y, por ello, no podemos aceptar que ese pacto sea objeto de una tergiversación tan injusta y tan ajena a la verdad
histórica, como hace el proyecto de ley, incluso abriendo la posibilidad de extender el periodo sospechoso de la dictadura hasta el 31 de diciembre de 1983». Efectivamente, esa ampliación temporal lo que busca es incluir el año de inicio de los GAL para buscar la equiparación con el contraterrorismo del primer año de Gobierno de Felipe González, que se ha sentido señalado. El objetivo, en fin, es poner en entredicho la Ley de Amnistía de 1977 y cambiar un dictamen histórico para que los independentistas, que tanto daño han hecho al conjunto de la ciudadanía pero que ahora son los valedores del Gobierno basura de Sánchez, se sientan reivindicados.

Por lo menos Sánchez no ha dicho que España y Euskadi son sólo dos de las 8 naciones que conseguía ver el flamante ministro de Cultura del Reino de España, Miguel Iceta, en nuestro territorio. Y cuya independencia del conjunto podría conseguirse en cuanto el 65% de la ciudadanía lo reclamase. Él hablaba del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en Cataluña. Pero, hombre abierto y plurinacional como es, sin duda se aplicaría hasta en el cantón de Cartagena si se decidiera a ser la novena nación icética de las Españas. Ah, Iceta.

Este sí que ahora funge de “supervisor de nubes” que era una vocación que JL Rodríguez Zapatero aseguraba sentir profundamente. ¿No invitó, el pasado viernes, al ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont a regresar a Cataluña pues hemos de ser capaces “de encontrar soluciones felices, como las hemos encontrado con los indultos»? Sin duda “supervisor de nubes” sería el trabajo más adecuado para los cerebros líquidos y poco responsables de tantos socialistas. En cualquier casa de reposo.

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