El principado Arrimadas y la baronía Igea

El principado Arrimadas y la baronía Igea

Por primera vez tenemos un torneo en Ciudadanos. Por primera vez, se enfrenta el riverismo con algo (alguien) que realmente quiere hacerle frente.

C’s es un partido de los llamados cesaristas cuya estructura se vino diseñando desde el 2007 para que todo el poder lo ostentase un presidente hasta ahora único. Tuvo un terrible resultado electoral el pasado 10 de noviembre y está en una especie de coma inducido hasta el nuevo congreso. Ahí deberá sentar unas bases para las que la gestora propone algo de maquillaje pero que continúan siendo hostiles para cualquier minoría o disidencia.

Y en este momento de debilidad (el refranero ofrece imágenes muy seductoras), el riverismo que representa Arrimadas y esa gestora con miembros que iban a irse pero no lo han hecho, se las tiene que ver por primera vez con una oposición que, aunque modesta, les descoloca por la falta de costumbre. Se enfrentan la heredera Arrimadas -política avezada, con muy buenos resortes retóricos y, lo más importante, un gran consenso en una afiliación que la ha convertido en su gran “esperanza blanca”-  y Francisco Igea -hombre de experiencia y solidez crítica, de un sector más armado intelectualmente y representativo de quienes no se sienten valorados y considerados.

Para quienes creemos en la fuerza y oportunidad de lo que ha representado históricamente Ciudadanos, la acritud de la competición no puede ser más deprimente. Las razones que esgrime el diputado de Castilla y León son muy pertinentes.  Pero en antropología se distingue entre las causas próximas y las causas últimas o profundas. Las causas próximas son las que expone abiertamente: la necesidad de un partido más plural que module un hiperliderazgo al que atribuye las últimas decisiones erróneas. Pero tenemos también esas causas profundas mucho más importantes, aunque fluyan de manera subterránea.

Lo que está pidiendo Igea en el fondo es que la nueva presidencia y la nueva ejecutiva no sigan disfrutando de una capacidad de fumigación tal que obliga a quienes desean participar de la vida política a través de sus siglas a un servilismo intolerable que sólo propicia huidas.

Y esta es la clave. Llega un momento en que quien quiera mantener o alcanzar un cargo público tendrá que ser un tipo que esté dispuesto a todo por esa estufita portátil que es la esfera de poder, un desgraciado que ha invertido demasiado para volverse atrás (sunk cost) o alguien que directamente no tiene donde caerse muerto. Los demás se van. ¿Quién vota a un partido así?

Por desgracia, la que podría ser la lideresa incontestable y mantener el partido unido en esta más que probable travesía por el desierto, no nos da la confianza que tanto anhelamos. Este talante despectivo que la lleva a llamar “este señor” a un compañero o las expresiones demasiado populares no son agradables. Pero la invención de sonrojantes “Hombres de Paja”  (esas “baronías” tan simples, esos “17 PSC” que son una acusación burda para quien milita en Ciudadanos huyendo precisamente de ese tipo de partidos) o de dilemas de “Falsa Elección” (o mi modelo X o la cacofonía de las baronías, obligando a elegir entre dos opciones como si no hubiera más) está en las antípodas de un partido al que pedíamos sobre todo rigor intelectual y alejamiento de trucos que ofenden la inteligencia de un votante que abomina del trazo grueso de los partidos mayoritarios.

Si yo tuviera que dar un consejo, le diría a Paco Igea que se presente. Porque si el riverismo sigue, ya es un muerto viviente y nada pierde por probar. Y si Arrimadas entiende que ha de romper con ese riverismo debería buscar sistemas para que quien aporta valor siga en el partido, aunque discrepe en algo.

Los ciudadanos nos preguntamos por qué sería mejor un “principado” Arrimadas (¡o un “condado” Villegas!) que una “baronía” Igea. No fastidiemos. Comenzar la andadura aplastando una disidencia formada por personas que han demostrado valía es un grave error, y condena a Ciudadanos a seguir en la irrelevancia.

 

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