La pela es la pela

la pela es la pela

Sánchez ha concedido a los independentistas, además de los indultos y la amnistía, el pacto para otorgar a Cataluña un sistema fiscal propio que, con la normativa actual -y no parece que tenga fuerza parlamentaria para cambiarla- es ilegal, y que siempre, incluso si emplean algún subterfugio legal como plan B deslizado por ERC, será injusto e insolidario, además de hacer un gravísimo daño a toda España, incluyendo a las dos regiones forales y a Cataluña, por el debilitamiento e incremento de riesgo-país que tendrá toda la economía española, ante el descuadre presupuestario que generará.

Sin embargo, la patronal catalana, Foment del Treball Nacional, ha corrido a celebrar la investidura de Illa para que no hubiese, de nuevo, elecciones, y se ha ofrecido a colaborar para que Cataluña vuelva a ser una potencia industrial y económica, líder en España, según afirma dicha patronal. Eso sí, se lamenta de que el pacto con los Comunes añada más dosis de intervencionismo a la economía y que esto pueda paralizarla.

¿De qué se extraña la patronal catalana? ¿Del intervencionismo de la izquierda? ¿Es que acaso los socialistas no intervienen a diario la economía nacional, ora sea poniendo trabas para que una empresa no se deslocalice, ora sea arremetiendo contra otras con impuestos específicos para las mismas? ¿Cuántas veces tienen que caer en el mismo error para darse cuenta de que se equivocan?

El problema, al final, es que lo resumen al dinero, que no es el problema de Cataluña, porque lo es la mala gestión de los recursos, no la escasez de los mismos, pero ellos lo limitan todo a este aspecto. Ese problema que crean fijándose sólo en el dinero de corto plazo es lo que ha hecho que Cataluña se haya quedado rezagada en los últimos cuarenta años. Realmente, Cataluña sólo ha despuntado bajo el abrigo protector del Estado: primero con el proteccionismo impulsado por Cambó como ministro; después, con el mimo económico que les dio el franquismo para ganarlos para su causa; esquilmando al resto de España con sus constantes reclamaciones en época de Pujol y sucesores de todos los partidos gobernantes allí; y, ahora, viendo con buenos ojos o, al menos, no manifestándose en contra del sistema fiscal propio que han pactado ERC y el Gobierno, con el PSC de intermediario.

Gran parte -no todo- del empresariado catalán se ha plegado siempre al poder del momento tratando de conseguir beneficios para su industria y tejido empresarial, a costa del resto de España. Cuando tensaban la cuerda los nacionalistas -no olvidemos que el presidente de la patronal catalana fue portavoz adjunto de CiU en el Congreso, siendo él entonces militante de UDC-, lo tomaban como una estrategia para negociar mejor y obtener mejores réditos.

Eso mismo siguieron pensando cuando ese nacionalismo pujolista fue transformándose en independentismo: para ellos, sólo era una estrategia más de la negociación. Y ahora, con el cupo catalán, vuelven a lo mismo: muchos de ellos piensan que, al fin y al cabo, Cataluña contará con más recursos con los que poder reactivarse económicamente.

En esto hay que decir que no sólo es una gran parte del empresariado catalán el que ha actuado así, sino también una buena parte de la sociedad catalana de la parte constitucionalista, que siempre pensó que no era más que una estrategia para tirar sin romper y obtener réditos para los catalanes. Se asustaron -empresarios y ciudadanos- cuando se proclamó la declaración unilateral de independencia y se veían fuera de la Unión Europea y de la zona euro, con un horizonte de empobrecimiento: entonces sí que se unieron a los valientes que desde siempre defendían a Cataluña como parte de España y se manifestaron con ellos, para salvar, de nuevo, sus intereses personales, no por verdadero apego a la causa constitucionalista.

Ahora, con el cupo catalán, vuelven a las andadas, porque ven como una oportunidad, a costa del empobrecimiento de muchas otras regiones españolas, ese sistema fiscal propio para Cataluña, haciendo bueno el lema de la pela es la pela. Sin embargo, se equivocan, porque ese sistema ilegal, injusto e insolidario generaría un cataclismo presupuestario en toda España del que no podría librarse ninguna región: con bajada de la calidad crediticia de todas ellas, aumentando la inseguridad jurídica y no teniendo quiénes les compren sus productos, por empobrecimiento de sus principales compradores -el resto de españoles-. Mientras Cataluña, con el ejemplo de su mala gestión de los últimos veinte años, seguiría gastando a manos llenas todo céntimo que recaudase y más, no mejorando su endeudamiento, pese a exprimir al resto de españoles al llevarse una parte importante del dinero para la sanidad y la educación de otras regiones.

Su problema es de mala gestión, de proteccionismo, de encerrarse en sí misma, confiando todo, una vez más, al proteccionismo intervencionista -para Cataluña, sistema fiscal propio, pero para Madrid y el resto de regiones, la homogeneización para que no le hagan sombra- para despuntar, porque han destrozado de tal manera la economía productiva que no pueden liderar la economía nacional si no es con ayuda pública.

El fijarse sólo en la pela es la pela les lleva al empobrecimiento a medio y largo plazo o, mejor dicho, a profundizar en él, pues hay que recordar su mediocre desempeño desde el inicio del Estado de las Autonomías, pues la región catalana ha pasado de ser una de las tres primeras en PIB per cápita a ser la quinta, seguida de cerca por Aragón; y de ser la primera en volumen de PIB a ser la segunda. Si siguen así, continuarán retrocediendo, fruto de no apostar por un verdadero capitalismo de libre mercado, sino por el mercantilismo e intervencionismo empobrecedores.

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