No te acerques, que me tiznas…

No te acerques, que me tiznas…

Ese podría ser en resumen el pensamiento que llevó a la casi totalidad de los dirigentes regionales del PSOE a ausentarse de los fastos de Sevilla, esa “fiesta” en la que Felipe González se aprestó a blanquear las gestas del sanchismo que embadurnan con porquería lo mejor de la historia del PSOE.

El instinto de supervivencia pudo más que el nacionalismo de partido y/o las amenazas  -algunas más que veladas- que lanzó Ferraz contra quienes se daban de baja de un acto previsto para que González ungiera a Pedro Sánchez como legítimo heredero de aquel PSOE que ganó las elecciones en 1982. Y es que, más allá de los embustes de Tezanos  –“ha comenzado la remontada”-, los candidatos y dirigentes regionales y locales del PSOE saben que aparecer en este momento al lado de Pedro Sánchez es una actividad de alto riesgo para quien pretenda revalidad o conseguir un futuro político y laboral. “No te acerques, que me tiznas…”.

El mejor termómetro demoscópico de cómo van las cosas para el PSOE son las notables ausencias en ese acto de Sevilla. Si Moncloa estuviera tan feliz como se empeñan en convencernos desde los medios de comunicación afines al sanchismo, Sevilla hubiera estado abarrotada y los candidatos socialistas para las próximas elecciones se hubieran dado codazos para acercarse al “líder internacional”, según autodefinición del impostor en su visita a Kenia/Senegal. Si la derecha política y sociológica no fuera tan cainita y fuese más avispada a la hora de analizar el panorama se habría dado cuenta de lo que indican esas ausencias: “No te acerques, que me tiznas…”.

Pero volvamos con González, esa lástima de hombre que subió al escenario de Sevilla para renegar de lo mejor de su propia historia. Titula el boletín oficial en papel de Moncloa –un periódico que se ha reconvertido para que Sánchez le pague el papel y las nóminas- que Felipe homenajeó a Guerra en su intervención: “Trato de buscar, y lamento no conseguirlo, a este personaje singular que levantaba mi mano en la ventana del Palace”. ¿Trato de buscar?  ¿Qué es lo que no consigue, buscarlo o encontrarlo? ¿Acaso le sorprendió la ausencia del no invitado? Por dios, cuánto servilismo, cuánto nacionalismo de partido, cuánta mentira, cuánta cobardía… Qué patética la imagen de González asomándose tras el atril que le había montado el nuevo amo de aquel viejo partido nacional que fue el PSOE…

Escucho sorprendida los lamentos de votantes socialistas que buscan y no encuentran explicación al hecho de que González se abrazara a Sánchez en Sevilla. Como si fuera la primera vez que González demuestra que, puestos a elegir, primero PSOE y después España. ¿O se han olvidado de su presencia (y sus palabras) en el último congreso del PSOE celebrado en Valencia justo ahora hace un año?: «El secretario general y presidente del Gobierno español sabe que no interfiero. Estoy disponible. Ni siquiera pretendo que se tenga en cuenta lo que opino. Sólo lo hago de buena fe y digo lo que creo que se tendría que hacer cuando me preguntan». Y a continuación pidió perdón al amo: «Esto no quiere decir que no me equivoque».

González se reivindicó a sí mismo en Sevilla; porque él sabe que sin él Zapatero nunca hubiera llegado a ser secretario general del PSOE. González  no olvida que fue él quien hizo secretario general a Zapatero tras cerrar una alianza con Guerra (con quien hacía años que no se hablaba) para evitar que lo ganara Bono. Guerra lo hizo porque detestaba la política de Bono y al personaje; Felipe porque sabía que Bono iba a ir por libre (le había negado la presidencia del PSOE cuando creía que iba a ganar) y pensaba que iba a poder controlar a Zapatero. González es consciente de que sin ese periodo en el que Zapatero rompió todos los consensos nacionales para promover una nueva Transición Sánchez nunca hubiera llegado a ser líder del PSOE primero y presidente del Gobierno de España después.

O sea, es coherente con la trayectoria de sus últimos veintidós años que González abrace y se abrace a Sánchez. Porque Sánchez nunca hubiera llegado a ser secretario general del PSOE y presidente del Gobierno si González no hubiera hecho secretario general a Zapatero. Sánchez no hubiera llegado nunca a secretario general si González hubiera roto con Zapatero cuando este inició un proceso de ruptura del orden constitucional impulsando estatutos de autonomía que eran una enmienda a la Carta Magna. Sánchez no hubiera llegado nunca a secretario general si Felipe González hubiera roto con Zapatero cuando este inició un proceso de revisión de la Transición y una derogación de su espíritu y optó por volver a enfrentar a los españoles. Zapatero hubiera sido destituido por sus propios compañeros si González hubiera denunciado que la política de confrontación y odio entre españoles que estaba desarrollando el PSOE era una enmienda a la totalidad a la mejor historia del partido socialista del que era secretario general cuando se aprobaron los pactos de la Moncloa en 1977 y la Constitución en 1978.

González  calló porque le interesó más ser el jarrón chino del PSOE que comportarse como un patriota capaz de defender el interés general aunque para ello tenga que enfrentarse a un dirigente de su propio partido. Calló cuando tras las elecciones generales de 2004 y en plena jornada de reflexión, los socialistas rodearon las sedes del PP. Calló para que no le acusaran de ser “de derechas”, que era lo común en aquellos tiempos cuando un socialista levantaba la voz para denunciar la deriva antisistema que comenzaba a instalarse en el PSOE.

González subió al escenario en Sevilla porque es rehén de sí mismo y  necesita  blanquear a Sánchez -como antes a Zapatero- para blanquear su propia historia. Sólo le faltó pedir perdón a los testaferros de ETA, devenidos en notarios de la democracia, por haber presidido hasta el 31 de diciembre de 1983 un Gobierno que mantuvo las inercias de la dictadura franquista (Bolaños dixit)

Lástima de tanta gente que luchó, sufrió e incluso murió para defender lo que las siglas del PSOE representaron en el pasado. Lástima que González haya contribuido a que se emputecieran y embadurnaran  y no sólo con el polvo del camino… Lástima.

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