Apuntes Incorrectos

No es la capitalidad, es la libertad

No es la capitalidad, es la libertad

Como aficionado desde joven al periodismo me acostumbré pronto a las llamadas serpientes de verano, que fueron muy prolijas durante los tiempos convulsos de la transición española, gobernada con acierto, pero en medio de enormes dificultades por la UCD de Adolfo Suárez. Se trataba de noticias que aparecían como un globo sonda, como tormentas al hilo del bochorno, sobre supuestas intenciones de los políticos a fin de pulsar la reacción correspondiente. El hecho más significativo de las mismas es que se producían y se desvanecían sin que tuvieran repercusiones dignas de recordarse. Su virtud es que animaban fatuamente el cotarro. Durante el presente estío la serpiente de verano tiene que ver, cómo no, con Madrid, y la cruzada emprendida contra la comunidad y la capital de España por el presidente de Valencia, Ximo Puig, que antes fue enarbolada por otros barones socialistas y personajes histriónicos como el cántabro Revilla, y que ha sido avalada por el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá.

Este señor, que pasa por ser el de más formación económica del Gobierno, se ha revelado como un auténtico petardo. Ha sido incapaz de redactar una reforma del sistema de pensiones como Dios manda, a fin de controlar el gasto del sistema, ha dado el visto bueno a que las jubilaciones se revaloricen conforme a la inflación, que puede acabar este año muy cerca del 3%, hipotecando las cuentas públicas del futuro, y ahora, aprovechando el periodo estival, ha avalado esta intención delirante de crear un impuesto sobre la capitalidad de Madrid, que al parecer es la causa del apogeo de la región.

Pero claro, Madrid lleva siendo capital del Estado desde hace más de quinientos años y jamás había provocado tanta inquina periférica hasta que fue gobernada por políticos moderadamente audaces y bien orientados. Madrid ha sido el poblachón manchego que ha menospreciado siempre Cataluña…hasta verse en el espejo. Una ciudad destartalada nutrida de funcionarios, de militares y de curas, aunque también de gente alegre y sin complejos como bien ha descrito Andrés Trapiello. A pesar de la capitalidad, ha sido secularmente una ciudad atrasada mientras Barcelona era la ciudad europea por antonomasia, el enclave de la cultura, el entronque con la modernidad, el paraíso de los escritores de allende los mares como los Vargas Llosa, García Márquez y compañía, más la caterva propia, hoy la mayoría muertos y los que quedan vivos residentes en Madrid, expulsados por el separatismo y el ambiente ordinario y menor de la Ciudad Condal.

La capitalidad no atrae riqueza, como demuestran fehacientemente los datos históricos. No importa que aquí esté el Congreso de los Diputados, ni gran parte de las instituciones reguladoras, ni los tribunales superiores ni demás vainas. Siempre han estado aquí y jamás han reportado beneficio alguno. Diría más: ser capital de España te convierte en el enclave perfecto de todas las manifestaciones, huelgas, protestas y distorsiones de la vida civil que se pueda imaginar. Todos los que tienen una causa pendiente con la humanidad vienen aquí para exhibirla y tener eco, perjudicando la tranquilidad de los residentes y provocando costes económicos nada desdeñables.

Si la región de Madrid es hoy la más rica y envidiada de España es por el acierto de sus gobernantes -porque no ha sido manoseada por los socialistas y la izquierda en general- y por el desacierto de los demás. La Valencia de Puig tiene el tipo marginal del IRPF en el 54%, casi diez puntos más que Ayuso. Cataluña, en el 50%, además de diecinueve impuestos propios. Como bien ha explicado el gran Benito Arruñada la mayoría de las autonomías españolas, a diferencia de Madrid, han elegido un modelo político extractivo, con impuestos altos que se emplean en gastos improductivos, recursos dedicados o a construir una nación delirante o a empeños igualitaristas, ecologistas, intervencionistas y básicamente contrarios a la economía de mercado, generando clientelismo y desincentivando la inversión extranjera, la viabilidad y el asentamiento de las empresas propias así como la creación de nuevos negocios.

Desde 1992, el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona, Cataluña ha perdido medio punto porcentual en el PIB del conjunto del país mientras Madrid ha ganado 2,7 puntos. Estos son los hechos que jamás reconocerán ni aceptarán los que han gobernado y dirigen la Generalitat: que Cataluña fue mucho más próspera antes de que gozara de autonomía competencial, y que jamás estuvo tan por encima del resto de España como bajo la dictadura de Franco, que la mimó sin decoro, porque allí fue donde mejor fue recibido después de ganar la Guerra Civil. Ya sé que estas cosas molestan, pero es la verdad. La decadencia de Cataluña empieza con los gobiernos propios, ya viene de los tiempos de Pujol, y el maremágnum de coaliciones y de partidos que han estado después a su frente no han hecho sino empeorar la comparativa con el poblachón manchego. Y como Madrid es la región con un PIB por habitante más alto y también con la mayor renta per cápita de la nación es también la que más contribuye al Fondo de Solidaridad regional de todo el Estado.

Cualquier persona ilustrada, formada, experimentada y con sentido común está al tanto de estas cosas, por mucho que haya estado vinculada sentimentalmente al socialismo. Este es el caso de José Luis Malo de Molina, director del servicio de Estudios del Banco de España durante veintitrés años. El pasado lunes 9 de agosto declaraba en el diario El Mundo: “Madrid es una de las comunidades que lleva sobre sus espaldas el peso de la solidaridad hacia las zonas con menor renta. No es discutible que Madrid practica una amplia generosidad con otros territorios, como por otra parte le corresponde por su nivel de ingresos”. Y luego, al hilo del presunto dumping fiscal que esgrimen Puig y otros barones socialistas como García-Page o Fernández Vara, dice el señor Malo de Molina: “Hay algunas comunidades que hacen descansar el Estado de Bienestar sobre una carga fiscal muy elevada -el sistema extractivo del que habla Arruñada-. Y Madrid tiene una filosofía diferente, que consiste en facilitar la creación de riqueza y de empleo mediante estímulos de carácter fiscal. Pero esta clase de políticas alternativas están dentro de las facultades de que disponen las autonomías”. ¿Se puede ser más claro, viniendo de un socialista ilustrado?

En mi época, las serpientes de verano solían ser borrascas, tormentas que acababan disipándose sin consecuencias. La de este año, la que se refiere a Madrid, tiene toda la pinta de ser una estrategia cuidadosamente diseñada para ser prolongada en el tiempo con intenciones aviesas. Y no tanto por la idea descabellada de establecer un impuesto sobre la capitalidad que sería del todo punto inicuo y probablemente inconstitucional -además de que reforzaría la posición de la presidente Ayuso como dique de contención de las políticas de Sánchez-, sino por el aparejo que lleva detrás, que en el fondo es la intención del Gobierno socialista de armonizar la fiscalidad autonómica para liquidar la soberanía de Madrid en el ejercicio de sus competencias esgrimiendo el clamor general de los torpes del país, que son incapaces de gestionar nada a derechas, e incluso pretextando una marea internacional en contra de la competencia fiscal entre territorios que es un auténtico disparate. Otro signo más del declive coyuntural de la economía de mercado y del avance circunstancial de los mediocres.

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