Un menú de artistas digitados

El mundo del arte es un negocio. Quién lo duda. Y detrás de cada galería, de cada promotor o de cada comisario hay, aunque pueda haber excepciones, una actividad comercial. Incluso las instituciones, a veces en connivencia con las galerías, participan de este pastel. So capa de fomento de la cultura hay mucho espabilado que trata de hacer su agosto con el arte. Y al final el que menos beneficio se lleva casi siempre es el artista, que se tiene que conformar con las migajas, porque él sí que vive o muere por amor al arte. Y aquí tenemos un ejemplo de todo este tinglado.
Veamos. Resulta que ahora los hay que pretenden que casi medio centenar de artistas visuales, consagrados y otros trece a los que se consideran en auge, o sea que prometen, compitan en un llamado primer certamen de arte contemporáneo, el Mallorca International Art Award, y por nombre que no quede.
Obsérvese de entrada que para tanto Award y tantas pretensiones haría falta, si de un auténtico concurso internacional se tratara, que sus promotores aumentaran algo más las cuantías, porque para un consagrado ya no son necesarias las limosnas y a un joven valor no le van a servir tampoco para verse lanzado al estrellato. Pero bueno, hay cosas que no dan más de sí.
El nuevo concurso tiene la originalidad de ser un certamen a la carta, o sea, que solo pueden participar artistas previamente seleccionados e invitados. Ha sido impulsado por una comisaria que de comparsa lleva a un jurado compuesto por algunos críticos y comisarios también, como los artistas, seleccionados a dedo. Contará con dos ganadores: uno por la categoría de consagrados y el otro destinado a un joven valor. Y con motivo de la Nit de l’Art se abrirá una exposición de los ganadores en el Museu de Mallorca. O sea que aquí ya tenemos, para empezar, un bonito contubernio entre lo público y lo privado.
Los artistas participantes, supuestamente consagrados, aunque ni están todos los que son ni son todos los que están, son treinta, Y en la categoría de jóvenes promesas han sido elegidos también a saber el porqué, otros trece. Y aquí está el quid de la cuestión: argumentan sus organizadores que la finalidad del concurso es apoyar y promocionar el trabajo de artistas de la isla, que tengan su residencia o algún vínculo aquí. Y como antes a nadie se le había ocurrido organizar un concurso van y piensan que «es una iniciativa pionera que nace con la vocación de dar un impulso para la creación de los artistas y la promoción de sus obras». Blanco y en botella.
Vamos a poner, pues, los bueyes delante de la carreta, que también es una cuestión artística. Para empezar, concursos de arte los hay en Mallorca, sin ir más lejos, a granel. Comenzando por el Gelabert de Palma, supuestamente el más importante, aunque con resultados manifiestamente mejorables, y acabando por el último ayuntamiento al que su concejal de Cultura le haya dado la ventolera de promover un concurso de arte sin saber el porqué. Por tanto, no hace falta un concurso más, aunque éste que ahora se plantea reúna supuestamente la excelencia de todos ellos juntos.
Sigamos. A cada concurso de los ya existentes, y así debe ser, se puede presentar libremente cualquier artista que le interese, le convenga o más le pete, aunque luego se proceda, lógicamente, a una selección previa. Y a veces, donde menos se piensa, salta la liebre, se puede descubrir una auténtica joya, algún artista que calladamente haga su obra sin dar tres cuartos al pregonero, algo que con demasiada frecuencia sucede con otros que se pregonan más que lo que pintan, o sea lo que sea que hagan, bajo el rótulo de arte
Luego viene algo que ya tiene más delito. Que un jurado determine cuáles son los mejores artistas de Mallorca y también los que se suponen emergentes. ¿Acaso no se trata de una cuestión meramente subjetiva de algunos comisarios y críticos, al tiempo que un agravio comparativo para todos los creadores que, pudiendo participar en este concurso, no han sido previamente seleccionados?
Y por último, está lo de montar una exposición de un concurso privado en un espacio público, lo cual supone promocionar la mera subjetividad de unos promotores. Porque al final probablemente de lo que se trata es de captar artistas para galerías. ¿O acaso cabe pensar que todo este tinglado es pura filantropía? Resumiendo, el disparate está servido.