Menos parar rotativas y más dimisiones
Carlos Barrabés, el socio de Begoña Gómez, ha declarado ante el juez que se reunió al menos en dos ocasiones con Pedro Sánchez y Begoña Gómez en La Moncloa, además de otras 6 veces en las que acudió al palacio presidencial para reunirse con Begoña sin la presencia de su marido. «Paren rotativas», comenta al respecto la portavoz del PSOE, Esther Peña, y añade: «Es que no hay nada de nada. Porque si a alguien le parece mal que el presidente de un país mantenga reuniones con empresarios, no sería un país serio, como es España».
Puede que, por poco habitual que resulte, no sea delito que el Presidente del Gobierno reciba en su residencia oficial a un pequeño empresario. Al juez que instruye la causa contra Begoña Gómez lo que le interesarán conocer son las consecuencias de los acuerdos que se alcanzasen en dichas reuniones, para así concluir si en ellas se delinquió o no. Pero todos debemos tener claro que, con independencia de que finalmente se pueda demostrar o no la comisión de algún delito, que el presidente del Gobierno haya recibido en su residencia oficial al menos en dos ocasiones al socio de su mujer, imputada por tráfico de influencias y corrupción en los negocios, es una noticia que debe parar las rotativas hasta que se den las explicaciones que justifiquen un comportamiento que, como mínimo ética y moralmente, resulta cuestionable.
Porque, por mucho que pretenda confundirnos la portavoz del PSOE, Carlos Barrabés no es un pequeño empresario como los demás. En primer lugar, porque al resto de miles de pequeños empresarios que luchan, compiten, crean empleos y pagan impuestos en España, no los recibe en Moncloa el presidente del Gobierno. Y, en segundo lugar, porque el PSOE está obligado a demostrar que al pequeño empresario Carlos Barrabés no lo ha recibido al menos dos veces Pedro Sánchez en su residencia oficial única y exclusivamente por ser el socio estratégico de Begoña Gómez que le ha permitido disfrutar de una cátedra en la universidad pública sin estar en posesión de ninguna titulación universitaria.
Hay numerosos indicios que apuntan a que Carlos Barrabés se ha visto muy favorecido por su relación con Pedro Sánchez y su mujer. Sus empresas dispararon sus ventas y sus beneficios coincidiendo con la época de la pandemia, cuando, casualmente, comenzaron sus relaciones con Sánchez y su esposa. Las empresas de Barrabés recibieron contratos del Gobierno por más de 15 millones de euros tras las cartas de recomendación que le firmó Begoña Gómez. El total de contratos recibidos por el grupo de empresas de Barrabés, procedentes de ocho ministerios diferentes, ascienden a más de 22 millones de euros, alguno de ellos autorizados por Sánchez de su puño y letra. Hasta las carísimas bicicletas eléctricas de montaña para Pedro Sánchez se las compra a Barrabés el Ministerio de Presidencia.
Tras la reunión del Comité Ejecutivo Federal celebrado en Ferraz, fuentes socialistas se preguntaron: «¿Qué se ha llevado Begoña?; ¿Cuál ha sido su beneficio económico?». Como si esa fuera la única forma de que el juez que la está investigando pudiera acreditar la comisión de los delitos que le imputa y ella no hubiera obtenido ningún beneficio del enriquecimiento de su socio. Para que alguien se pueda creer que Begoña Gómez estuviera favoreciendo de forma altruista a Carlos Barrabés, llegando incluso a firmarle cartas de recomendación para que la administración pública dependiente de su marido le adjudique contratos millonarios, este empresario debería ser uno más de los muchos empresarios a los que la mujer de Pedro Sánchez ayudase gratuitamente, como parte de la actuación filantrópica a la que se dedicara la esposa del presidente del Gobierno.
Pero eso no es verdad. Begoña Gómez no se dedica a ninguna actividad filantrópica, sino a hacer negocios. Además, su campo de actuación no está relacionado con ningún tipo de ayuda humanitaria, sino que se promociona como experta en la captación de los fondos públicos que reparte su marido. Y casualmente al único empresario al que ayuda Begoña es el que, a su vez, la ayuda a ella a adjudicarse y gestionar una cátedra en una universidad pública para la que carece de la formación imprescindible.
Como dijo Aristóteles: «Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan a la luz del día, de la misma manera a la inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas evidentes». Con independencia de que la justicia logre demostrar los delitos de corrupción que se imputan a Begoña Gómez, sólo con lo que ya sabemos sobre sus actuaciones, si España fuera el país serio del que habla la portavoz del PSOE, Pedro Sánchez habría dimitido ya.