Lo de Prisa y la resurrección de Franco

Que un sujeto de origen armenio llamado Joseph Oughourlian, quien desembarcó en España en busca de buen clima y a la caza de gangas empresariales, le haya tenido que recordar al primer ministro español en ejercicio que abandone toda esperanza de convertirse en el nuevo Franco, es algo que los españoles no deberían tomarse a chacota.
Tiene bemoles que un armenio sea el editor/empresario que se haya alzado con armas y bagages contra el autócrata de La Moncloa, mientras el resto de esos empresarios/editores compadrean por unas migajas.
En realidad, el diario que fue ideado en el despacho de Manuel Fraga cuando era embajador de Franco en Belgravia Square (Londres), no ha sido nunca, históricamente hablando, un medio de información independiente ni de la mañana, ni de la tarde y mucho menos de la noche. Se convirtió, una vez que Jesús Polanco (ex falangista de primera hora) se hizo con el control de la criatura intelectual fraguista, en un medio para la administración del poder, especialmente el socialista que de la mano de Felipe González estuvo tres largos lustros en la mamandurria.
El País y la Cadena SER, arrebatada por Polanco a las familias Garrigues&Fontán en un golpe de mano gracias, entre otros, a Javier Solana cuando todavía no se había convertido a la OTAN, es el hilo conductor fáctico por el que se comunican las izquierdas. El periódico no tiene prestigio alguno pero sirve para administrar egos entre una izquierda entregada al poder; la radio alimenta la manipulación que se inyecta en vena entre las clases que no leen.
De ahí que sea un elemento básico político para el actual sanchismo como antes lo fue para el felipismo y posteriormente para el zapaterismo. Le tenemos que agradecer los españoles a Oughourlian su rebelión ante el leviatán. Cierto es que lo podía haber levantado bandera mucho antes y que sólo ha reaccionado cuando comprendió que deseaban poner su cabeza en una bandeja y no precisamente llena de dinero; si la operación se materializó dejará muchos millones en el basurero.
El armenio, en efecto, ha confirmado algo que cualquier mediano lector de historia ya conoce. Sánchez no es Franco, obviamente. Pero intenta imitarle en su autoritarismo en lo que puede y le dejan. Por de pronto, ese ciudadano del fondo Amber le ha tomado el número correcto y, por el momento, no se deja. Es una noticia política de primera magnitud.
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