Llevemos la delincuencia a los barrios progres

inmigración ilegal

La secuencia de los hechos es tan evidente como tozuda, constante y certera la idiocia y ceguera de quienes niegan lo que todos vemos. La simple aplicación del sentido común bastaría para alcanzar una respuesta con criterio sin necesidad de abrirse las venas en canal ni recurrir a los mantras disminuidos de siempre.

Cuando miles de hombres son transportados ilegalmente en barcos travestidos de oenegés que funcionan como taxis humanos y un país decide soltar delincuentes de sus cárceles para mandarlos a otro territorio vecino, y estos se dedican nada más llegar a acuchillar, violar y robar con la protección y financiación de los gobiernos en origen y destino, a eso se le llama plan preestablecido y no humanidad solidaria. Aunque a la progresía biempensante le moleste la verdad, hay que reiterársela todos los días: no es inmigración, es invasión. No es solidaridad, es negocio.

Si la decisión de los dirigentes europeos que ven morir a sus ciudadanos no es protegerlos de cualquier circunstancia o acción que amenacen su seguridad y su vida, sino amparar a sus potenciales asesinos, entenderemos que algo pasa más allá de la negligencia política. El claro compromiso con la destrucción de Europa empieza cuando ves a los enemigos de la misma a las puertas que tu gobierno abre con fruición. Acabaremos dando la razón a Hungría y a Orbán cuando advirtió de que esto no era un fenómeno casual y sí un proyecto financiado por mentes siniestras y genocidas, que, en su multimillonaria senectud, deciden articular el caos con mano de obra barata y criminal.

Los vídeos que vemos a cada segundo de nuestra policía en España retrocediendo ante delincuentes que amenazan su integridad, y deteniendo, por orden de Marlaska y de una ley infame (¡ay Estado fallido!) al propietario que protege su vivienda del okupa que la asalta y la viola, son ya costumbre en el imaginario colectivo. Los agentes que velan por nuestra seguridad temen hoy más al juzgado que al cementerio, y esto determina que hoy nos sintamos más protegidos por ciudadanos anónimos convertidos en Clint Eastwood o por desokupas de la vida que impiden al miserable ratero hacer de su capa un sayo.

En Europa, los asesinatos (más de 14.000 en Alemania en un año) con cuchillo no encuentran respuesta en sus administraciones, que lo primero que hacen es llamar a los medios afines para pedir que no informen sobre el asunto porque la ultraderecha patapín patapán. Es todo tan vomitivo que si no fuera porque nos jugamos la libertad y la vida parecería esto una viñeta de Forges o un trasunto del Cluedo en versión eurócrata.

No importa reiterar lo obvio, pues al necio no se le convence con razones como al burócrata no se le vence con apelaciones sobre la responsabilidad individual: el maridaje cómplice entre inmigración ilegal, gobiernos de la Unión y patrocinadores del saqueo extramuros de Europa convierten las calles del continente en un continuo aquelarre de anarquía y violencia.

La única manera de que el problema sea atajado al fin es que lo sufra en sus carnes la izquierda. Que lo sufra de verdad. La izquierda política, social y mediática. La progresía cínica e hipócrita, insensata e iletrada. Por eso, hagamos lo siguiente: llevemos la inmigración ilegal a los barrios donde viven los responsables de la ejecutiva del PSOE, Sumar y todos los asociados Frankenstein que apoyan este dislate migratorio. Que convivan con menas y con la delincuencia habitual bajo sus viviendas. Que vean a sus hijos aterrorizados y a sus familias vivir con miedo.

Que no pueden salir a la calle sin mirar a los lados y ellas no puedan regresar solas y borrachas porque preferirán hacerlo vivas y seguras. Que lo vean, lo sientan y sufran. Y de paso, convenzamos también a los okupas de que aprovechen la ausencia de los políticos de izquierdas cuando se ausentan de sus domicilios para que los allanen y parasiten. Y los de sus familias, a ser posible, también. Sólo así, los progres de salón que no sufren al delincuente magrebí que viola y apuñala o al okupa que asalta una casa dejarán de aprobar leyes idiotas y planes suicidas. Ya que no podemos frenar la inmigración ilegal ni la ocupación inmoral, llevémoslas a los barrios progres y a las viviendas de los políticos de izquierdas. Que nos vamos a echar unas risas con tanto cambio de opinión.

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