Liquidación y desguace de las clases medias
Relato un hecho real, que viene a demostrar -en este caso son muchas golondrinas haciendo verano- cómo las clases medias están en franca liquidación y desguace. Un asunto de la máxima importancia económica, política y social. Por la crisis, adjunta al coronavirus, por un lado; por las políticas de una izquierda en el poder, aunque tampoco el Gobierno Rajoy se esmeró mucho fiscalmente por evitarlo, y, en general, por el objetivo básico de los recién llegados al poder de tener dominada a la sociedad por las cosas de comer.
Años atrás había conocido a un prometedor y exitoso creador publicitario que prestaba sus servicios en una agencia multinacional de alto copete en facturación y prestigio.
Hace unos días, a primeras horas de la mañana, cuando este escribidor se dirigía a participar en un debate en una cadena de televisión, observó que en una de las muchas “colas del hambre” que se forman en Madrid de madrugada, pareció ver a aquel creador publicitario. Paro el coche para observarlo mejor. En efecto. Era aquel profesional que hace no tanto disponía de un buen trabajo, una reputación, casa y familia. Había sido despedido por la crisis, se había quedado atrás, lo ha perdido todo y ahora sólo disponía de los alimentos que la caridad privada le facilitaba para no perecer de hambre.
Tras la crisis, tres millones de españoles (como mínimo), han caído desde la clase media al escalón más vulnerable. ¿Covid? Sí. Pero también los impuestos y el desprecio del Gobierno han golpeado con enorme dureza a una alta porción de la sociedad española que es el colchón de la estabilidad político/social y el progreso de un país. Ahora, se une otro coco de bigotes afilados: la inflación y la carestía de vida que producen inestabilidad y desasosiego extremo. Se lo viene advirtiendo todo el mundo al Gobierno y este se hace el longuis. Responde con paguitas que en muchísimos casos no llegan, con promesas/parches, que tampoco llegan, apretando el dogal de autónomos y pymes. Es un asunto muy serio. El Gobierno sigue por la senda del gasto desaforado por cuenta corriente, concibiendo a la empresa privada -la única que crea riqueza y progreso- como un enemigo a extinguir.
La Transición pacífica y democrática fue posible porque hubo amplísimas capas medias a las que se dio la posibilidad de prosperar. Hoy, asisten despavoridas a su desaparición. Si llevamos, afortunadamente, lustros de democracia real, fuerte, con sus fallos pero gloriosa, ello se debe a las clases medias, preñadas de sensatez y moderación. Las que han arrimado el hombro, pagado impuestos, siempre en silencio. Las mismas que en lugar de ponerlas en riesgo se merecen un enorme homenaje nacional.
¡Ojo, Sánchez! No conviene jugar con fuego, porque esto no es Venezuela y mucho menos Cuba. Aunque algunos lo pretenden.