Liderando una defensa sectaria y cobarde

defensa, OTAN, Europa, Luxemburgo, Franja de Gaza

Los ministros europeos de Exteriores se reúnen en Luxemburgo para dejar constancia de su propia inanidad. Un patetismo penoso cuando hablan del papel esencial que tiene que jugar Europa en la reconstrucción de la franja de Gaza. Y es que ya no se puede estar más desubicado: cuando durante todo el conflicto se han empeñado en tomar parte por un falso pacifismo y, aún más, cuando a las puertas del acuerdo de paz algunos países certificaron su indisponibilidad mediadora jugando la baza del reconocimiento del Estado palestino de manera extemporánea.

Nuestro pequeño ministro, que no flaquea en la misión de ponerse en ridículo y de avergonzar a todo nuestro país, se encampana diciendo que no se puede consentir que se incumpla el alto el fuego y se perjudique el plan de paz. ¿Y qué vas a hacer tú para impedir ese deterioro? ¿Vais a enviar otra flotilla y te vas a alistar como grumete? No entendemos cómo es que algún colega no le sienta en sus rodillas y le explica: «mira monín, la guerra la iniciaron los terroristas de Hamas y el daño al plan de paz lo ocasionan ellos mismos alentando el conflicto interna y externamente, disparando a los militares judíos y retransmitiendo las ejecuciones de cualquiera que se muestre tibio con sus directrices de odio». A ver si se entera el ministro, el resto del Gobierno y todos sus socios que la paz es un escenario incompatible con Hamas; por propia supervivencia los terroristas no la pueden admitir, y por eso, en ejecución de una macabra antítesis, esa paz tiene que ser combatida. Israel, que tiene la firme determinación de terminar con Hamas, aceptó el acuerdo de paz porque aseguraba su desarme y desmilitarización, y en la medida en que no se produzca no cejará en operaciones de guerra que la farisaica moral de la izquierda internacional no está dispuesta a aceptar.

Pero ese mismo falso buenismo que la izquierda ha convertido en signo de¡ identidad de una Europa `progresista´ hace que siempre nos defendamos con una mano en la espalda, ya sea del islamismo radical y terrorista, ya sea de las criminales mafias de la inmigración ilegal o ya del imperialismo pro-soviético de Putin. Y menos mal que entre los miembros de las instituciones europeas hay países que no se han degenerado en la molicie anti valórica de Occidente, y que, además, sienten muy cercana la amenaza rusa; no es lo mismo que el alto representante de la UE para las Relaciones Exteriores sea una política letona, Kaja Kallas, cuya madre vivió sus primeros diez años de vida en un campo de concentración siberiano, a que lo sea un socialista español como José Borrell que el domingo andaba manifestándose entre kufiyas y gritos de Israel asesino.

Parece que hace ya un tiempo que Von der Leyen, que tiene una encomiable capacidad de adaptación, ha visto claro que el buenismo progre, pacifista y ecologista, ya no cotiza. ¡Con el coñazo que nos ha dado y lo caro que nos ha salido! Ahora ha quitado la naftalina del trajecito de camuflaje de cuando era ministra del ramo en Alemania, se ha animado a impulsar los Fondos Europeos de Defensa y hasta ha creado el nuevo puesto de Comisario de Defensa y el Espacio, que por lo menos es lituano y sabrá que hay buenos y malos, demócratas y autócratas, y agresores y agredidos. Y todo ello en una materia, la seguridad y la defensa, en la que los países miembros no han cedido soberanía, y que, al igual que la política exterior, trata de políticas intergubernamentales que no forman parte de las competencias de la Comisión.

Como tantas veces, en la citada reunión de los ministros de Exteriores se vuelve a poner de manifiesto la tibieza y la contradicción. Y la aparente determinación de Von der Leyen convive con una muy diferente realidad: por un lado, desde la Europa institucionalizada, Viktor Orban, un fiel amigo de Putin y aliado fáctico del post comunismo ruso, dirige desde hace más de 15 años al que siempre fue el país más conservador de Europa; en el mismo sentido, el Gobierno de España tiene varios ministros comunistas y se mantiene con apoyos que abogan por la desmilitarización y la rendición de Ucrania; el propio Pedro Sánchez, que no quiere salir en la foto de la OTAN, pretende ahora computar como gasto militar las actuaciones contra el cambio climático; y seguimos hablando de seguridad en un sentido amplio cuando ni siquiera somos capaces de proteger los tesoros de nuestros museos.

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