¿Han mamado Biden y Sánchez leche pectoral?

¿Han mamado Biden y Sánchez leche pectoral?

Suelo comprar en Mercadona una crema dentífrica en cuyo tubo pone en letras muy grandes ‘Dientes Blancos’. Es decir, que se supone que sirve para aclarar los dientes en mi caso perjudicados por el tabaco. Pero tal y como está el mundo, me pregunto muy seriamente si podré seguir comprándola en el futuro; si Mercadona la seguirá ofertando por los tiempos de los tiempos. Mi confianza en Juan Roig, el presidente de Mercadona, es absoluta. Me parece un personaje colosal y su empresa, que es la mayor distribuidora comercial del país, y una de las más notables de Europa también. Pero la maquinaria destructiva del progresismo rampante es tan poderosa que dudo. Entre otras cosas, ahora está muy empeñada en combatir la ‘blanquidad’, o dicho de otra manera, en persuadir a la humanidad de que todo lo bueno del planeta es negro.

Acabo de leer un artículo en El Manifiesto, que es un periódico digital política y socialmente incorrecto, que me ha turbado por completo. Está firmado por Alain de Benoist. Este señor es un filósofo y ensayista francés muy polémico, de ideas discutibles, pero dedicado básicamente a combatir el progresismo militante. En dicho artículo, que se titula Los locos se han hecho con el poder, relata algunos ejemplos de cómo el delirio se está instalando en cada vez más espacios de la vida pública, en la universidad, entre las empresas y entre los medios de comunicación contaminando el lenguaje ordinario y el mundo que estamos acostumbrados a habitar.

Les puedo poner algunos ejemplos de lo que hablo y que cita Benoist. “En junio de 2020, la compañía L’Oreal anunció que retiraba de todos sus productos la palabra blanco y blanqueador”, es decir que jamás podría vender a partir de entonces una crema dental similar a la que yo compro en Mercadona. La firma Lockheed Martin ha creado cursillos para que sus ejecutivos deconstruyan su cultura de hombres blancos y Coca Cola exhorta a sus trabajadores a que sean menos blancos.  La Howard University ha suprimido su departamento de estudios clásicos y la de Princeton ha renunciado a que sean obligatorios. Al parecer, hay que acabar con los prejuicios según los cuales los griegos y los romanos eran blancos. ¡Pero el caso es que lo eran!

Según de Benoist, y le creo, ahora las películas y series policíacas tienen que dar los papeles principales a las minorías sexuales y raciales mientras que los malos son invariablemente hombres blancos racistas y misóginos. Dado que Blancanieves es demasiado blanca, los estudios Disney ruedan una nueva versión en la que será encarnada por una mestiza y en la que el príncipe azul le evitará el traumatismo de ser despertada por un beso no consentido. Igualmente, se recomienda a los realizadores que creen superhéroes gordos y minusválidos.  ¿Hacia dónde camina este mundo mal dirigido por Biden y las histéricas feministas que lo acompañan, en lo que se refiere a Occidente? ¿Qué se puede esperar de España, al mando de un psicópata acompañado de unos comunistas empeñados en devastar los principios que han inspirado a las sociedades abiertas y prósperas?

En los hospitales universitarios de Brighton y de Sussex, en Reino Unido, el término ‘leche materna’ ha sido sustituido por el de ‘leche pectoral’, o alimentación por el torso. A una profesora de la Universidad de Exeter la acusaron de discriminación por haber dicho que “sólo las mujeres tienen sus reglas”. La ingenua se había olvidado de las transgéneros. Aquí en España, Sánchez ya ha impulsado una ley trans contra la evidencia de las leyes implacables de la naturaleza, reconociendo falsos derechos de nuevo cuño proclamados por la izquierda como si fueran ‘Deux ex maquina’. Mi amigo periodista Chemi González, que es un socialista de toda la vida pero de la ganadería de Tierno Galván y de Felipe González -aunque comete la imprudencia de votar a Sánchez-, me envía el siguiente whatsapp con foto incluida: En él aparece “Reuben, un hombre transgénero y su novio no binario, es decir, que no se identifica ni como un hombre ni como una mujer, mostrando orgulloso con su pareja a su hijo Jamie, gracias a la donación de esperma de una mujer transexual”.

El señor De Benoist dice: “bajo la influencia de lo políticamente correcto, del neofeminismo alucinado y de un ‘neo racialismo’ obnubilado, lo político se ha convertido en un caso psiquiátrico”. El objetivo, que se ha acrecentado después de la aborrecible muerte de George Floyd en Estados Unidos, “es acusar a los blancos en nombre de la superioridad negra, y a la heterodependencia asociada a la idea de que la distinción entre lo masculino y lo femenino no pintan nada”.

En el mundo occidental, según De Benoist, “apoyados por grupos de presión carentes de toda legitimidad democrática -aunque bien regados de dinero público, añado- los actores de la vigilancia ‘woke’ -cínicamente preocupados por las injusticias y las discriminaciones en la sociedad porque lo que están es crematísticamente interesados en impulsar toda clase de bulos- se han convertido en los nuevos guardianes de la Gran Revolución Cultural -emulando a la de China, esencia del mal-. Y se dedican a negar lo real, lo tangible, porque básicamente detestan el mundo tal como es y sobre todo a los hombres tal como son. Quieren transformar la sociedad en un amasijo de susceptibilidades, proclaman la primacía de lo presuntamente justo sobre el bien y practican la negación del ser en nombre del deber ser.

¿Hay algún motivo para la esperanza? Sí. Por ejemplo, en Texas. Aunque parezca increíble, dado el nivel de degradación cultural desde antes y mucho más después de que llegara Biden, hay signos de esperanza en los Estados Unidos de América. Allí, los republicanos han acabado de aprobar una de las legislaciones antiabortistas más rigurosas, que naturalmente ha despertado la ira de todos los desquiciados que aspiran a gobernar el mundo. No es una ley perfecta, pero allí en Texas han decidido defender la vida, que es un derecho genuino y por tanto superior a las veleidades del sexo femenino cuando cree que puede hacer un uso caprichoso de su cuerpo, aunque albergue un ser propio que no le pertenece y al que está obligado a cuidar y respetar. Allí se empezará a prohibir el aborto desde la sexta semana de gestación. Los histéricos que están en contra del derecho a la vida están como locos preparando movilizaciones. No servirán para nada. Texas es el segundo estado más poblado de América, y es seguro que después de su decisión vendrán más normas parecidas en aquellos territorios gobernados por los republicanos, por los herederos de Trump, ya saben, los únicos capaces de disputar la guerra cultural emprendida hace décadas por la izquierda, que de momento va ganando.

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