¿Guerra en Ucrania?

Joe Biden está atrapado desde hace dos meses en el cuento de “Pedro y el lobo”. Ha repetido cientos de veces que la invasión rusa en Ucrania iba a ser inminente, pero nunca ha llegado. Llegó a decir la semana pasada que el ‘día D’ iba a ser el día 16 de febrero y, tampoco, nada de nada. Biden trata de comprar todos los números de la tómbola y, claro, así alguna vez podría acertar. No quiero ni imaginar si tanto histerismo hubiera venido de su predecesor, Donald Trump. Se estarían haciendo especiales en las televisiones occidentales para vincular la trama rusa, Ucrania y su afición a la coca-cola, por no decir de las diatribas de los dirigentes políticos europeos.
Pero no estamos en la era Trump. Nos encontramos sumidos en el período de mayor inestabilidad internacional desde la caída del Muro de Berlín y ocurre con un Gobierno en manos de la izquierda estadounidense.
El problema de Joe Biden es que es parte del problema para la resolución de la crisis con Rusia. ¿Qué se puede esperar de un hombre que ha vivido casi 50 años de su vida en plena Guerra Fría? Su mentalidad y forma de razonar forma parte de otro tiempo. Por ello, no me deja de sorprender su lenguaje beligerante y su tono poco conciliador, más propio de los políticos estadounidenses de los años 60 del pasado siglo que del nuevo milenio. En resumen, Biden es un hombre del siglo XX que no está capacitado para abordar crisis en los tiempos actuales.
¿Por qué no hay ningún líder occidental que pida a EEUU las pruebas de esa inmediata invasión de Rusia a Ucrania que tanto anuncia? ¿Por qué los medios de comunicación occidentales siguen a pies juntillas las declaraciones incumplidas de Biden? Ese ejército de corifeos ‘progres’ contrastan con las, por cierto, justificadas críticas que recibió la administración de George W. Bush para explicar la invasión estadounidense en Irak con las inexistentes armas de destrucción masiva. ¿Por qué no debíamos creer a Bush en 2003 y tenemos que creernos ahora a Biden?
¿Por qué lo dice el New York Times, el Washington Post o la CNN? Por cierto, del escándalo reciente de la CNN quiero hablar otro día porque se ha descubierto como medio servil y apesebrado a la izquierda de EEUU. La administración de Biden no ha enseñado ningún documento que pruebe un ataque ruso a Ucrania. Siempre es lo mismo: informes de inteligencia. Ningún líder europeo ha visto los papeles empleados por EEUU para llegar a la conclusión de que se avecinaba una invasión de Rusia, lo que limita las capacidades de los gobiernos europeos a tomar decisiones de manera independiente.
La crisis de credibilidad de la administración Biden ha propiciado tres consecuencias en la crisis ucraniana. Una, que su lenguaje beligerante anunciando una guerra es muy peligrosa porque realmente exacerba el riesgo del conflicto y dificulta las labores diplomáticas. Los mensajes de histerismo y alarmistas que lanza en todo momento el dirigente estadounidense son bastante incompatibles con la diplomacia que en paralelo trata de funcionar. La Casa Blanca se equivoca al minar cualquier intento de acercamiento de Francia y Alemania al centro del problema, como también se confunde cuando no incluye a Ucrania en la mesa de la negociación.
Por otro lado, que la confianza entre la opinión pública hacia el Gobierno de los EEUU se va a ver seriamente perjudicada. A pesar de que desde medios de comunicación oficiales y gobiernos europeos se haga un seguidismo de la Casa Blanca, se respira cierto hartazgo con la manipulación de la que somos objeto la ciudadanía en esta guerra psicológica en la que actualmente nos encontramos.
Y finalmente, las palabras de Biden han tenido un efecto desolador sobre la economía ucraniana. En estos momentos, Ucrania tiene a su economía en la UCI, necesita recursos financieros del exterior y los miles de europeos que allí vivían se han vuelto a sus países de origen.
Es difícil aventurar si esta semana la atmósfera prebélica empeorará o no. Por ahora no hay avances positivos. La diplomacia necesita recuperar su espacio y su momento, sin palos en las ruedas. Alguien le tiene que decir a Biden que o enseña pruebas fehacientes de lo que dice o que desaparezca por un tiempo. Y los europeos a crecer que ya es hora.