Feijóo, las ideas y la economía

Cuando algún político murciano amigo del hasta este martes secretario general del PP, Teodoro Garcia Egea, le ha preguntado, y de esto hace ya un par de meses, por el devenir de Isabel Díaz Ayuso, éste le respondía sin vacilar: “A esa me la cepillo”. Para tranquilidad de las feministas, las palabras del inefable Teodoro no albergaban, al menos en la circunstancia de la que estoy hablando, apetito sexual, ni el tono ligero con el que los hombres, que ‘son todos unos machistas’, utilizamos esa expresión tan grosera después de estar en presencia de una mujer hermosa. Quería decir que la iba a liquidar políticamente.
Pero la vida da tantas vueltas que la que se ha cargado a Teodoro y ha provocado la renuncia de Casado, que dio manos libres a su valido en esa cacería infame e incluso ha participado con denuedo en la misma, es la señora Ayuso, con lo que las habilidades para el arte venatorio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, después de haber acabado con la carrera política de Pablo Iglesias, están debidamente probadas.
Y para eso solo ha hecho falta esgrimir la disyuntiva entre socialismo y libertad. O para que sea más aplicable al suceso trágico que ha ocurrido con Casado: Ideas sólidas, oposición firme al enemigo natural, ausencia de complejos, autenticidad y cercanía con la sociedad o derrota asegurada. El señor Casado ganó las primarias de su partido prometiendo una vuelta a los orígenes después del proceso de desideologización alarmante en el que lo había enfangado Rajoy. Pero con el tiempo el resultado ha sido un fiasco. Lo que parecían principios robustos y valores inquebrantables se han ido desdibujando, la labor de oposición ha carecido de la fortaleza precisa y todo ello ha tenido que ver con su incapacidad para rodearse de un equipo de primera, con gente mejor que él, que aprovechara sin descanso los innumerables flancos abiertos del peor Gobierno de España desde la llegada de la democracia.
Algunos amigos de Casado, básicamente ex ministros de Aznar y de Rajoy, ya le advirtieron de la equivocación de nombrar secretario general del partido a un personaje como Teodoro, cuya sensibilidad equivale a la de las aceitunas -esas cuyos huesos expulsa con saña- y cuya virtud principal es la de ser un sicario, es decir, un matador que en Ayuso ha encontrado un hueso imposible de escupir.
Desgraciadamente, la debilidad en la que se encontró Casado después de hacerse inesperadamente con la Presidencia del PP demostrando gran coraje ante dos pesos pesados como Soraya Sáenz de Santamaría o Dolores de Cospedal le empujó a tratar de reconstruir un partido lo más fiel posible a su magra autoridad, y a esto se ha dedicado en cuerpo y alma el sicario, que ha reordenado una gran parte de las organizaciones provinciales dejando innumerables cadáveres a sus espaldas.
Ninguno de los dos contaba con la resistencia que ofrecería Madrid, villa y corte. Tanto Casado como Teodoro se opusieron a que Ayuso adelantara las elecciones, harta desde casi el principio de la felonía genética de Ciudadanos, y cuando ésta finalmente lo hizo, después del episodio murciano, que pilló fuera de juego a Teodoro, fue sin previo aviso a Casado, que se enteró después de consumado el acto.
Aunque el triunfo arrasador de Ayuso en Madrid debería haber sido un motivo de gozo para la dirigencia del Partido Popular se convirtió casi al instante en algo indigerible y difícil de tolerar. Igual que las políticas liberales puestas en práctica por la presidenta constituyen la alternativa granítica al Gobierno social comunista de Sánchez, han sido al mismo tiempo el recordatorio de todo aquello que Casado no ha podido ofrecer de manera comprensible y eficaz ni ante el Parlamento ni ante la opinión pública. De sus distracciones orgánicas y de la falta alarmante de un equipo solvente que replicara a escala nacional lo que Ayuso estaba haciendo desde la gestión de un gobierno que maneja el poder.
Esta falta de diligencia en la oposición ha sido singularmente inquietante en la coyuntura en la que se encuentra el país, con una inflación disparada, la tasa de paro más alta de la UE, la deuda pública por encima de todos los registros históricos, un Gobierno impotente para ejecutar los fondos europeos y la amenaza de una subida de los tipos de interés que será onerosa para la frágil recuperación de la economía. Esta debilidad para combatir los estragos causados por Sánchez ha sido una gran irresponsabilidad en un momento en el que el país es el más retrasado en recuperar el ritmo de actividad anterior a la pandemia y ha perdido todo peso institucional en Europa.
Al final, Casado no ha podido resistir. Atrincherarse en Génova habría sido la postrera decisión equivocada y una tortura hasta el final de una carrera política que tendría que haber sido más honorable. La única vía posible es la convocatoria de un congreso extraordinario lo más urgente posible. Seguramente el martes.
¿Y quién será el sustituto? El liderazgo de Feijóo es la solución cómoda y fácil. Posee experiencia sobrada y ha ganado cuatro elecciones por mayoría absoluta, un acontecimiento colosal. Pero tiene algunos inconvenientes. Parece difícil que pueda simbolizar la renovación del PP. Es un pragmático sin tesoro ideológico digno de mención. Su aprecio por el mercado es bastante menor que el gusto que ha demostrado en Galicia por la intervención pública en la economía. No ha hecho ascos a las leyes ideológicas de los socialistas. Se ha comportado como un nacionalista lingüístico. Más bien representa de alguna manera un retorno a la era Rajoy, con lo que no sería un candidato poderoso para frenar el ascenso de Vox. La apelación a la buena gestión y a la solvencia de Feijóo son elementos importantes pero insuficientes para abordar una coyuntura como la española. Al presidente de la Xunta no se le conoce un proyecto político robusto. Quizá logre frenar la dinámica de caída libre del PP, pero no es fácil que consiga ganar unas elecciones y reagrupar a su alrededor el voto del centroderecha.
Mi modesta opinión es que Ayuso siempre sería una mejor alternativa. Ella sí que tiene proyecto político, así como muy claro que el adversario es el socialismo, pero las fuerzas internas que ahora van a dominar el PP no la quieren como líder. Consideran que aún está “verde”; creen que ha de concentrarse en ganar los comicios autonómicos de Madrid que se celebrarán el año próximo y la perciben demasiado a la derecha. Esto último supone un error de análisis porque la presidenta de Madrid ha demostrado su capacidad de obtener votos tanto de su derecha (Vox) como de su izquierda (Cs).
La tesis según la cual, el cambio de líder es lo único importante y que una vez resuelto ese expediente la recuperación del partido está garantizada o tiene muchas opciones de materializarse es también discutible. En estos momentos, el PP está desdibujado ideológicamente y nadie sabe realmente cuál es su posición en los temas centrales de la agenda política. Quien dirija el PP tendrá que definir su proyecto y su ideario. El discurso usado en la era Rajoy, ni siquiera actualizado, tiene un rechazo frontal en amplios sectores del electorado de derechas y carece de atractivo para los hipotéticos centristas. Vox se ha “merendado” los votos de Cs en Cataluña y en Castilla y León. Solo Ayuso los absorbió en Madrid.
En este marco, no basta un discurso de gestión y “asexuado” desde el punto de vista de las ideas, y menos en un país con una izquierda muy radicalizada. Esto exigiría una estrategia de derecha “liberal”, que apostara netamente por el mercado y el sector privado, diera oxígeno fiscal a las empresas así como a los ciudadanos y estimulará la inversión y la atracción de capital exterior. Esta es la única alternativa disponible para dar al PP un proyecto alternativo alejado del conservadurismo populista y de la socialdemocracia. Feijóo no representa eso, al menos de momento. Ayuso sí. Puede que no haya llegado su momento, acuciada por la necesidad de volver a ganar las elecciones en Madrid e injustamente salpicada por las insidias de Casado y su sicario, pero es difícil rebatir que es la candidata más popular en el conjunto del país y la señora que más talento político ha demostrado hasta la fecha. Igual que es verdad que en Madrid se comen centollos igual de buenos que en Galicia.