La fecundidad de las mociones de censura

La fecundidad de las mociones de censura

No todas las semanas hay una moción de censura. Aunque ha sido un fenómeno frecuente en los últimos años (Pablo Iglesias defendió una en Junio del 17, Pedro Sánchez la que le hizo Presidente en Junio del 18, y ahora la de Abascal), es un mecanismo extraordinario que sólo se ha utilizado cinco veces en los cuarenta y dos años de vigencia de la Constitución del 78.

Sobre la moción que se discute esta semana se ha dicho que no hay votos para que salga adelante, que presentarla es infecundo, que es pólvora mojada, etc. Los hechos desmienten estas afirmaciones. Una moción permite formalizar un proyecto alternativo, concita la atención mediática sobre un partido y un candidato y permite introducir nuevos temas en el debate. Es por ello que, quien presenta una moción, casi siempre sale vencedor, o bien en el momento (Sánchez 2018), o bien al poco de defenderla (Felipe González la defendió en Mayo del 80, y dos años y medio después era Presidente; y Pablo Iglesias ha llegado a Vicepresidente).

Incluso en el principal “fracaso” de una moción, como fue la de Hernández Mancha (líder de AP) contra Felipe González en 1987, se pueden leer no pocos elementos de éxito. Hay que tener en cuenta que por entonces AP estaba desmoralizado como partido. Una parte del grupo parlamentario (liderada por Jorge Verstrynge) se había pasado al grupo mixto; y los socios electorales (el PDP y el Partido Liberal) habían roto la coalición. Paralelamente, el CDS de Adolfo Suárez había pasado de 2 a 19 diputados de una sola vez, y había encuestas que pronosticaban el sorpasso, además haber maniobras con respaldo bancario (Banesto) para una “opa política” a AP. La moción fracasó, pero AP continuó liderando la derecha. En las siguientes elecciones, el PDP (luego renombrado “Democracia cristiana”) y el PL desaparecieron. Poco después, el mismo CDS fue barrido del mapa por el PP. En opinión reciente de Hernández Mancha (ABC, Junio 17), gracias a aquella moción el PP acabó llegando al poder años después.

La experiencia popular en los ochenta puede iluminar la moción que vivimos esta semana. A partir de la historia, podemos intuir que la moción será fecunda, como siempre, para el que la defiende. Vox le dará otro mordisco al PP. Si el PP se abstiene, cometerá un error como el que llevó a la desaparición del CDS. Buscando el paralelismo con las mociones, debería haber sido Casado quien la defendiera. No hacerlo, y abstenerse, le coloca en una posición muy débil.

Un debate de investidura y una moción de censura son una oportunidad. Son acciones políticas que encierran una gran fecundidad. Por no ir a la investidura y por no presentar ahora, que todavía Cs es la primera fuerza del Parlament, un candidato alternativo, el “consititucionalismo” se hundirá en Cataluña en las venideras elecciones. Luego le echarán la culpa al dominio de la escuela y la TV3 por parte independentista. Pero también hay que tener en cuenta la falta de nivel político a la hora de formalizar la alternativa. Y lo poco bueno que se logre, lo lograrán Ignacio Garriga, cuyo protagonismo deriva de la moción que nos ocupa estos días; y el candidato del PP, Alejandro Fernández, que se atrevió a proponer a PSC y Cs una moción perdedora recientemente.

La vida parlamentaria tienes sus reglas de funcionamiento. La forma ordinaria de presentar una enmienda a la totalidad a un Presidente es la moción de censura, aunque se haya utilizado poco. Casado ha cometido el error de no atreverse a encabezar la que se discute esta semana (pese a que le dieron oportunidad de hacerlo, pues Vox la presentó abierta a candidatos de otros partidos). Lo natural es que el resultado de la jugada sea beneficioso para Vox y perjudicial para el PP.

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