El empobrecimiento de las familias

Vivimos un tiempo de intenso empobrecimiento de las familias. Es cierto que la economía resiste en el corto plazo, pero apoyada en el subsidio y en la eventualidad. Nunca se han firmado más contratos indefinidos que han concluido a los pocos días; nunca ha habido más contratos a tiempo parcial; nunca el nivel del gasto ha sido más alto.
El IPC repunta y la inflación en enero se sitúa en el 2,9% interanual, acelerándose una décima respecto al dato de diciembre (aunque una décima mejor que el indicador adelantado de enero). La subyacente se sitúa en el 2,4% interanual, que sigue mostrando mucha resistencia a la baja, y el IPC armonizado con la UE en el 2,9% interanual, que es el homogéneo con el resto de la UE y sobre el que se basa el BCE como indicador de precios. Mensualmente, el IPC crece un 0,2%. Es decir, la inflación repunta, no sólo por aceleración del dato interanual, que por comparación podría crecer debido a efecto estadístico, sino que se produce un crecimiento de la inflación mensual, cosa que ya sucedía en octubre, noviembre y diciembre, de manera que estamos asistiendo a una tendencia de nuevo ascendente de los precios.
Este repunte lo hace sobre un nivel ya elevadísimo de precios, acontecido, especialmente entre julio de 2022 y febrero de 2023. Después, se moderó el crecimiento de los precios, pero no bajaron y mantuvieron algo de incremento. Así, en ese período mencionado (julio de 2022 y febrero de 2023), mientras los bancos centrales se equivocaban y no reconocían la persistencia de la inflación, los productos básicos del día a día, en los supermercados, subieron mucho más en dicho período, con incrementos en el precio de la leche de hasta el 61%; un 14,3% en las naranjas; un 44% en los tomates; un 36% en los huevos; un 11% en el pan; un 20% en la carne; hasta un 40% en el pescado; o un 84% en el aceite de oliva, por poner unos ejemplos.
Sobre dichos precios de entonces, que no volvieron a bajar, ahora la inflación repunta y no alivia a las familias, que ya llegan muy justas a fin de mes. Todo ello, lleva a un empobrecimiento de la economía, que intensifica mes tras mes, con las empresas que no soportan ya más aumento de costes y con las familias asfixiadas por el incremento de la cesta de la compra y la subida de las cuotas hipotecarias variables.
Cuánto mejor habría ido si los bancos centrales no hubiesen tardado tanto en reaccionar, generando con su amplio retardo interno lo que está siendo un larguísimo retardo externo de su política monetaria.
Y cuánto mejor nos iría si los gobiernos dejasen de presionar al alza los precios, alimentando los cuellos de botella de manera artificial, que es lo que hacen con su política fiscal tremendamente expansiva por el lado del gasto público, que dificulta y retrasa la aplicación de la política monetaria.
Es el empobrecimiento de la población, cuya economía pende de un hilo que, si se rompe, en forma de pérdida del puesto de trabajo, no va a poder afrontar sus compromisos de pago, pues los ahorros los ha gastado ya para combatir la inflación, sin generar nueva capacidad excedentaria de recursos.
Adicionalmente, tienen que soportar una carga de impuestos todavía mayor, que hace que su renta disponible merme también por esta vía: más IRPF, más cotizaciones a la Seguridad Social, hacen que el infierno fiscal contribuya de manera clara y potente al empobrecimiento familiar. Es una situación que puede comenzar a ser insostenible y que sólo empeorará a medida que el Gobierno aumente gasto e impuestos. Somos más pobres. Ése será el triste legado económico de Sánchez: las revisiones hacia arriba del PIB no pagan facturas; la economía real de los ciudadanos ve cómo cada vez puede afrontar sus gastos con menor amplitud, porque su poder de compra ha caído, porque se han empobrecido.